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Una verdad de perogrullo es que La Promoción de la salud
pone su foco en “La Salud” y la Prevención pone su foco
en “La enfermedad”. Ambas son complementarias. Pero
siempre nos olvidamos de ello o no alcanza sólo la
inversión para hacerlo.
La promoción es por enfermedad específica, por ej.
(vacuna) y sus alcances son realmente amplios, dado que
involucra a muchas personas de un sector sus alcances
son un tanto limitados. El control se transfiere
literalmente a la comunidad y no sólo es eminentemente
de carácter técnico sino también político. Cuanto más
sanitaria permanece en garantías de viabilidad y el
agente de salud sumado a la sustentabilidad de los
programas en el tiempo en base a las políticas públicas.
La prevención es dinámica y ambiciosa y se considera
exitosa siempre que los individuos a los que está
dirigida (la población blanco y bajo programa)
permanezcan exentos de enfermedad y pueden progresar
hacia estados de salud de mayor fortaleza estructural y
capacidad. Esta es funcional y resulta contenida en las
sensaciones subjetivas. Pero se circunscribe a una de
cuatro fases, a los grupos de riesgo, al factor (entre
otros) socioeconómico o por comunión. La promoción es
más de los ámbitos sociales y propende al bienestar
comunitario. Implica por su parte más acciones
colectivas de aplicación individual, en imprescindible
la cooperación en cuyo proceso la persona de un ente
algo pasivo pasa a la actividad social (ejemplo acepta
indiscutible, de liderazgo y determinado de defensa del
interés tratamiento y general. determinado examen).
Ambas estrategias las aplicamos todos con la
comunicación correcta y con la charla médico–paciente en
esa sublime relación cuasi diádica que sostenía Laín
Entralgo.
Somos nosotros cuando asistimos a un paciente y su
familia quienes tenemos que establecer una relación de
empatía, hoy llamada de adherencia y cumplir los
preceptos de la comunicación en salud. Para la
organización sanitaria la relación médico–enfermo debe
ser objeto de estudio debido a que aumenta la calidad
asistencial y por ser esta relación esencial en la
actividad clínica. La hegemonía de la medicina
científica ha relegado hoy en día la investigación de
cómo llevar a cabo adecuadamente una relación entre el
médico y el enfermo.
Para Platón el enfermo es amigo del médico a causa de su
enfermedad. La relación entre médico y enfermo es de
amistad y, en ella, es fundamental la confianza del
enfermo en la medicina y en el médico que le trata. El
siglo XX desarrolla una medicina masificada. La sociedad
de consumo provoca una superabundancia de productos
farmacéuticos. En los hospitales, con mayor tamaño y
tecnificación se da un uso masificado de la medicina
superándose la pura relación médico–enfermo. Como
consecuencia de errores cometidos por la medicina, (no
por el médico) a pesar de los muchos aciertos, reaparece
un modelo humanizador de la medicina. El paciente no
puede ser visto sólo según la estrecha idea científica,
sino que ha de incluir a la persona enferma con su
subjetividad. Este cambio intenta recuperar el poder de
la palabra como factor terapéutico, lo cual hace
resaltar la relación entre médico y paciente. A este
modelo contribuye Freud con su psicoanálisis. Pero aún
el modelo psicoanalítico para muchos de nosotros por su
“lentitud” queda en el camino. Últimamente un grupo de
autores resaltan la importancia de los factores sociales
en los procesos de salud–enfermedad. Estos factores
sociales pueden ser económicos, ambientales, jurídicos.
(nada nuevo para quienes hayan leído a Carrillo y a
Oñativia).
En el siglo XXI el modelo de asistencia sanitaria se
apoya en tres principios constituidos por la continuidad
de cuidados, la accesibilidad y disponibilidad, con un
equipo profesional en la asistencia, la promoción y
cuidado de la salud de una población determinada. El
primer nivel es la Atención Primaria que es el
fundamento de todo el sistema de salud, con el objetivo
de una atención integral a la salud de la población y en
que la relación médico– paciente tiene un papel
importante, es central o nuclear. El médico pediatra y
el de familia, son los más entrenados en enfrentarse a
la comunicación, además del carácter personal en los
últimos años la medicina defensiva nos aleja de la
prevención y promoción de la salud haciendo perder la
credibilidad, y la confiabilidad. Además, es la
mesogestión o gestión de redes la que comprende la
articulación de los establecimientos de complejidad
diferenciada para el cumplimiento de los objetivos
sanitarios. Incluye la coordinación entre los diversos
centros, hospitales y otros establecimientos de salud
(públicos o privados), los cuales deben ofrecer una
cartera de prestaciones definida que incorpore acciones
preventivas, promocionales, curativas y de
rehabilitación, con el fin de concretar las metas
sanitarias establecidas para el país.
El médico desde su formación y su práctica valora los
procedimientos diagnósticos y terapéuticos aislándose de
todo el entorno del paciente. Más aún, la proliferación
de las especialidades hace ver el problema del
diagnóstico médico en un órgano o una patología
específica, dejando de lado la entidad humana. Así se
observa al paciente en un limitado campo de acción. En
vez de pacientes nos encontramos con diagnósticos y
órganos enfermos. Todo el proceso de diagnóstico clínico
se circunscribe a establecer un diagnóstico y un
tratamiento consecuente. A ello se suma el proceso de la
“derivación” que lleva al paciente a ser visto por una
multiplicidad de profesionales aislados sin un enfoque
multidisciplinario. Me permito citar literalmente a J.
Gervás en su artículo “El Mar de la Incertidumbre” …Dime
qué diagnósticas y te diré tu especialidad. O, peor, no
hay enfermedades, sino especialistas. (extrapolación
literal). O más adelante el hecho… El sistema sanitario,
la población y los médicos generales necesitamos el buen
trabajo de los especialistas, que es insustituible. Pero
¿podemos considerar al acceso y consulta innecesaria con
los especialistas como una forma refinada de venganza
social, que ajusta cuentas con los que la Historia
siempre encumbra? (también extrapolación literal).
(*) Título Médico.
Magíster en Administración de Sistemas y Servicios de
Salud – UBA | FSG. |