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Con frecuencia se dan a conocer por medios
periodísticos, datos sobre la prevalencia de
determinadas enfermedades o el incremento estadístico de
la mortalidad por ciertas causas. La difusión de esta
información puede hacer pensar que contamos con un
monitoreo global de la evolución de las enfermedades,
donde se registran datos de las patologías encontradas
en todos los servicios del país. Pero en la Argentina
los datos sobre causas de muerte (morbilidad) sólo se
originan en servicios públicos, del resto de la
población sólo conocemos cantidad de muertes
(mortalidad).
Un conjunto de eventos al que denominamos “estadísticas
vitales” —mortalidad infantil, mortalidad general,
natalidad, mortalidad materna, fecundidad—, provienen
mayoritariamente de organismos de naturaleza jurídica,
destinados a registrar la situación demográfica de la
población (Registros Civiles), pero no de archivos
específicos de información sanitaria. En las defunciones
ocurridas fuera de internación, los encargados del
servicio fúnebre suelen ocuparse de completar el
Certificado de Defunción, consignando las causas
principales y secundarias como un mero requisito
administrativo, con el texto “paro cardio-respiratorio
no traumático”, que no representa las reales causas
clínicas. Esta misma fórmula se reproduce habitualmente,
cuando el fallecimiento ocurre en un nosocomio privado.
En zonas de aislamiento geográfico y en poblaciones
socialmente vulnerables, es frecuente que exista
subregistro de estos eventos. Cuando las circunstancias
de la muerte determinan la intervención de autoridades
policiales o de seguridad (vía pública), o cuando el
deceso es un hallazgo sorpresivo calificado como “muerte
dudosa”, será el informe de los profesionales forenses y
de la autopsia, los que aporten los datos sobre las
causas de la muerte. Esta información es derivada a
registros civiles.
Por otra parte, fuera de las alternativas señaladas, si
la defunción ocurre dentro de un establecimiento
público, las causas principales y secundarias tendrán la
consistencia de los datos clínicos, consignados en la
historia clínica o el informe de hospitalización. Sólo
en estos casos podrán encontrarse causas de mortalidad,
estadísticamente confiables. Lo mismo ocurre con los
datos de morbilidad que alimentan el Programa Nacional
de Estadísticas de Salud, donde la información clínica
se codifica mediante la Clasificación Internacional de
Enfermedades (CIE-10) de la OMS. Esta parte de la
información estadística, sólo contiene datos de morbi-mortalidad
recolectados en hospitales públicos, que incluyen
mortalidad infantil, materna y general, con diagnósticos
más consistentes, y son publicados por el Ministerio de
Salud. Los establecimientos privados en general no
cumplen con los registros estadísticos, ni con las
enfermedades de denuncia obligatoria, salvo en
situaciones que las autoridades sanitarias califican de
gravedad epidémica, como en los casos de paludismo,
poliomielitis, gripe A, SIDA-VIH, y las más recientes
transmitidas por el mosquito Aedes aegypti. Tampoco
cumplen con estas obligaciones estadísticas las Obras
Sociales y la Medicina Prepaga.
Pero en el funcionamiento global del Sistema de Salud,
los servicios públicos representan sólo un estimado 40%
de la actividad asistencial. Sin embargo, la información
proveniente de estos nosocomios no se cruza con los
nacimientos y muertes de los registros civiles. De modo
que cuando se habla de cambios en la prevalencia de
ciertas enfermedades, los datos son parcialmente
representativos, porque sólo provienen de
establecimientos públicos. A menudo las organizaciones
científicas fundamentan sus observaciones en
estadísticas publicadas en revistas internacionales, que
provienen de países dotados de bases de datos que
integran información de la totalidad del sistema. Es
técnicamente válido, ante la ausencia de información
consistente local, recurrir a los datos de otras
sociedades culturalmente similares a la nuestra, para
inferir (extrapolar) una estimación de lo que ocurre en
el país, comparándolo con datos oficiales derivados de
servicios públicos. Pero deberá tenerse en cuenta que la
población usuaria de esos servicios es socialmente más
vulnerable, ya que habitualmente carece de toda
cobertura social. No ocurre lo mismo con el resto de la
población que, si dispone de alguna cobertura, prefiere
acudir a servicios privados. Incluso los empleados de
los hospitales públicos, cuando requieren atención como
pacientes: prefieren sanatorios privados.
En el mes de agosto, el newsletter del Ministerio de
Salud —Consenso Salud (Nº 1.586 del 18-VIII-17)— informó
sobre el estudio realizado en 2015 por la Asociación
Argentina de Medicina Respiratoria (AAMR), denominado
“Epoc.ar”, tendiente a estimar la prevalencia de
enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC) en varios
conglomerados urbanos (CABA-GBA, La Plata, Mendoza,
Rosario y Córdoba). La EPOC es un conjunto de afecciones
pulmonares que incluye bronquitis y enfisema, y el
tabaquismo como causa más frecuente. Se estudió mediante
espirometría domiciliaria una muestra aleatoria de 4.000
personas. Como resultado del estudio, la AAMR estima que
en la Argentina hay unos 2,3 millones de personas con
EPOC. Por su parte, según datos del Ministerio, en 2010
murieron 5.500 habitantes por EPOC.
Es notable la diferencia metodológica entre ambas
estimaciones. El Ministerio cuenta con los datos de su
programa estadístico longitudinal, relevado en
establecimientos públicos, con las limitaciones ya
comentadas. Con esta información se construye la “sala
de situación” oficial, que establece la evolución de la
morbilidad en el país, y se transmite luego a informes
internacionales de OPS-OMS. Por otro lado, se diseñó una
muestra aleatoria, se midió la función pulmonar de los
encuestados, sin discriminar que fueran usuarios de
servicios públicos o privados. La diferencia es que este
estudio fue realizado por especialistas en el terreno y
contó con financiamiento especial, aportado por empresas
del sector farmacéutico. Uno muestra una serie evolutiva
confiable, pero sesgada. El otro es más representativo,
pero sólo muestra un “corte transversal” sobre una
prevalencia específica, en un momento determinado. El
futuro esperable es que el país cuente con series
históricas de enfermedades, que representen a la
totalidad de la población
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(*)
Hugo E. Arce - Médico sanitarista - Miembro del
Grupo PAIS |
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