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Voces


Muerte dudosa, asesinato
u homicidio.
Autopsia del Hospital Público
Por el Prof. Dr. Miguel Ángel Schiavone (*)

 
EL CASO QUE NUNCA LLEGÓ A LA PRIMERA PLANA DE LOS MEDIOS
Nocturno esplendor de Selene que brilla iluminando desde lo alto la Facultad de Medicina; son las 2 a.m. del 1 de noviembre. Pasteur lo mira a Paracelso y pregunta “¿vamos a ver la autopsia?”, Claude Bernard advierte “no se muevan que van a percibir que retornamos a la vida”. Reflexivo como siempre Hipócrates señala “no se preocupen, la gente que transita por la zona solo focaliza su vista hacia el piso, son pocos los que miran hacia adelante asegurando no desviarse del rumbo a seguir, y menos aun los que buscan en las alturas el camino que el Señor les tiene reservado”. Automáticamente las alegorías de Prevenir y Curar se miraron y a dúo expresaron: “¡Por algo es el Padre y Maestro de la Medicina!”.
En silencio todos bajaron del sitial que les asignó el arquitecto Sanmartino coronando la entrada de la actual Facultad. Los seis cruzaron la calle Paraguay y se persignaron frente a la Parroquia San Lucas. Esta construcción neogótica junto a unos pocos árboles es lo único que quedó en pie luego de la demolición del antiguo Hospital de Clínicas en 1975. El hombre microcefálico, de corazón hipotérmico, con taladro o lapicera en mano es capaz de derribar cualquier cosa, incluyendo su propia obra. - Paracelso exclamó “¿qué pasó con el Hospital Público? ¿qué enfermedad fatal lo afectó?”. “Te dije que veamos la autopsia, es la que tiene la última palabra y nos aportará el diagnóstico de certeza”, responde Pasteur. Hipócrates continuó avanzando a paso firme, mirando el frontispicio de la actual Facultad de Ciencias Económicas en donde Andrea Vesalio ya tenía el cuerpo del “Hospital Público” en la mesa de Morgagni; a su lado otros espectadores estaban ansiosos de ver con sus propios ojos el origen del terrible mal.
El anatomista ya había tomado las medidas del cadáver, rescataba muestras de larvas del cuerpo, hacía hisopados y seguía los pasos necesarios para poder establecer la fecha probable de defunción. La mirada perpleja de Pasteur se focalizó sobre el rostro de aquel que fuera modelo indicativo en los procesos técnicos y organizacionales; indiscutible referente académico en el campo de la docencia e investigación; y garante de la equidad en la atención de la salud.
Las facies hipocráticas de “Hospital Público” eran un claro signo de su muerte agónica, con sufrimiento de sus tejidos por anoxia tisular, muerte lenta posible de diagnosticar dosando glucosa, glucógeno o fosfatos en las muestras de sangre o por la presencia de coágulos fibrinosos; pero ¿cómo medir el sufrimiento de su alma en esa lenta agonía?
Vesalio con prolijidad técnica continuó con el tiempo craneal y luego con el toracoabdominal, extrajo el “pool” de vísceras para los estudios toxicológicos, inmunológicos y anatomopatológicos, muestras de humor vítreo y contenido gástrico.
Eran las 4 a.m. la autopsia había terminado, la luna comenzaba a bostezar entre las sábanas, en poco más de una hora el sol estaría por asomar. En cada amanecer se aguarda una esperanza, un nuevo renacer, la oscuridad dando paso a la luz, y en este caso la mentira a la verdad.
Vesalio comenzó a redactar su informe:
“Paciente de más de 100 años, muerte agónica, con anoxia tisular y anomia espiritual, afectado por un doble cáncer; patologías que comenzaron aproximadamente en la década del 70 y fueron progresando lentamente. El paciente no tomó conciencia de la gravedad de la enfermedad y su sistema inmune lejos de reaccionar terminó adaptándose, tal vez resignándose. Se comprueban metástasis múltiples que afectan todos sus órganos vitales, hasta alcanzar al recurso humano”.
El informe continuaba: “Dos cánceres conformaron la bisagra que destruyó el sistema público: el desarrollo de la seguridad social con transferencia de recursos hacia el sector privado y el “boom” tecnológico en el campo de la salud. Ambos factores desequilibrantes se refuerzan y potencian durante las décadas del 70 y se consolidan en el 80. El Hospital Público quedó marginado de los recursos que recibían las Obras Sociales. La falta de asistencia financiera influyó en el deterioro edilicio y especialmente en la insuficiente incorporación de nuevas tecnologías de alta complejidad. La anomia e inconsciencia social no percibieron que el Hospital Público era un bien necesario para el desarrollo del país”. Firmado: Andrea Vesalio.
Los seis personajes emprendieron su regreso; con hondo pesar caminaron en silencio, tal vez llorando, subieron las escalinatas de la Facultad de Medicina y se fueron ubicando en sus tradicionales posiciones. Allí arriba Hipócrates dejó abierto el diálogo para el ateneo anátomo-clínico que tendría lugar en diciembre.

INTRODUCCIÓN A LA INFORMACIÓN GENERAL Y NECESARIA PARA LA COMPRENSIÓN DEL ATENEO:
“La práctica médica tradicional durante muchos años articuló la ciencia con el arte en adecuadas proporciones; el médico disponía de ambas en iguales condiciones tanto en su desempeño público como privado, el peso relativo que le asignaba a cada una de ellas no dependía del ámbito en el que trabajaba sino de su idoneidad y decisión. El boom tecnológico afectó esta situación, ciencia y arte necesitaron de nuevos dispositivos médicos para poder expresarse. En estas condiciones fue el ámbito laboral (público o privado) en donde el profesional ejerciera, el que definió el peso relativo que adquiriría ahora cada uno de los tres componentes (ciencia, técnica y arte)”.
“El Estado Nacional definió políticas claras, promoviendo la incorporación de tecnología en el sector privado en detrimento del Hospital Público. En 1978 la ley 21.908 otorga franquicias para el ingreso de tecnología (desgravación del IVA y exención aduanera) con la condición de que se cediera el 20% de su capacidad operativa para usos de la Secretaria de Salud Pública”. Bajo estas condiciones en 1979 se importaron equipos médicos por un valor de u$s 38,9 millones, en 1980 u$s 78,1 millones y en 1981 u$s 98,9 millones. Esto originó el desarrollo de empresas de atención médica que estimularon la introducción y utilización de tecnologías cada vez más complejas. En 1985 existían en el país 42 tomógrafos computados, de los cuales 22 se encontraban en Capital Federal y Gran Bs. As. En 1991 ningún hospital dependiente de la Ciudad de Bs. As. tenía un tomógrafo público. Cuando el actor Adrián Ghio fallece en el Hospital Fernández, centro de trauma de máxima complejidad, éste aún no contaba con esta tecnología.
Hipócrates cerró el dialogo: “en diciembre espero sus comentarios y aportes sobre el diagnóstico, pero más aún aguardo ansioso las propuestas de cambio”


(*) Decano Facultad de Ciencias Médicas - Universidad Católica Argentina

 

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