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Voces


Historias de Diván:
San Itarista consulta a su terapeuta Ana Lisis
Por el Prof. Dr. Miguel Ángel Schiavone (*)

 
Como todos los miércoles a las 11,15 h. San Itarista se dirige al consultorio de su terapeuta; atraviesa la plaza Guadalupe en donde percibe el aúllo y chillido de los monos que se columpian de una palmera a otra, cruza la calle Salguero por el sendero peatonal muy atento al silbido de la locomotora y sigue caminado rumbo al consultorio de la única persona que lo comprende.
La psicóloga Ana Lisis espera el arribo de su paciente mientras lee atentamente en la historia clínica sus últimas anotaciones “paciente con cuadro esquizofrénico en progresión, con falta de percepción de la realidad. En la última entrevista incorpora ideas delirantes y manifiesta interés en resolver la grave crisis en que se encuentra el Sistema de Salud Argentino, r/p Olanzapina y control en una semana”.
Con la puntualidad habitual a las 11,30 h. San Itarista golpea la puerta del consultorio. ¿Hola Ana cómo está? Muy bien San, ¿y usted? Bien Ana, muy bien, en esta semana permanecí en mi departamento casi sin salir para poder informarme sobre los antecedentes del problema del que hablamos en nuestro último encuentro. Leí los textos clásicos de Sonis, Mazzafero, Katz, Veronelli, las publicaciones de OMS-OPS, y algunos artículos reflexivos - provocativos de Schiavone en la sección “Voces” de la “Revista Médicos”, hasta que finalmente encontré la solución: ¡¡Argentina tiene que implementar un programa que bauticé con el nombre de “Cobertura Universal de Salud”!!! ¿Qué le parece Ana? ¿No es brillante? Original, con las siglas CUS lo voy a presentar en el próximo Congreso de Salud Pública.
Ana escuchaba perpleja y hacía el mayor esfuerzo para mostrar un gesto de admiración, pero le era imposible no mezclarlo con el de asombro y estupor ante la tesis elaborada por San Itarista. Sus ojos parpadeaban espasmódicos hasta que se cerraron y de sus labios brotó un “Excelente, excelente…”. Cuénteme San… ¿Cómo es eso de la CUS?
“Vea Ana es como un seguro de cobertura de salud; hay que identificar a las personas sin cobertura, suminístrales una tarjeta y garantizarles los servicios que necesiten cuando les sean solicitados”. La psicóloga no dejaba de asombrarse y siguiendo el modelo de la pedagogía problematizadora con bases en la mayéutica socrática repreguntó: “¿Pero la cobertura actual no es universal y lo que falta es equidad y eficiencia?” y continuó luego redoblando su intento de interpelar a San Itarista “¿Y cómo será eso de la tarjeta que identifica al beneficiario del plan? ¿No es suficiente el documento de identidad y registrar todo en la nube? ¿Con esa tarjeta va a mejorar la accesibilidad al sistema? ¿Está garantizada la confidencialidad de una información tan sensible como la salud de las personas?”.
San Itarista se sintió cuestionado y respondió logorreico, pero con firmeza y aparente erudición: “Vea Ana, noto en usted un desconocimiento profundo del sistema de salud y de la realidad sanitaria de la Argentina. Las personas sin cobertura serán identificadas, se les entregará una tarjeta inteligente en la que en los Hospitales Públicos y Centros de Salud cada vez que sea atendido se le registrará la información correspondiente. Se dispondrá de esta forma de una Historia Clínica electrónica que le permitirá al paciente ir de un centro asistencial a otro, ya sea público como privado”.
Ana miró la cara de San, labios apretados, boca elevada, pómulo elevado y cejas bajas. Sin duda se había enojado, así que intentó tranquilizarlo: “de acuerdo, ahora entiendo el motivo por el que los Hospitales Públicos han instalado Pc en todos los servicios, con un programa para el que han sido capacitados todos los actores, ¡qué bueno!”.
“Veo que va comprendiendo Ana, esto permitirá el flujo de pacientes de un sector a otro y además un clearing de gastos. Los Hospitales facturarán las prestaciones que se realicen a los beneficiarios de la seguridad social y prepagas, y los centros privados podrán facturar a los Ministerios de Salud Jurisdiccionales las prestaciones de alta complejidad que les brinden a los pacientes sin cobertura…”.
“Es usted un entendido en la materia”, respondió Ana y continuó “yo no podría diferenciar entre fortalecer la oferta pública o nominalizar la demanda financiando la alta complejidad en el sector privado. Son cosas que no entiendo”. Como nada se parece más a la ingenuidad que el atrevimiento, luego de este comentario Ana volvió a preguntar “¿Cómo será el financiamiento de su proyecto? ¿Consideró el Sistema Federal de gobierno? ¿Elaboró una canasta prestacional a cubrir, algo así como un PMO? disculpe usted, pero pregunto desde mi ignorancia” En su interior Ana rumiaba, “si le molesta lo que pregunto ni me quiero imaginar si le digo lo que pienso…”.
El estado mental de San había alcanzado su punto de saturación, no sabía que contestar a tantas preguntas estúpidas, era hora de responder a la terapeuta con inteligencia y sarcasmo. “Ana, Ana…esto se financia con el Fondo Solidario de Redistribución de la Seguridad Social. Todos estarán de acuerdo; las obras sociales y los trabajadores no tendrán ningún problema en resignar parte de sus fondos. La solidaridad del Sistema puede hacerse extensiva y ser tanto intra como extrasectorial. Podemos transferir casi 8.000 millones de pesos a las Provincias…claro por única vez, y luego ellas seguirán financiando el sistema. Se trata de un Programa Nacional con financiamiento jurisdiccional. Ve que sencillo”.
Ana pensó…. “nada más apropiado en este momento que recordar aquel famoso aforismo: la luz es más rápida que el sonido por eso mucha gente parece brillante hasta que se las escucha hablar”.
Casi como una estocada de esgrima que con el florete llega a lo más profundo del contrincante; Ana decidió hacerle su última pregunta, “dígame San Itarista, si este CUS como usted lo denomina es un seguro implicaría un contrato, mientras que la cobertura conlleva un derecho… el que ya tenemos por nuestra constitución. ¿Entonces cuál sería la razón del CUS?” San Itarista quedó rígido, inamovible, en un estado letárgico. Ana llamó a sus dos enfermeras Ester y Liza que trasladaron al paciente a un box contiguo en el que le administraron la medicación necesaria para calmar la crisis generada por la sinceridad de Ana. En un mundo de mentiras terapeutas como Ana consiguen hacer que las verdades lleven a los esquizofrénicos a momentos de crisis.


(*) Decano Facultad de Ciencias Médicas - Universidad Católica Argentina

 

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