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Como todos los miércoles a las 11,15 h. San Itarista se
dirige al consultorio de su terapeuta; atraviesa la
plaza Guadalupe en donde percibe el aúllo y chillido de
los monos que se columpian de una palmera a otra, cruza
la calle Salguero por el sendero peatonal muy atento al
silbido de la locomotora y sigue caminado rumbo al
consultorio de la única persona que lo comprende.
La psicóloga Ana Lisis espera el arribo de su paciente
mientras lee atentamente en la historia clínica sus
últimas anotaciones “paciente con cuadro esquizofrénico
en progresión, con falta de percepción de la realidad.
En la última entrevista incorpora ideas delirantes y
manifiesta interés en resolver la grave crisis en que se
encuentra el Sistema de Salud Argentino, r/p Olanzapina
y control en una semana”.
Con la puntualidad habitual a las 11,30 h. San Itarista
golpea la puerta del consultorio. ¿Hola Ana cómo está?
Muy bien San, ¿y usted? Bien Ana, muy bien, en esta
semana permanecí en mi departamento casi sin salir para
poder informarme sobre los antecedentes del problema del
que hablamos en nuestro último encuentro. Leí los textos
clásicos de Sonis, Mazzafero, Katz, Veronelli, las
publicaciones de OMS-OPS, y algunos artículos reflexivos
- provocativos de Schiavone en la sección “Voces” de la
“Revista Médicos”, hasta que finalmente encontré la
solución: ¡¡Argentina tiene que implementar un programa
que bauticé con el nombre de “Cobertura Universal de
Salud”!!! ¿Qué le parece Ana? ¿No es brillante?
Original, con las siglas CUS lo voy a presentar en el
próximo Congreso de Salud Pública.
Ana escuchaba perpleja y hacía el mayor esfuerzo para
mostrar un gesto de admiración, pero le era imposible no
mezclarlo con el de asombro y estupor ante la tesis
elaborada por San Itarista. Sus ojos parpadeaban
espasmódicos hasta que se cerraron y de sus labios brotó
un “Excelente, excelente…”. Cuénteme San… ¿Cómo es eso
de la CUS?
“Vea Ana es como un seguro de cobertura de salud; hay
que identificar a las personas sin cobertura,
suminístrales una tarjeta y garantizarles los servicios
que necesiten cuando les sean solicitados”. La psicóloga
no dejaba de asombrarse y siguiendo el modelo de la
pedagogía problematizadora con bases en la mayéutica
socrática repreguntó: “¿Pero la cobertura actual no es
universal y lo que falta es equidad y eficiencia?” y
continuó luego redoblando su intento de interpelar a San
Itarista “¿Y cómo será eso de la tarjeta que identifica
al beneficiario del plan? ¿No es suficiente el documento
de identidad y registrar todo en la nube? ¿Con esa
tarjeta va a mejorar la accesibilidad al sistema? ¿Está
garantizada la confidencialidad de una información tan
sensible como la salud de las personas?”.
San Itarista se sintió cuestionado y respondió
logorreico, pero con firmeza y aparente erudición: “Vea
Ana, noto en usted un desconocimiento profundo del
sistema de salud y de la realidad sanitaria de la
Argentina. Las personas sin cobertura serán
identificadas, se les entregará una tarjeta inteligente
en la que en los Hospitales Públicos y Centros de Salud
cada vez que sea atendido se le registrará la
información correspondiente. Se dispondrá de esta forma
de una Historia Clínica electrónica que le permitirá al
paciente ir de un centro asistencial a otro, ya sea
público como privado”.
Ana miró la cara de San, labios apretados, boca elevada,
pómulo elevado y cejas bajas. Sin duda se había enojado,
así que intentó tranquilizarlo: “de acuerdo, ahora
entiendo el motivo por el que los Hospitales Públicos
han instalado Pc en todos los servicios, con un programa
para el que han sido capacitados todos los actores, ¡qué
bueno!”.
“Veo que va comprendiendo Ana, esto permitirá el flujo
de pacientes de un sector a otro y además un clearing de
gastos. Los Hospitales facturarán las prestaciones que
se realicen a los beneficiarios de la seguridad social y
prepagas, y los centros privados podrán facturar a los
Ministerios de Salud Jurisdiccionales las prestaciones
de alta complejidad que les brinden a los pacientes sin
cobertura…”.
“Es usted un entendido en la materia”, respondió Ana y
continuó “yo no podría diferenciar entre fortalecer la
oferta pública o nominalizar la demanda financiando la
alta complejidad en el sector privado. Son cosas que no
entiendo”. Como nada se parece más a la ingenuidad que
el atrevimiento, luego de este comentario Ana volvió a
preguntar “¿Cómo será el financiamiento de su proyecto?
¿Consideró el Sistema Federal de gobierno? ¿Elaboró una
canasta prestacional a cubrir, algo así como un PMO?
disculpe usted, pero pregunto desde mi ignorancia” En su
interior Ana rumiaba, “si le molesta lo que pregunto ni
me quiero imaginar si le digo lo que pienso…”.
El estado mental de San había alcanzado su punto de
saturación, no sabía que contestar a tantas preguntas
estúpidas, era hora de responder a la terapeuta con
inteligencia y sarcasmo. “Ana, Ana…esto se financia con
el Fondo Solidario de Redistribución de la Seguridad
Social. Todos estarán de acuerdo; las obras sociales y
los trabajadores no tendrán ningún problema en resignar
parte de sus fondos. La solidaridad del Sistema puede
hacerse extensiva y ser tanto intra como extrasectorial.
Podemos transferir casi 8.000 millones de pesos a las
Provincias…claro por única vez, y luego ellas seguirán
financiando el sistema. Se trata de un Programa Nacional
con financiamiento jurisdiccional. Ve que sencillo”.
Ana pensó…. “nada más apropiado en este momento que
recordar aquel famoso aforismo: la luz es más rápida que
el sonido por eso mucha gente parece brillante hasta que
se las escucha hablar”.
Casi como una estocada de esgrima que con el florete
llega a lo más profundo del contrincante; Ana decidió
hacerle su última pregunta, “dígame San Itarista, si
este CUS como usted lo denomina es un seguro implicaría
un contrato, mientras que la cobertura conlleva un
derecho… el que ya tenemos por nuestra constitución.
¿Entonces cuál sería la razón del CUS?” San Itarista
quedó rígido, inamovible, en un estado letárgico. Ana
llamó a sus dos enfermeras Ester y Liza que trasladaron
al paciente a un box contiguo en el que le administraron
la medicación necesaria para calmar la crisis generada
por la sinceridad de Ana. En un mundo de mentiras
terapeutas como Ana consiguen hacer que las verdades
lleven a los esquizofrénicos a momentos de crisis.
(*) Decano Facultad de Ciencias Médicas -
Universidad Católica Argentina
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