|
Al leer esta frase, quienes estamos
inmersos en temas de seguridad
social tendemos a asociarla con la
realidad que hoy nos toca vivir. A
nuestro sector, cada día, se le
suman más obligaciones a cubrir,
situación que está ligada a la
problemática que conlleva la
aplicación de nuevas tecnologías
vinculadas al cuidado de la salud,
la incorporación de innovadoras
prácticas de diagnóstico y
tratamiento, y nuevos medicamentos
de altísimo costo, muchos de los
cuales se encuentran en una fase
experimental con resultados aún no
garantizados.
El costo agregado que estos factores
imponen sobre este sector, parece no
tener límites.
No podemos negar, ni deseamos
hacerlo, lo virtuoso que significa
para nuestra misión, contar con el
uso racional de toda esta batería de
nuevas herramientas. Pero su uso
abusivo e irresponsable, causa en
primer lugar, para el paciente y
luego para quienes tenemos la
obligación de financiarlo daños
significativos.
Por otra parte, en algunos casos,
las prestaciones y/o los
medicamentos alcanzan valores, que
sobrepasan la posibilidad de asumir
su costo, para los financiadores ya
sean agentes de la seguridad social
o empresas de medicina prepaga.
Para reafirmar esta posición y a
modo de ejemplo, recordemos que
durante el año que concluimos,
surgió un tratamiento para la
atrofia muscular espinal (AME) cuyo
costo para el primer año de
aplicación es hoy de u$s 480.000.- y
del orden de u$s 300.000.- para los
años sucesivos, luego de haber
registrado una baja significativa en
su costo original de u$s 750.000.-
para el primer año. La gran mayoría
de quienes conforman el universo que
debe financiarlo no está en
condiciones de hacerlo.
No está de más decir, que
comprendemos a quienes padecen un
problema de salud y a sus
familiares, cuando exteriorizan sus
solicitudes de cobertura. Entendemos
que todas ellas son válidas. No debe
ser quien debe enfrentar una
enfermedad el que deba discernir
como afrontarlas y financiarlas.
Todos podemos estar en una situación
similar.
Es el estado quien debe regular qué
prestaciones se deben dar y cómo
deben ser económicamente
solventadas.
En este escenario, se hace necesario
generar un mecanismo que permita
establecer en qué casos la nueva
tecnología implicará un salto
cualitativo para la salud y cuál
será el costo que se tendrá que
afrontar. Por eso es fundamental que
el Estado establezca una
reglamentación que regule esta
situación y encuentre un justo
equilibrio que permita seguir
brindando al paciente y su familia
la prestación necesaria y contención
debida. Es por eso que abogamos por
una pronta puesta en marcha de la
Agencia Nacional de Evaluación de
Tecnología Sanitaria ya que
permitirá evaluar cuál es la
contribución real de las nuevas
tecnologías, y estimar si el costo
de hacerlo es acorde con el
resultado que a su vez proporcionan.
De no ser así más cañones se sumarán
a la torre.
No se trata de limitar el sistema de
salud, sino de llevar a cabo un
análisis de la situación y
planificar un sistema que contemple
a todos los actores. Sería un error
pensar que sólo una parte del
sistema puede afrontar todos los
impactos sin ver afectada su salud
económica.
Por otra parte, otros factores
inciden drásticamente sobre la
situación que hoy atraviesa el
sector, las medidas cautelares son
uno de ellos, hasta mediados de
octubre de 2017, los pedidos
judicializados, en su gran mayoría
por causas no incluidas en el PMO
(Plan Médico Obligatorio) ni en la
contratación de servicios,
aumentaron un 30% respecto de 2016.
Asimismo, en un altísimo porcentaje
estos casos no revisten riesgo de
vida. La judicialización comienza a
ser parte de esta sobrecarga que
afecta a la torre en la medida en
que se constituye en una
coadministradora de sus recursos sin
tener mayor conocimiento del impacto
que la medida le causará. Los
amparos judiciales se convierten en
más y más cañones.
De lo que se trata entonces es de
generar un nuevo marco jurídico y
una interpretación de la
Constitución que permita que los
jueces puedan incluir en sus
decisiones las eventuales
repercusiones económicas que
impactan sobre el sistema de salud,
y las consideraciones sobre el
costo-beneficio realizadas por un
organismo estatal independiente.
Por otra parte, la justicia debería
recordar que la ley no ampara el
ejercicio abusivo de los derechos
individuales cuando éstos impactan
sobre el interés general, afectando
los derechos de incidencia
colectiva. En este sentido, y
volviendo a la metáfora inicial, nos
preguntamos: ¿hasta qué punto la
torre podrá sostener nuevos cañones
sin colapsar?
Otro factor, que no debemos omitir,
es la inclusión de nuevas coberturas
mediante el dictado de leyes sin
legislar cómo se debe financiar. Más
cañones sin duda.
La Argentina debe incorporar, como
ya dijimos, a la brevedad la Agencia
Nacional de Evaluación de Tecnología
Sanitaria, como ocurre en países
como Gran Bretaña, Alemania, Brasil,
México o Colombia, permitiendo que
el PMO establezca claramente qué
prestaciones se deben brindar en
forma taxativa, definiendo un techo
para su cumplimiento, y no se
convierta en un cheque en blanco de
exigencias inciertas no acordadas, y
cuya responsabilidad debería asumir
el Estado como garante del derecho
universal a la salud.
Lo cierto es que la torre no resiste
más cañones, y lo que necesita es un
Estado que promueva un sistema de
salud equitativo y solidario. La
torre no puede ser otra cosa que
torre y soportar la carga para la
cual fue construida. Asignarle
funciones indiscriminadas tendrá
como resultado su total colapso.
(*)
Federación Argentina de Obras
Sociales del Personal de Dirección
|