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Entre las muchas falencias de nuestro campo sanitario,
vale la pena detenerse en un área que resulta básica,
pero que se encuentra relegada. Me refiero a la
enfermería, cuyos profesionales que la integran
constituyen un pilar fundamental, aunque subestimado,
del campo sanitario. La mayor parte de la atención
asistencial directa la realizan los y las enfermeras,
pero lamentablemente, como en tantas otras cuestiones,
nuestro país adolece de una falta significativa a este
respecto.
Con apenas dos o tres enfermeros cada 10.000 habitantes,
no cumplimos siquiera con el mínimo indicado por la
Organización Panamericana de la Salud (OPS), que indica
cuatro cada 10.000. Pero lo cierto es que en España
están preocupados porque consideran que tienen un número
muy bajo con 40 enfermeros cada 10.000 habitantes. En
EE.UU. y en Canadá el número ronda los 100, mientras que
Finlandia, con una tasa de 150, lidera la estadística.
Ninguna de estas cifras es definitiva, ya que su
fiabilidad ha sido cuestionada en varios países, pero
ilustran el panorama general. Aunque, como decía Albert
Einstein: “no todo lo que cuenta puede ser contado, y no
todo lo que puede ser contado cuenta”.
Efectivamente, el problema no es solamente cuantitativo.
No se trata numéricamente de contar con profesionales
capacitados y especializados. Si nos adentramos en la
realidad, los datos del Sistema de Información Sanitario
Argentino indicaban que, en el 2017, de las 179.175
personas matriculadas en el campo de la enfermería, sólo
el 11% eran licenciados, el 40,95 % técnicos, y el 48,04
% auxiliares, con una formación de apenas un año.
Téngase en cuenta que, según un estudio publicado en la
revista The Lancet, un incremento del 10% del número de
enfermeras con estudios universitarios se traduce en un
descenso del 7% en el riesgo de muerte.
El desarrollo de esta profesión debe estar abierto al
despliegue del área médica, para acompañar sus
conocimientos y destrezas en las distintas
especialidades. En una época signada por el avance
científico tecnológico, la enfermería requiere de una
configuración armónica y sinérgica con los cambios
constantes, ya que es un componente básico en el
ensamble asistencial. En un tiempo, la cardiología, la
gastroenterología y la neumología eran especialidades de
la medicina. Hoy, éstas generaron ramas secundarias y
terciarias y, con sus crecientes complejidades, surgen
nuevas tareas específicas, que requieren de enfermeros
para acompañar esta diversificación. Claro que todo se
dificulta cuando la realidad muestra que faltan
“maestros” con conocimientos y pericia en el desarrollo
de los procedimientos a aplicar desde el vínculo humano
hasta la sinergia instrumental.
En los últimos años, esta carencia obligó a buscar
incentivar la carrera de enfermería, que todavía cuenta
con pocos atractivos y, en muchos casos, se ve como una
salida laboral rápida, que relega una continuidad y
profundización de esta profesión. En este sentido, se
lanzan planes, becas y hasta doctorados en enfermería,
pero lo cierto es que la mayoría responde a iniciativas
de Universidades y Clínicas privadas, con buena
formación, pero que traducen la falta de una
planificación pública nacional. Es decir, inversión
privada con subvención pública encubierta, pero sin una
planificación pública nacional para todo el País.
Entonces, ¿desde dónde se diseñan los nuevos programas
de formación? ¿Sobre la base de qué requerimientos?
¿Quién coordina su distribución territorial? ¿A partir
de qué mapa sanitario operacional? En definitiva, ¿dónde
se obtiene la información para responder a lo aquí
interrogado? Una vez más, vale enfatizar la ausencia de
un real, actualizado, y no sólo enunciativo,
Observatorio Nacional de Salud como condición básica
para un Sistema Federal Integrado de Salud.
DE LONDRES A BUENOS AIRES; DE
AYER A HOY
Vale la pena recordar que la fundadora de la enfermería
en nuestro país, Cecilia Grierson, fue la primera mujer
en graduarse de médica en el año 1889. Para entonces ya
había desarrollado la primera escuela de enfermeras de
América latina que funcionaba en el Círculo Médico de la
Capital Federal. También fundó la Sociedad Argentina de
Primeros Auxilios y la Sociedad de Obstetricia Nacional.
“Res non verba”, la expresión en latín que significa
“hechos, no palabras”, era el lema que ella había
adoptado como guía para su profesión.
Grierson, a su vez, siguió los pasos de Florence
Nightingale, considerada una de las pioneras de la
enfermería moderna y creadora del primer modelo
conceptual de esta ocupación. Ella sentó las bases de la
profesionalización, estableciendo en 1860 su escuela de
enfermería en el hospital Saint Thomas de Londres,
primera escuela laica de esta especialidad en el mundo.
Sus aportes fueron básicos para la planificación y
organización hospitalaria y para la comprensión del
concepto de asistencia médica. Es ella la que inspiró la
Fundación de la Cruz Roja Internacional, que todavía
otorga la Medalla Florence Nightingale para las
enfermeras que han dado atención excepcional a los
enfermeros y heridos en la guerra o en la paz.
Hoy en día, el Reino Unido, que cuenta con uno de los
mejores servicios de salud pública del mundo (en parte
debido a su enfermería), sufre la falta de personal a
causa del Brexit. Es que, tras el abandono del país de
la Unión Europea, los extranjeros que ejercían como
médicos y enfermeros también abandonaron la isla. El
Servicio Nacional de Salud (NHS) alcanzó el récord de
40.000 puestos vacantes sólo de enfermería tras este
suceso. La cuestión no es menor ya que si el NHS ha
logrado mejores resultados en salud que países como
Francia, que con una población similar cuenta con el
doble de camas hospitalarias, es justamente por la
eficiencia de su personal.
En nuestro país, la desarticulación entre los actores
del sistema sanitario, las bajas remuneraciones y las
particularidades de la cultura local que privilegia la
figura del médico hace que en los eslabones
fundamentales de la atención de la salud -como la
prevención, curación y rehabilitación- no cuenten al
presente con la participación cuantitativa y cualitativa
que el rol de la enfermería requiere.
Los enfermeros deben ser, y considerarse, profesionales
de la salud, no meros auxiliares. Pero para ello debe
incrementarse el prestigio, la remuneración, la
capacitación, entre otras cosas. A su vez, los
enfermeros líderes deben involucrarse en el desarrollo
de programas para mejorar los servicios sanitarios.
Ellos tienen el conocimiento práctico, que en el campo
médico resulta esencial. Téngase en cuenta, por caso,
que en otros países, el desarrollo de esta profesión les
posibilita llegar a ocupar la Dirección de Hospitales.
Recordemos a Héctor Noblía (Ministro de Salud entre 1958
y 1962) quien priorizó la enfermería a fin de invertir
la proporción argentina de cuatro médicos por enfermero,
mientras que la Organización Mundial de la Salud (OMS)
establece como relación ideal un médico cada tres
enfermeros. Esto sucedía mientras Risieri Frondizi, al
frente de la Universidad de Buenos Aires, creaba en
aquellos años la Escuela de Salud Pública.
En una palabra, debemos recuperar el rol del Estado, el
de la Universidad y el de las Instituciones
Asistenciales para que, en articulación armónica y
permanente, cumplan las pautas de un plan integral que
tienda a solucionar las distintas carencias de la Salud
Pública que aquejan al campo sanitario argentino.
Director Académico de la Especialización en
“Gestión Estratégica de Organizaciones de Salud”
Universidad Nacional del Centro (UNICEN).
Autor de: “Claves Jurídicas y Asistenciales para
la Conformación de un Sistema Federal Integrado
de Salud” - Editorial Eudeba (2012) - “Salud y
políticas públicas” - Editorial UNICEN (2016) |
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