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La evaluación económica es una parte fundamental de
todo proceso de decisión, siendo esencial en contextos
con limitación de recursos. Así, en los servicios y
sistemas de salud se evalúan frecuentemente la inclusión
o no de una u otra tecnología o producto. (Drummond –
Torrance). Las decisiones en políticas públicas deben
nutrirse de los conceptos de financiamiento que aportan
las bases conceptuales, metodológicas, y de evaluación
económica para que tengan el sustento práctico y claro
de aporte económico necesario tanto en su desarrollo
como en la medición del efecto del beneficio al pueblo
(Carrillo – Oñativia).
Como ejemplo ilustrativo los decisores solemos pensar
con los dos hemisferios. Por uno pasa la prestación del
caso médico en su contexto y por el otro el costo o
inversión que ello significa. Ese “cuerpo calloso” al
que me refiero son los parámetros y procesos de la
evaluación económica que une a ambos hemisferios por
pensamientos. La farmacoeconomía, la evaluación de la
tecnología sanitaria, la medicina basada en la evidencia
y hasta el sentido común están presentes. Por su parte
el Estado se resguardará en la Medicina Basada en la
Sentencia (Valcarcel 2015), por medio de los recursos y
el amparo.
Los médicos solemos pensar más allá de nuestra formación
específica con una tendencia a lo prestacional, pero en
las políticas públicas, en los servicios y sistemas de
salud eso no alcanza. El análisis metodológico es
necesario. Siempre desde el contexto de nuestro país, y
a modo práctico debemos ser concretos: “El fin es uno o
único por marco lógico y además tiene la característica
de que no se cumple en un período corto y no depende
exclusivamente de nuestras acciones, depende de muchas
otras”.
El largo plazo representa continuidad y fidelización y
el corto plazo que representa rentabilidad y también
parte del efector (institución o empresa).
La gran mayoría de las evaluaciones que transcurren en
ese “Cuerpo Calloso” son costo/efectividad o
costo/utilidad donde el producto no es en pesos. En
nuestra economía sanitaria (fuere Pública por el Estado,
por las Obras Sociales o Privada por el sistema
prepago), siempre existen un financiador, un
beneficiario y, un efector, y supongamos que para el
financiador es más económico que el beneficiario esté
con un sistema de atención por profesionales a los
cuales se les paga más. Entonces la relación de agencia
es tener al paciente en esa situación permanente cuando
en realidad no la necesita dado que se podría resolver
con otras.
Aquí no sólo estamos midiendo lo económico también
estamos midiendo las intervenciones de la calidad de
vida (todo aquello que le permita favorecer al
beneficiario). Y además la otra relación de agencia es
con la familia. La misma puede instalarse en una
situación por comodidad y no por necesidades. En cuanto
a las ventajas y desventajas de la modalidad de pago de
los recursos sanitarios en la gestión de personas, la
modalidad de pago para captar recurso crítico como es el
de enfermería es como suele ser monotributistas y no en
relación de dependencia.
Siempre es interesante en el análisis del eje el
concepto “Es muy difícil integrar lo que no se tiene por
información o aprendido”. Esta expresión se la toma como
una visión integradora.
En estos análisis no se recomiendan los supuestos de
“rol” dado que “algunos editores de manuales de este
proceso incluyen en sus libros una advertencia bastante
clara en la que se indica al lector que los juegos de
rol no tienen nada que ver con la vida real y que son
simplemente un entretenimiento ficticio”.
Aquí la comprensión y la claridad de la devolución suele
ser un factor permanente de corrección en el
pensamiento. El médico debe incorporar conocimientos
sobre economía a su práctica clínica, con tres
objetivos: La perfección en medicina se consigue
mediante la eficiencia, pero previamente hay que
alcanzar la efectividad.
La ética médica exige la consideración del coste de
oportunidad en las decisiones diagnósticas y
terapéuticas.
Los pacientes eligen las utilidades relevantes (las
acciones clínicas principales). (Ortún Rubio 2012)
Para el final debemos recordar que, la “estrategia” para
la prevención es un enfoque clínico de la medicina
preventiva que centra sus esfuerzos en las personas
necesitadas con los niveles más altos del factor de
riesgo (“la minoría desviada con alto riesgo”) y utiliza
el marco establecido de servicios médicos. En otras
palabras, es “una operación de rescate dirigida a
personas vulnerables”. Las debilidades principales de la
estrategia de alto riesgo son: la prevención puede ser
medicalizada; el éxito puede ser paliativo y temporal;
la contribución al control general (de la población) de
una enfermedad puede ser pequeña; la intervención
preventiva puede ser inadecuada o insostenible desde el
punto de vista conductual o cultural (Rose G, 1991).
Todo dependerá del cambio dentro del cambio de
paradigma, de la macro y microeconomía y el rumbo de la
ingeniería política a implementar en salud.
(*)
Título Médico.
Magíster en Administración de Sistemas y Servicios de
Salud. UBA - FSG. Doctorando en Ciencias Éticas,
Humanísticas y Sociales Medicas. UBA |