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Una definición “formal” de Gestión Clínica es dirigir,
administrar los recursos, lograr los objetivos y metas
propuestos. Lo anterior exige coordinar y motivar,
articular adecuadamente tanto a las personas como a los
recursos materiales de una organización para que esos
objetivos se alcancen en un contexto de eficacia y
eficiencia. La definición del John Hopkins Hospital
(USA) para la gestión clínica, es muy interesante:
proceso de rediseño organizativo, cuyo objetivo, es
involucrar al profesional sanitario, esencialmente
médico, en la gestión de los recursos utilizados en su
propia práctica clínica. (Muestra la relación existente
entre la Gestión Clínica y la reorganización de los
procesos asistenciales, y como tal, es mejor que esto lo
efectúe quien lo ejecuta). Técnicamente es un término
polisémico, es decir cuando una misma palabra o signo
lingüístico tiene varias acepciones o significados.
La gestión clínica como estrategia logra congeniar a la
buena práctica clínica (eficacia - efectividad) con una
adecuada descentralización en la toma de decisiones y en
la asignación de los recursos (eficiencia) sin descuidar
las expectativas de quienes reciben nuestros servicios
(satisfacción de usuarios). La finalidad última de la
gestión clínica es la de implicar al profesional
otorgándole una responsabilidad sanitaria y social
acorde con la discrecionalidad de sus decisiones. Las
políticas sanitarias (macrogestión) pierden efectividad
si no logran alinear a los actores implicados en la
gestión de servicios (mesogestión) y por sobre todo a
quienes diariamente toman millares de decisiones
clínicas, diagnósticas y terapéuticas (microgestión). Es
el acercamiento de los clínicos o médicos asistenciales
a la gestión, evitando el conflicto de intereses que se
puede plantear entre médicos y gestores, entre
presupuesto y gasto. La transferencia de la
responsabilidad de gestión en la actividad clínica a los
profesionales puede posibilitar la integración de la
actividad asistencial y gestión de recursos, mejorando
globalmente la calidad de servicios. (Establece el
concepto en la necesidad que confluya la lógica
asistencial con la de la gestión, mediante la
integración efectiva de la actividad asistencial y la
gestión de los recursos). En la actualidad los pacientes
exigen a la medicina, más de lo que ésta puede darle y
creen siempre que las cosas no marchan bien, que el que
tiene enfrente es un médico que no está informado, o que
no está accediendo a la solución de su problema por
cuestiones económicas.
El médico desde su formación y su práctica valora los
procedimientos diagnósticos y terapéuticos aislándose de
todo el entorno del paciente. Más aún, la proliferación
de las especialidades hace ver el problema del
diagnóstico médico en un órgano o una patología
específica, dejando de lado la entidad humana. Así se
observa al paciente en un limitado campo de acción. En
vez de pacientes nos encontramos con diagnósticos y
órganos enfermos. Todo el proceso de diagnóstico clínico
se circunscribe a establecer un diagnóstico y un
tratamiento consecuente. A ello se suma el proceso de la
“derivación” que lleva al paciente a ser visto por una
multiplicidad de profesionales aislados sin un enfoque
multidisciplinario. El conocimiento de indicadores
clínicos del funcionamiento asistencial y de los
servicios clínicos constituyen una herramienta útil en
la gestión clínica. El conocimiento del médico
asistencial de los indicadores de servicio (indicadores
de codificación, clínicos, de reingreso, de estancia
preoperatoria, de prescripción farmacéutica, de gasto
farmacéutico y de infección quirúrgica por tipo de
cirugía) e indicadores hospitalarios (mortalidad
evitable, mortalidad por infarto agudo de miocardio como
diagnóstico principal, mortalidad en 48 h tras cirugía
programada, tasas de prevalencia de pacientes con
úlceras de decúbito y tasas de prevalencia de
infecciones nosocomiales) forman parte del cuadro de
mandos. Los indicadores incluidos en el cuadro de mandos
transmiten a los servicios la información que necesitan
para la gestión clínica y constituyen un instrumento
útil para la mejora de la calidad asistencial y el
permanente fluido que debe existir entre el conjunto de
la decisión médica y la gestión sanitaria.
Pero nada podrá hacer la Agencia (AGNET) para frenar el
consumo impropio. Cuando nos preguntan porque subió sube
y subirá el gasto en salud la respuesta habitual es la
tecnología; las nuevas drogas, etc. En realidad, somos
nosotros los que pedimos exámenes para maratones,
colegios, gimnasios, y por si acaso. El gasto sólo se
atenúa con copagos, y volviendo al concepto de seguro de
enfermedad y no cobertura de salud. Por lo menos en
nuestra situación macro y microeconómica actual y con
dispersión, sumada a la fragmentación y el descreme
entre otros. Es por ello por lo que la CUS deberá ser
muy bien normada en el futuro del cambio permanente.
(*) Título Médico.
Magíster – UBA | FSG y Doctorando | UBA |