:: REVISTA MEDICOS | Medicina Global | La Revista de Salud y Calidad de Vida
 
Sumario
Institucional
Números Anteriores
Congresos
Opinión
Suscríbase a la Revista
Contáctenos


 


 


 

 

 

 

 

 

 

 

Federación Farmacéutica

 

 

 

 

 
 

 

:: Infórmese con REVISTA MEDICOS - Suscríbase llamando a los teléfonos (5411) 4362-2024 /  (5411) 4300-6119 ::
  

Opinión  


Progresar y humanizar

Por el Dr. Javier Vilosio (*)

 
Muchas personas creen que “el progreso” de las sociedades se expresa principalmente por su capacidad de adquirir permanentemente nuevas tecnologías. Y entre esas personas, claro, hay muchos profesionales de la salud.
Hay que darles la razón en cuanto a que son las herramientas -iniciando quizás con el palo que algún chimpancé aprendió a utilizar para vadear un arroyo- factores decisivos a la hora de acelerar y modelar el desarrollo de nuestra vida social, la producción y el intercambio de bienes materiales y simbólicos que han transformado drásticamente la vida de las personas a lo largo de la breve historia de la humanidad; lo cual viene sucediendo, además, en forma cada vez más veloz en los últimos siglos.
Indudablemente la curiosidad, la iniciativa, la inteligencia, y la voluntad de modificar las condiciones impuestas por la naturaleza a su propia existencia son algunos rasgos característicos de la humanidad. Tanto como aparentemente también lo son la codicia, y la crueldad.
Pero esa interpretación tan difundida del “progreso” es, además de comprensible y simplista, engañosa.
En Medicina esta creencia es especialmente poderosa por múltiples razones. Pero enfatizaremos en estas líneas en la concepción consumista de la vida en general y, en lo referente a la utilización de servicios de salud, en la dinámica propia de un mercado de enormes dimensiones a escala planetaria.
El optimismo tecnológico se fundamenta en los evidentes progresos obtenidos por la humanidad en términos de supervivencia y calidad de vida. Y es evidente que la parte del mundo que disfruta especialmente de esos progresos tiende a pensar que así seguirá siendo, en una progresión virtuosa.
Sobran evidencias de la no linealidad del progreso: basta mencionar que habiendo transcurrido 170 años desde las observaciones de Semmelweis, el lavado de manos en las instituciones sanitarias sigue siendo un desafío para la salud pública.
Una mirada menos ingenua y más inquisitiva sobre la utilización del conocimiento debiera permitirnos entrever al menos la enorme complejidad de los procesos culturales, sociales y económicos detrás de los paradigmas de la ciencia, la producción tecnológica y particularmente su aplicación en el campo de la salud, en cada época de la historia.
Aparentemente por cuestiones cognitivas las personas tendemos a pensar en términos lineales, de causa-efecto. En la otra vereda, el pensamiento o la interpretación de la complejidad requieren un esfuerzo intelectual o afectivo poco promovido (cuando no francamente desalentado), y bastante incómodo.
El actual debate sobre la calidad -y la intencionalidad- de la investigación científica y tecnológica en salud que incluye la evidencia de graves problemas de conflicto de interés entre financiadores, investigadores y revistas, sesgos, fraudes, ocultamientos, incentivos ilegales, etc., pone en cuestión, al menos en ciertos ámbitos atentos a la problemática, la fiabilidad del conocimiento sobre el que giran tanto la asistencia sanitaria como los engranajes de un extraordinario aparato industrial y comercial y sus consecuencias sociales y políticas. Y ésas son unas bases que hasta ahora considerábamos muy sólidas.
Es imprescindible promover miradas y discusiones críticas sobre los paradigmas del progreso, y el papel que nos corresponde a los profesionales de la salud en el marco de unas definiciones y acuerdos sociales que, para más complejidad, exceden a la visión de los servicios de salud.
Visto así, es mucho más difícil adherir al generalmente interesado discurso de los predicadores del paraíso en la Tierra, o a los del Cataclismo final. Ni blanco, ni negro, todo parece indicar que el futuro transcurrirá en un escenario de múltiples matices, avances y retrocesos, luces y sombras. Nuevas soluciones y distintos problemas. Y, en líneas generales, con progresivo mayor deterioro del entorno biológico y social en el cual vive gran parte de la humanidad.
Y es que nunca ha sido “gratuito” el avance de la cultura sobre la naturaleza; tal como corresponde a la interacción de las partes en sistemas cuya complejidad en algunos casos solo conocemos muy poco, o apenas podemos intuir.
Mientras, acuciados por las urgencias que impone un sistema sanitario permanentemente al borde del quebranto y sometido a extraordinarias presiones sectoriales e intereses diversos y contrapuestos, asumimos la avalancha tecnológica casi como un hecho natural, no cultural o político, y discutimos nuevas herramientas tecnológicas para el control de daños producidos por una dinámica que nos aleja progresivamente de la esencia humana de la atención al bienestar de las personas.
Es, entonces, imperativo que los profesionales de la salud también promovamos y nos involucremos en la discusión moral, política y ética sobre los principios y valores que deben guiar el desarrollo y la utilización de estas herramientas; cuestiones que no deberían estar libradas a las fuerzas del mercado.
Afortunadamente se suman voces para recordarnos la necesidad de humanizar la práctica médica. Lo cual, por otra parte, no deja de ser alarmante: sabemos que es imperioso reenfocar nuestras prácticas y nuestras organizaciones para poner en el centro la atención de las necesidades de las personas; y eso nos lleva a una pregunta incómoda pero necesaria: si no estamos pensando en las necesidades de las personas ¿Para quién estamos trabajando?

(*)  Médico. Máster en Economía y Ciencias Políticas..

 

SUMARIO

 

Copyright 2000-2019 - Todos los derechos reservados, Revista Médicos