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La elección de un nuevo mandato de gobierno debería ser
una oportunidad para debatir profundamente nuestra
realidad sanitaria, y sobre todo propuestas superadoras.
Lamentablemente, sin embargo, la salud no ha sido un
tema prioritario de la campaña electoral. Ello no
significa que no existan declaraciones de rigor, e
incluso voces pertinentes, pero que no alcanzan la
dimensión de un tema público de agenda, cuando debería
serlo, pues en ello se juega nada menos que la vida y la
salud de toda la población.
Existen numerosas crónicas del sinsentido del área
sanitaria pero pocas alternativas coherentes para la
misma. No puedo dejar de señalar el recurrente
“gatopardismo” que busca cambiar todo para que nada
cambie, o lo que se denominó falsa petición humanística,
es decir, propugnar aquello que no se concretó cuando
pudo haberse hecho.
Los nombres de Secretaría o Ministerio tienen peso
simbólico, pero por sí no cambian nada de lo que hay que
cambiar. Modificaciones en las compras de medicamentos
son deseables para no malgastar el erario público, pero
resulta además indispensable rever los criterios de
medicación. Comprar más barato lo que no se debería
comprar sigue siendo un error.
De fondo, vivimos hace décadas en una inercia sanitaria,
con movimientos que modifican algo para no modificar
nada. O como dijera Edgar Faure, ministro francés, “la
inmovilidad se ha puesto en marcha, y no sé cómo
detenerla”. Necesitamos que la salud llegue al debate
democrático para que la democracia llegue a la salud.
Ello implica una reforma integral que conlleva
necesariamente un gran acuerdo sanitario, y no meras
reformas aisladas.
Debemos afrontar la complejidad de una dimensión como la
salud que atraviesa todo el cuerpo social. Desde la
infraestructura, a la matriz productiva, los flujos
migratorios, la biodiversidad y la heterogeneidad
cultural, por no hablar de la profunda desigualdad
económica, la dimensión territorial, y un largo
etcétera.
No podemos limitarnos a los deseos, o al inconsistente
lema que concatena necesidades con derechos, sin
advertir que faltan recursos, obligaciones y controles.
En otras palabras, debemos atender a la cascada
conceptual que nos recuerda que no hay deseos sin
estructura; estructura sin sistema; sistema sin función;
función sin órgano; órgano sin finalidad.
Existen avances en algunos ejes de debate, que debemos
rescatar para que no se pierdan en la maroma discursiva.
Se ha planteado, por caso, la necesidad de integrar al
sector público y privado, aunque sólo sea en la atención
primaria, en vez de estrategias unilaterales del sector
público. Pero deben ser acompañadas por la audacia
política de tocar puntos sensibles e intereses fuertes.
Se requiere de articular y negociar, teniendo en cuenta
los distintos poderes, tanto los estatales, como el
Ejecutivo, Judicial y Legislativo, así como los de la
llamada sociedad civil, como el poder Sindical, la
Prensa, la Burocracia, las corporaciones, entre otros.
El Estado Nacional debe liderar la opinión pública para
que acompañe en la conquista de sus necesidades y no
limitarse a consentirla en el reconocimiento de sus
deseos superficiales, lo que implica confundir
necesidades objetivas de las personas con la demanda de
consumidores. Además, la oferta crea su propia demanda,
lo cual constituye un peligro en salud. Sería más
adecuado, entonces, suplantar el planteo de oferta y
demanda en salud, por la dupla de producción de
servicios sanitarios y consumo de atención médica
oportuna, adecuada y equitativa.
LA SALUD NO ESPERA
La crisis actual golpea a los subsectores inmersos en
una profunda anomia. Tenemos reclamos como:
1. Falta de financiamiento.
2. Deuda con las obras sociales: 10 mil millones en alta
complejidad.
3. Necesidad de acuerdo con los laboratorios.
En este ámbito, debemos pasar de la discusión
político-técnica a la reflexión y el pensamiento
crítico. Abandonar el compromiso de palabra y las
propuestas de ajuste y perfilamiento, y afrontar el
efecto ocaso que requiere un cambio de paradigma y un
nuevo diseño organizacional. Debemos plantear la
necesidad de enfrentar el término fragmentación que
oculta dilución de responsabilidad, complicidad,
inconsciencia, etc. En definitiva, la injusticia. Y
restablecer valores elementales como la fraternidad,
además de la libertad y la igualdad.
La realidad no espera. Estamos en una crisis
humanitaria. Reclamo no es propuesta, y participación no
es paritaria. Participar es contribuir a superar el
estado de caos que desgarra el tejido social, y
apuntalar la prioridad: restaurar una vida digna.
La realidad nos muestra todo lo contrario. Intereses que
se imponen sobre los valores morales, el negocio se
impone sobre la medicina, y las finanzas sobre la salud.
Es lícito y lógico que empresas vinculadas a la salud se
preocupen por la devaluación del peso, lo que resulta
cruento es la devaluación moral que implica que a ello
se reduzca el debate sanitario. Si de dinero se trata,
más que su falta debería preocupar su distribución.
Además de concentrarse en un 95% en curación y apenas un
5% entre prevención e investigación, tenemos errores de
la medicación, gastos superfluos en tecnología médica, y
procedimientos indebidos.
OPORTUNIDAD Y DESAFÍO
Es tiempo de decisión política, responsabilidad
profesional y participación ciudadana. El Pacto Social
que se pregona debe incluir un acuerdo para una gestión
adecuada en salud a fin de alcanzar un nivel de equidad
social. Para ello se requiere de:
a. Diseño de una política
b. Planificación estratégica
c. Capacidad de gestión
d. Transparencia moral
Para lo cual se necesita de flexibilidad táctica,
consistencia estratégica y agilidad logística.
Para terminar, me permito apuntar en forma de pregunta
algunos de los desafíos que debe afrontar esta verdadera
gesta democrática.
• ¿Cómo superar la
fragmentación actual que alcanza un grado de anomia e
injusticia?
• ¿Cómo aprovechar
los recursos dispersos, sino con una integración de los
subsectores?
• ¿Qué implica
producir salud para las necesidades de la población, en
vez de ofertar salud para las demandas de consumidores?
• ¿Cómo fortalecer
el rol del Estado Nacional como rector y regulador, y
cómo articularlo con el federalismo sin caer en la
autonomización que deja a su suerte a cada jurisdicción?
• ¿Cómo alcanzar una
planificación estratégica si no contamos con un
Observatorio Nacional de Salud, un mapa sanitario y un
ordenamiento territorial?
• ¿Cómo involucrar a
la población para que participe de la reforma?
• ¿Cómo articular
intereses y hasta valores diversos, manteniendo las
responsabilidades asimétricas?
• ¿Cómo involucrar a
las Universidades, en su insustituible rol de formadores
profesionales? ¿Cómo a los colegios médicos?
• En síntesis, cómo
coordinar los componentes de financiador, prestador,
proveedor y usuario.
En definitiva, cómo salir de la lógica del reclamo, de
la crónica y del parche, para ingresar en el camino de
la propuesta y de la transformación superadora.
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Ignacio Katz, Doctor en Medicina - UBA. Director
Académico de la Especialización en “Gestión
Estratégica de Organizaciones de Salud”
Universidad Nacional del Centro - UNICEN. Autor
de: “La Fórmula Sanitaria” Eudeba (2003).
“Claves Jurídicas y Asistenciales para la
Conformación de un Sistema Federal Integrado de
Salud” - Editorial Eudeba (2012). “Argentina
hospital. El rostro oscuro de la salud” - Visión
Jurídica Ediciones (2018) |
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