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Todo
cambio de gobierno trae aparejado un
período de expectativas e
incertidumbre acerca de lo que
vendrá.
En materia de salud, existen varios
indicios que avizoran avances por la
buena senda.
En primer término, la designación
como ministro de un viejo conocido
por todos nosotros, hace que
aparezcan de antemano algunas
certezas que seguramente no son tan
visibles en otras áreas de gobierno.
Además, el retorno a la categoría de
Ministerio constituye una novedad
más que elogiable. No es un tema
menor el rango que se le otorga a
esta dependencia de la
Administración. El hecho de
colocarlo en el nivel de un
Departamento de Estado, Dirección
Nacional, Subsecretaría, Secretaría
o Ministerio refleja de modo directo
la importancia que le otorga el
gobierno a la salud. Todavía
emociona el recibimiento que tuvo el
actual ministro de Salud de la
Nación, Ginés González García, en la
presentación de su equipo, al grito
repetido de los asistentes de “Salud
es Ministerio”. Cuestiones
vinculadas con restricciones
presupuestarias o búsquedas de
disminución del déficit fiscal, no
nos parecen argumentos suficientes
como para justificar la disminución
a la categoría de Secretaría. Más
aun cuando, en el caso, observamos
que algunos Ministerios continuaron
manteniendo ese grado, más por el
poder político circunstancial de
quienes ocupaban determinadas
carteras de gobierno, que por
verdaderas razones de Estado.
Por otra parte, unos días antes de
asumir como ministro, Ginés Gonzáles
García, con respecto a las nuevas
prestaciones que se fueron
incorporando al PMO durante el mes
de noviembre pasado, por parte del
gobierno anterior, textualmente
dijo: “Nadie puede estar en
desacuerdo con la incorporación de
nuevas prestaciones. El problema de
este gobierno es que hizo un
desastre de la economía argentina,
por lo cual el sistema de obras
sociales y el PAMI están
desfinanciados. No pueden pagar hoy
lo que deben pagar y están
acumulando deudas graves. Después de
no haber hecho nada y no haber
cumplido con cosas tan esenciales
como las vacunas, se les ocurre
dinamitar el PMO agregando en los
últimos 15 días una cantidad de
prestaciones que no tienen asegurado
el financiamiento. Porque ya lo que
tiene que dar el sistema no tiene
cómo pagarlo. Con lo cual, si no es
mala intención o no es entorpecer el
futuro, es irresponsabilidad
absoluta de los gobernantes”.
De esta afirmación se desprenden
diversas cuestiones, entre ellas, la
introducción referida a que
seguramente todos los argentinos
estamos contentos en la inclusión de
nuevas prestaciones de salud, pero
no de modo irracional. Más adelante,
el actual ministro señaló, en otras
palabras, que no se puede agregar
cobertura sin el reflejo del
financiamiento necesario para ello.
Estamos convencidos que una deuda
pendiente que tenemos, no solamente
el sector vinculado con la salud;
sino toda la sociedad argentina, es
el discutir de modo maduro y serio,
cómo se financian las prestaciones
que deben dar tanto las obras
sociales, como las empresas de
medicina prepaga. Oímos y reiteramos
de modo permanente, en distintos
foros, la irresponsabilidad que
significa dictar cualquier tipo de
norma -ley, decreto, resolución-,
agregando coberturas al PMO, sin
ningún tipo de análisis relacionado
con la forma en que serán
financiadas. Todos queremos tener la
mayor cantidad de cobertura posible,
pero ni aquí ni en ningún país del
mundo ello se produce de modo
infinito porque, precisamente, los
recursos para afrontarla no lo son.
Como lo dijimos en otras
oportunidades en esta revista, la
suma de los aportes de los
trabajadores, más las contribuciones
de los patrones, los recursos del
Fondo Solidario de Redistribución y
los subsidios recibidos por las
obras sociales SANO, SUMA 65, SUMA,
SUMARTE, hoy resultan insuficientes
para poder enfrentar los costos
crecientes de la inflación en
materia de Salud -aun superior al
costo de vida-, de los nuevos
medicamentos, de tratamientos
especiales, etc.
Toda esta situación nos obliga a
aguzar el ingenio para mejorar el
financiamiento. Resulta inequívoco
que, si el propio gobierno tiene
como política asociar la cobertura
con la prestación, el camino es el
deseado.
Seguramente, cuando se haya editado
esta revista, también estará
aprobada la emergencia sanitaria
que, entre otros temas, faculta al
Ministerio de Salud a restablecer el
suministro de medicamentos e insumos
en las instituciones públicas,
garantizar el suministro de
medicamentos para tratamientos
ambulatorios a pacientes en
condiciones de alta vulnerabilidad
social y el acceso a medicamentos e
insumos esenciales para la
prevención y el tratamiento de
enfermedades infecciosas, y a
considerar de modo especial la
situación de crisis por la que están
atravesando numerosas obras
sociales, muchas de las cuales no
por mala administración; sino por la
significativa baja de trabajadores
aportantes en los últimos años, el
alto costo de la salud y la falta de
relación -como dijimos- entre
cobertura y financiamiento y, en ese
sentido, suspender la incorporación
de nuevas prestaciones,
medicamentos, procedimientos
terapéuticos y diagnósticos y
tecnologías médicas al PMO, con
excepción de aquellas que resulten
de extrema e impostergable necesidad
sanitaria y contribuyan a disminuir
los costos de la salud.
Esperemos que estas señales sean la
antesala de políticas permanentes en
materia de salud por el camino
correcto.
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