|
La nueva conducción de CEMPRA inició
su mandato poco antes de la
devaluación del mes de agosto que
terminó de desequilibrar el sistema
de salud. A pesar de las febriles
negociaciones con el Gobierno
intentando buscar medidas que
contribuyeran a paliar la crisis
provocada por los costos dolarizados
en el marco de una inflación
galopante, la carga de la
judicialización y las prestaciones
extra sanitarias que afronta el
sistema privado, no se lograron
avances. El fracaso del diálogo
llevó al aumento de cuotas, un
remiendo volátil, que se traduce en
la migración de afiliados hacia
planes más económicos o hacia otros
sistemas.
Cuando hablamos de reconstruir es
porque el sistema está dañado en
grado extremo y nadie quiere
asumirlo. La negación de los hechos
es quizás la parte más agobiante
pero también quizás lo más grave.
Hoy la salud no es sustentable y de
eso debemos hacernos cargo. Los
gastos son mayores que los ingresos.
Todos los componentes del sistema
sanitario están desfinanciados y la
calidad de cobertura y atención está
deteriorándose rápidamente. Los
pacientes sienten las consecuencias
del desfinanciamiento en las listas
de espera de cirugía, restricciones
en estudios y medicamentos, demoras
en los turnos, aumento de los
copagos, nuevos planes más caros y
de menor cobertura, etc.
Este escenario es aún más grave para
las empresas pequeñas y medianas,
muchas de las cuales ya están contra
las cuerdas. Hoy el Estado, tanto el
Ejecutivo como el Poder Legislativo
y el Judicial, está atacando al
núcleo de valor de la asociatividad
de la sociedad, estableciendo
medidas que la desorganizan y
debilitan. Un ejemplo de ello es que
los sistemas deben atender las
demandas de personas que están
afuera de estos sistemas, con la
eliminación de tiempos de carencia y
regímenes de preexistencias. El
Gobierno, que sabe que estas son las
consecuencias de políticas
irresponsables del Estado, en vez de
atacar el problema, meramente mira
sus consecuencias, como es el caso,
de la Resolución 1904 dictada por la
Superintendencia de Servicios de
Salud, que advierte el problema,
pero no plantea una solución
estructural.
¿CUÁLES SON LOS PROBLEMAS GRAVES Y
URGENTES POR RESOLVER?
Mientras el sector privado pone el
foco hoy en su propia supervivencia,
se plantean desafíos inéditos, como,
por ejemplo, cómo hacer frente sin
recursos al envejecimiento de la
población y sus consecuencias
sanitarias: enfermedades crónicas,
discapacidad, medicamentos de costos
millonarios y creciente demanda de
cuidado especiales.
Es necesario innovar en la búsqueda
de soluciones.
El sistema sanitario es uno solo y
lo que se debe encontrar es un
equilibrio que optimice su
funcionamiento y cobertura y
eficientice la sostenibilidad del
conjunto.
Un concepto comparable sería el de
la educación. No podría hoy pensarse
el sistema educativo en el país sólo
con escuelas públicas o con
institutos totalmente privados,
porque las escuelas públicas
estarían colapsadas y las privadas
serían sólo accesibles a un
minúsculo grupo de élite.
Como ocurre en la educación, el
Estado, a través de la disminución
de la carga impositiva, puede
contribuir a que las cuotas sean
accesibles para un mayor número de
usuarios, descomprimiendo el sistema
público, y focalizando sus recursos
en la atención de las poblaciones
más vulnerables.
Otra medida para reconstituir el
equilibrio es la reformulación de la
atención de la discapacidad y las
enfermedades que requieren
tratamientos de alto costo (y
dolarizado). Debería canalizarse
toda la cobertura de estos pacientes
a través de un organismo único, de
financiamiento mixto, que sea
especializado, que cuente con la
última tecnología, que pueda
realizar compras centralizadas,
planificadas en base a estadísticas
y trabaje con protocolos
internacionales y validados de
atención.
Una experiencia exitosa en ese
sentido fue la compra conjunta de
Factor VIII de coagulación para
pacientes hemofílicos. Se unieron
por primera vez el Ministerio de
Salud, el PAMI, IOMA y otras Obras
Sociales y lograron reducir un 80%
el costo en la primera licitación.
Un ahorro de 1.500 millones de pesos
por año.
Hay que encontrar soluciones sin
recortar derechos. Y hay ciertos
aprendizajes que podemos tomar de
otros países que aplicaron políticas
sanitarias exitosas: poner un poco
de racionalidad en la utilización de
los recursos de salud (la
desmedicalización de la sociedad, la
desjudicialización de la salud,
utilizar protocolos basados en la
evidencia y evaluación de las
tecnologías por su
costo-efectividad, entre otros);
generar las condiciones para prever,
para planificar. Y, sobre todo, se
necesita la integración de todos los
sectores para generar una red
sanitaria fuerte que pueda prever y
afrontar el costo creciente de las
prestaciones de salud. El cambio de
gobierno permite la oportunidad
única de analizar en conjunto todo
el sistema sanitario, reordenarlo,
llegar a consensos para corregir sus
distorsiones y lograr políticas
superadoras.
(*) Cámara de Entidades de Medicina
Privada de la República Argentina. |