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Desde 1978 venimos
escuchando, y hablando, de la estrategia de atención
primaria de la salud (APS). Desde entonces han corrido
ríos de tinta (y mega- bytes en las redes…) abundando en
las discusiones y formulaciones sobre aspectos
conceptuales, metodológicos e instrumentales de la
misma. Los más viejos, por ejemplo, recordamos
acaloradas discusiones sobre “primaria, primitiva o
esencial”, “estrategia o programa “y “atención primaria
o primer nivel de atención”. Hemos leído también en
estos años sobre varias reinterpretaciones, propuestas y
adecuaciones de aquella primera declaración, incluyendo
el debate sobre la traducción más adecuada del término
en los múltiples idiomas en que debió formularse.
En cualquier caso, e independientemente de su
reiteración en el discurso político sectorial a lo largo
de los años, la implementación efectiva y generalizada
de la estrategia sigue siendo entre nosotros una promesa
incumplida.
Seguramente ha sido un obstáculo -y seguramente no el
único- el hecho de que la inversión requerida para
concretar seriamente la APS no es menor, y no parece
políticamente rentable en el corto plazo, ya que se
trata de motorizar procesos e importantes
transformaciones culturales en la concepción,
organización y gestión de los servicios de salud; por
otra parte la implementación de APS implica una fuerte
reorientación de los valores y contenidos que orientan
la motivación y la formación del personal de salud, y
particularmente en el caso argentino, una política de
reformulación estructural del sistema de servicios de
salud en términos de sus modalidades de financiamiento y
prestación, por lo menos; y un fuerte compromiso
efectivo de los gobiernos en la articulación y
coordinación intersectoriales.
Convencidos de la centralidad que la APS debiera ocupar,
el concepto de Salud Universal promovido en nuestra
Región desde la Organización Panamericana de la Salud
(OPS) define con claridad unos objetivos para los países
conocido como “Pacto 30.30.30” cuyo objetivo es
reafirmar que la salud es un derecho, y que universal
significa que todas las personas tengan acceso y
cobertura a servicios de salud integrales y de calidad,
y a intervenciones para abordar los determinantes
sociales de la salud, sin tener dificultades
financieras.
Esos objetivos se orientan a lograr los Objetivos de
Desarrollo Sustentable en 2030 (ODS), y son: transformar
los sistemas de salud de la Región para eliminar las
barreras de acceso en un porcentaje cercano al 30%, y
conseguir que al menos el 30% del gasto público en
Salud, que no debiera ser menor al 6% del PBI, se
destine al primer nivel de atención -componente de la
APS-.
En nuestro país, un reciente trabajo de la Secretaria de
Salud ubica al gasto público en salud en el orden del
2,7% del PBI. Y no es posible saber cuánto de ese monto
se destina a la atención primaria.
De manera que el esfuerzo pendiente para hacer realidad
una transformación real de los servicios de salud con
base en APS es muy grande.
A lo largo de estas décadas hemos venido escuchando de
la atención primaria vinculada exclusivamente a
políticas y programas del ámbito de los servicios de
salud estatales.
Dicho esto, la cuestión que nos planteamos es: ¿se puede
pensar en un sistema de salud integrado, eficiente,
equitativo y de calidad, que proteja a las personas y
sus familias independientemente de la disponibilidad de
recursos financieros, sin que se involucre al conjunto
de los recursos con que cuenta nuestro sistema?
Es un hecho que el Sector privado en la Argentina cuenta
con una extensa red asistencial, con gran accesibilidad
geográfica y cultural, integrada por gran cantidad de
empresas pequeñas y medianas, y creemos que esos
recursos sociales deben aportar activamente a la
construcción de un modelo de cuidado de la salud
fundamentado en la estrategia de APS.
Veamos algunos números, focalizando en el subsector de
diagnóstico y tratamiento ambulatorio: según informa el
propio Ministerio de Salud de la Nación, de los 22.751
establecimientos de ese tipo registrados, el 48%
(10.968) son de propiedad privada, y están distribuidos
en todo el país. Y ello en un contexto de aseguramiento
en el que algo más de la mitad de la población argentina
recibe servicios de salud en efectores privados, sea con
financiamiento a través de la seguridad social o la
medicina prepaga.
Desde CA.DI.ME venimos bregando desde hace muchos años
por políticas públicas a favor de la regulación del
sector, y la integración de recursos públicos y privados
para el mejor cuidado de la salud de los argentinos.
Pero además estamos fuertemente comprometidos con los
objetivos de Salud Universal y ODS; y en virtud de ellos
hemos logrado nuestra incorporación como Miembros con
Estatus Consultivo Especial en el Consejo Económico y
Social de la ONU (ECOSOC).
Ello porque entendemos que la defensa de los intereses
sectoriales de las pequeñas y medianas empresas
prestadoras de servicios ambulatorios, no puede
limitarse solamente a la puja arancelaria, y es
necesario avanzar hacia un mejor sistema de salud para
los argentinos.
En mayo de 2020 realizaremos nuestra Segunda Jornada
sobre la Articulación entre el Estado y los Privados y
la Atención Primaria de la Salud, en la que contaremos
con la presencia de organizaciones y referentes del
sector político, de gobierno, prestadores, financiadores
y especialmente de la sociedad civil; con el objetivo de
motivar y fortalecer la voluntad y las capacidades para
seguir avanzando juntamente con el Estado en la
construcción de un sistema de salud eficiente, de
calidad, accesible y equitativo.
(*) Médico, Máster en Economía y Ciencias Políticas.
Gerente del Área Técnica de CA.DI.ME.
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