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Una empresa de salud es
uno de los centros de producción más complejos que
existen por la cantidad de procesos que se entrelazan en
su seno. La esencia de este tipo de empresas es el
proceso clínico, esto es diagnosticar, tratar y
rehabilitar. Este proceso requiere de decisiones tomadas
por los profesionales utilizando los recursos
materiales, humanos y económicos de forma que maximicen
el beneficio médico para el paciente; este tipo de
lógica genera una tensión con la parte administrativa,
dado que esta última considera que debe existir un
equilibrio entre los recursos disponibles para la
institución con los recursos que se utilicen.
El hospital, como organización, posee características
muy especiales que las diferencian del resto de las
empresas comerciales. Entre otras, se puede mencionar
las siguientes: las decisiones más graves y urgentes se
toman sin intervención jerárquica, lo hace
exclusivamente el médico y, en su caso, la enfermera
junto al paciente con su sola autoridad. Ello representa
una descentralización absoluta, infrecuente en otras
empresas, que choca con la estructura jerárquica de toda
organización. Las decisiones son clínicas y sin
consideración económica. Su principal recurso es el
personal, que además es de elevada calificación. Los
pacientes no pagan sino terceros y, por tanto, no existe
un control directo del consumidor. El producto es el
paciente y no se selecciona. Está muy regulado
legalmente.
En una organización de salud conviven tres tipos de
empresas diferentes. Una es clínica y está basada en
conocimientos médicos para atender a los pacientes. Otra
es técnica, semejante a la que se aplica en sectores
industriales, la cual está básicamente focalizada en el
área de diagnóstico donde los productos son tipificados,
utilizan inputs y producen outputs (laboratorio, rayos,
etc.). Finalmente existe la empresa hotelera, encargada
de atender y facilitar el funcionamiento del hospital.
Los prestadores médicos privados son los verdaderos
financiadores de la salud en la Argentina.
Los prestadores médicos son los profesionales, los
laboratorios y farmacias de medicamentos, los centros de
diagnósticos y tratamientos ambulatorios, las clínicas y
sanatorios privados y los hospitales públicos. Un primer
aspecto, que usualmente pasa inadvertido para la mayoría
de la sociedad y prácticamente la totalidad de la
dirigencia política, es que aun cuando en la Argentina
el desarrollo de la red pública de prestadores de salud
es muy importante, está lejos de ser la principal vía
por la que los argentinos acceden a los servicios de
salud.
En la Argentina, el 60% de las instituciones de salud
son privadas. El fenómeno no es nuevo, ni producto de
ninguna “privatización” de la salud, sino el resultado
natural de una historia institucional signada por el
desarrollo de infraestructura sanitaria de la mano de
empresarios y emprendedores médicos privados. Un segundo
aspecto, igualmente importante, es que dentro del sector
privado las organizaciones con fines de lucro son la
mayoría. El 95% son instituciones con fines de lucro que
concentran el 87% del total de camas privadas que hay en
el país. El tercer aspecto distintivo es que se trata,
en su gran mayoría, de pequeñas y medianas empresas (PYME).
El tamaño promedio de los establecimientos del país
ronda las 50 camas por establecimiento.
Así, los financiadores institucionales del sistema de
salud (obras sociales y empresas de medicina prepaga)
compran mayoritariamente servicios médicos a los
prestadores privados. Lo mismo ocurre con el gasto
privado directo en salud que hacen las familias, que, en
general, es destinado a prestadores privados. De esta
forma, se puede decir que, prácticamente, el 75% de los
recursos en salud son destinados a prestadores médicos
privados para brindar atención médica al 70% de la
población argentina.
Un sistema de salud es la suma de todas las
organizaciones, instituciones y recursos cuyo objetivo
principal consiste en mejorar la salud. Un sistema de
salud necesita personal, financiación, información,
suministros, transportes y comunicaciones, así como una
orientación y una dirección general. Además, tiene que
proporcionar buenos tratamientos y servicios que
respondan a las necesidades de la población y sean
justos desde el punto de vista financiero.
Lograr eficiencia en salud significa, alcanzar los
mejores resultados con los recursos disponibles, pues el
aumento de costos directos reales es un factor
preponderante para cualquier Sistema de Salud. En este
ámbito, la contratación es un sistema mixto cuya
característica es que el riesgo económico se encuentra
compartido entre Financiador y Efector, puesto que si
las utilizaciones de las prestaciones incluidas fuesen
excesivas el costo puede superar el monto de la
contratación. En sentido inverso, si las prestaciones
fuera de lo convenido fueran excesivas, el monto
erogable se encontraría excedido de la previsión
presupuestaria. Si un Efector tiene al mismo tiempo un
número bajo de costo día paciente y un número alto de
valor día promedio, éste traslada al Financiador costos
elevados por su ineficiencia.
Desde el punto de vista del Financiador, conocer la
eficiencia de los Efectores, qué patologías atienden y
qué están prescribiendo puede permitir incrementar la
calidad del sistema, que es difícil de evaluar sin una
metodología definida y la dificultad aumenta en la
medida que se abre el abanico de los mismos. Más aún, al
dispararse los costos de la atención médica, es
indispensable disponer de elementos precisos que
orienten tanto al decisor -el que toma la decisión de
compra o selección- del Financiador como a los
dirigentes, sobre los servicios a contratar, así como es
esencial que permitan establecer pautas de acreditación.
(*) Magister en Administración de Servicios y Sistemas
de Salud UBA - FSG |