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La cobertura universal de salud, que
asegura el acceso a servicios de
salud seguros y de calidad para
cualquier persona, sin ningún tipo
de discriminación y sin que ello
suponga dificultades financieras,
constituye hoy una prioridad en la
agenda de desarrollo sostenible
instaurada post-2015 a nivel global
con la adhesión de numerosos
países.(1) Sin embargo, el logro de
estos objetivos está fuertemente
amenazado por dificultades
económicas, sociales, políticas y en
particular por la falta de
disponibilidad de trabajadores y
trabajadoras en número suficiente y
con perfil adecuadamente calificado
para proveer servicios de calidad a
toda la población. ¿Por qué no se
alcanzan a cubrir puestos de
especialidades críticas, o
posiciones en el ámbito rural o
remoto? ¿Qué factores están actuando
como barreras en las elecciones o
preferencias por optar ser
trabajador o trabajadora de la
salud?
La Comisión de Alto Nivel sobre el
Empleo en el Ámbito de la Salud y el
Crecimiento Económico, establecida
por el Secretario General de las
Naciones Unidas en marzo de 2016,
concluyó en su informe que es
preciso invertir en personal
sanitario, y realizar un cambio
transformador para crear sistemas de
salud sostenibles con una fuerza de
trabajo que sea capaz de atender
efectivamente las necesidades de
salud de la población.(2)
Dicha transformación conlleva
cambios en los modelos de prestación
de servicios de salud, las políticas
del mercado de trabajo, la educación
y la formación, teniendo en cuenta
los avances tecnológicos. Además,
exige invertir en condiciones de
trabajo decentes, garantizar la
igualdad de género, elaborar
políticas de migración basadas en
los derechos y mejorar la capacidad
para responder a situaciones de
emergencia. Todos los países
-independientemente de su nivel de
desarrollo económico- se enfrentan a
este desafío de atracción, captación
y retención del personal de salud,
en particular en áreas rurales,
remotas y periurbanas desatendidas,
aunque en aquellos de bajos y
medianos ingresos el problema es aún
más acuciante. Sin una fuerte
rectoría estatal las tensiones
originadas por el mercado laboral
terminan distorsionando las opciones
para jóvenes profesionales y con
esto el problema se sostiene y se
agrava.
En la Argentina, existen todo tipo
de disparidades en las condiciones y
ambiente de trabajo vinculado a la
salud. A modo de ejemplo, a medida
que los profesionales de la salud se
concentran en las áreas urbanas y
buscan avanzar en su carrera allí,
se desatienden las áreas rurales
donde en general se concentran las
poblaciones con mayor índice de
vulnerabilidad. Los salarios pueden
variar en una misma zona geográfica
por la naturaleza del sistema
fragmentado en el que conviven, por
ejemplo; hospitales municipales,
provinciales, nacionales, privados y
de obras sociales; con mecanismos
para fijar los honorarios de manera
diferente.
Es común que las razones por las que
los trabajadores de salud deciden
optar por el sector privado se
vincule con la búsqueda de mejores
remuneraciones, condiciones de
trabajo, seguridad y oportunidades
laborales. (3) En consecuencia, la
migración rural a urbana se ve
agravada por la migración de zonas
rurales a urbanas.
En nuestro país la crisis económica
aplanó las diferencias entre lo
público y lo privado así es que
podría decirse que el desarrollo
socioeconómico desigual de las zonas
rurales en comparación con las
urbanas presenta la principal
limitación para lograr una
distribución equilibrada de los
recursos humanos.
Aunque los desequilibrios entre la
oferta y la demanda de trabajo en un
área geográfica determinada se
pueden prevenir estableciendo un
mercado laboral competitivo, la
economía es sólo uno de los
múltiples factores que afectan la
decisión de un profesional de la
salud donde ubicar su práctica. De
acuerdo con la noción de “trabajo
decente” establecida por la
Organización Internacional del
Trabajo (4) se han sumado factores
individuales, organizacionales y
otros determinantes que contribuyen
a la motivación de los/as
trabajadores de salud, su bienestar,
su desempeño y, consecuentemente,
impactan en la calidad de atención y
los resultados en salud. Estas
condiciones, al interactuar con las
características propias de los/as
trabajadores, determinan su
preferencia (atracción),
contratación efectiva (captación) y
permanencia (retención) en la
organización de salud. La
complejidad del tema excede las
posibilidades de abordarlo en esta
columna; pero alcanza para hacer un
llamado de atención y a la acción
por parte de la sociedad.
Por último, la feminización del
campo de la salud es un fenómeno
ampliamente descripto que plantea
grandes desafíos organizacionales,
los principales están vinculados con
la gestión de conflictos y las
situaciones de violencia; más
frecuentemente observado en sistemas
hegemónicos con organización
jerárquica vertical. Existe
evidencia que da cuenta de las
dificultades que encuentran las
mujeres en ámbitos de salud para
encontrar mentores y modelos a
seguir, esto implica peores
indicadores de bienestar y mayor
probabilidad de estar expuestas a
hostigamiento y discriminación. No
es menor considerar también las
particularidades que trae la
maternidad, las inequidades en
relación con las oportunidades para
cubrir cargos jerárquicos y las
brechas en los salarios.
Si se quiere garantizar la cobertura
universal se debería hacer los
esfuerzos necesarios para mejorar
las condiciones y el ambiente de
trabajo; con enfoque de género. Las
necesidades y demandas de los/as
trabajadores de salud son dinámicas
y están afectadas tanto por factores
internos, propios del trabajador
(por ej. ciclo de vida personal,
familiar y laboral) como por
factores externos (por ej. cambios
en la comunidad, reformas de salud).
El trabajador de la salud, en la
actividad de cuidar a otro, está
sujeto también a diferentes cargas
laborales según el tipo de cuidado.
Esto a veces no es fácil de
objetivar. Los aspectos medibles
cuantitativamente y por lo tanto
comparables con las normas
mencionadas son, por ejemplo, los
salarios, la existencia de un
contrato precario o formal, las
cuestiones relativas al tiempo de
trabajo y a la duración del
contrato. Otras son la educación, la
formación profesional, la garantía o
facilitación del aprendizaje
permanente, indispensables para
asegurar el trabajo decente y el
crecimiento económico inclusivo. Los
invito a reflexionar sobre cómo
podemos contribuir para que los
trabajadores y trabajadoras de salud
como portadores de derechos tengan
la contención y atención por parte
de los garantes de esos derechos:
gobiernos, empleadores y la sociedad
en su conjunto. Que la humanización
de la atención sea bidireccional y
sobre todo que por un momento
salgamos de la emergencia sanitaria
y pensemos en las futuras
generaciones de trabajadores y
trabajadoras de la salud con una
mirada holística e innovadora.
REFERENCIAS
1) Kieny MP et al. Strengthening
health systems for universal health
coverage and sustainable development.
Bull World Health Organ 2017;
95:537–539 | doi: http://dx.doi.org/10.2471/BLT.16.187476.
2) Comisión de Alto Nivel sobre el
Empleo en el Ámbito de la Salud y el
Crecimiento Económico: Working for
health and growth: investing in the
health workforce, Report of the High-level
Commission on Health Employment and
Economic Growth, Ginebra, OMS, 2016.
3) Rutebemberwa E, Kinengyere AA,
Ssengooba F, Pariyo GW, Kiwanuka SN.
Financial interventions and movement
restrictions for managing the
movement of health workers between
public and private organizations in
low? and middle? income countries.
Cochrane Database of Systematic
Reviews 2014, Issue 2. Art. No.:
CD009845. DOI: 10.1002/146518
58.CD009845.pub2.
4) Oficina Internacional del
Trabajo. Una fuerza de trabajo
capacitada para un crecimiento
sólido, sostenible y equilibrado:
Estrategia de formación del G-20,
Ginebra, OIT, 2011.
(*) Sub Directora Ejecutiva -
Instituto de Investigaciones
Epidemiológicas. Academia Nacional
de Medicina, Buenos Aires.
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