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Convivimos con un
debate acerca de quienes son los responsables de la
“televisión basura”. Existen muchos programas de
“chimentos”, de concursos de baile donde lo que genera
rating no es el arte sino las peleas entre los
concursantes, programas de panelistas que se pelean sin
escucharse, noticieros amarillentos, movileros que
entrevistan a una madre a pocas horas que le matan su
hijo y le preguntan: ¿cómo se siente?, etc.
Los responsables de producir esos programas, cuando se
les critica lo que hacen, argumentan que eso es
“lo que la gente consume”, “lo que la gente quiere”.
En una serie que vi hace poco, el dueño de un medio
decía, “Yo público las noticias, pero no las
consumo”. Toda una definición.
Programas de buen contenido cultural o noticieros con
buenas noticias, no los ve casi nadie. La paradoja es
que los consumidores a su vez se quejan de la mala
calidad de la televisión. Parte de la contradicción
humana. Sociólogos y psicólogos seguramente podrán
explicar y argumentar mejor al respecto, mientras tanto
seguiremos en nuestros asados y mesas de café debatiendo
si fue primero el huevo o la gallina.
¿Qué tiene que ver esto con la salud?, se estarán
preguntando. Viene como alusión para analizar si estamos
dando a la gente lo que quiere o lo que necesita.
Veamos algunos números de estos meses de pandemia que
nos pueden hacer pensar.
En abril y mayo de 2020 bajaron entre un 70 y un 80%
aproximadamente comparado con el año anterior las
prestaciones ambulatorias y hubo un 50% menos de
internaciones.
Estos son los números publicados por ADECRA+CEDIM:

Prestigiosos economistas se
sorprendían con el cuadro y se preguntaban en sus
cuentas de Twitter: Eduardo Levy Yeyati decía:
“Por mi parte, me preguntaba: ¿qué fue de los que
antes usaban el sistema de salud? ¿eran hipocondríacos o
estamos acumulando contingencias?”. (1)
Martín Tetaz a su vez comentaba: “Esto es
impresionante. Me interesa escuchar gente del gremio.
¿Quiénes son los sospechosos? ¿La gente se estresa menos
porque esta encerrada? ¿Había sobrediagnóstico? ¿Se
intervenía innecesariamente? ¿La gente consultaba en
exceso o ahora se mueren más?”. (2)
Dentro del gremio, el Dr. Gabriel Lebersztein, gerente
médico de OSECAC comentaba días atrás en un seminario:
“Hay menos apendicitis e infartos en la
guardia y no entendemos por qué”.
Es claro que el gran temor a los contagios fue la
causante por la cual la gente no concurrió a los
establecimientos médicos, pero llaman poderosamente la
atención los números de las caídas, especialmente en
infartos y accidentes cerebro vasculares. Con el tiempo
podremos establecer si esta increíble caída va a tener
consecuencias muy graves para la población o serán
leves. Es necesario tiempo y buenas estadísticas, algo
que no tenemos en la Argentina. Sin embargo, en el mundo
desarrollado ha ocurrido algo similar. Ya veremos.
Vimos un ejemplo similar con las endoscopías digestivas
cuando lamentablemente falleció la conocida periodista
Débora Pérez Volpin. Fue notoria la reducción de este
estudio, sin consecuencias visibles para las poblaciones
atendidas por lo que conozco.
“No siempre puedes obtener lo que quieres,
pero si lo intentas quizás podrás obtener lo que
necesitas”, dice la legendaria canción de
los Rolling Stones.
Por algunos estudios aún muy preliminares, pareciera que
las consecuencias de la considerable menor atención
médica brindada estos meses no sería muy grave, entonces
la pregunta a hacerse es: ¿a los asociados
de las entidades de Medicina Prepaga, le estamos dando
lo que necesitan o lo que quieren?
El financiamiento de la salud tiene características
únicas, donde la ley de oferta y demanda no funciona
como en otros bienes y servicios. Ningún
otro servicio se vende de esta manera a los consumidores.
Un periodista de negocios amigo, Claudio Destéfano,
cuando escucha una definición de este tipo, suele
repreguntar de este modo: “explícamelo como
si fuera para mi mamá”. Lo intentaré.
El concepto del mercado se define generalmente como un
número de compradores y vendedores (o demandantes y
oferentes) de un bien o servicio determinado, que están
dispuestos a negociar con el objetivo de intercambiar
bienes o servicios.
Veamos por ejemplo un restaurante. Un comprador (la
demanda) ingresa, mira el menú con sus precios (la
oferta) y decide si se queda y consume el servicio
ofrecido o se va a otro restaurante. Si decide quedarse,
también elegirá que va a comer, a lo sumo escuchará las
recomendaciones del mozo, pero será él quien finalmente
realizará el pedido contemplando, entre otros aspectos,
los precios del menú. Al final de la comida, quien
demandó por el servicio, pagará el precio comprometido
por lo que consumió. A su vez, si quedó satisfecho,
seguramente volverá algún otro día si lo desea. En este
caso, como dicen los libros, podemos apreciar el
funcionamiento de la ley de oferta y demanda.
Veamos ahora que sucede con una prestación médica, por
ejemplo, una resonancia nuclear magnética. Quien lo
consume es el paciente y quien lo ofrece es el centro de
diagnóstico. Pero a diferencia del ejemplo del
restaurante suceden cosas muy diferentes. En primer
lugar, el paciente demandará el servicio porque otra
persona, el médico, le dijo que lo necesitaba. No es el
consumidor que, como en el ejemplo, tiene hambre y busca
un restaurante para satisfacer su necesidad.
Siguiendo la metáfora, el médico no solo le dice que
tiene hambre y debe ir a un restaurante, también que es
lo que tiene que pedir del menú, y en algunos casos
(como por ejemplo prótesis o medicamentos), le indica a
que restaurante debe ir a comer. Ni el médico ni el
paciente saben el precio del servicio. Los precios no
figuran en “el menú”.
Si el plan no tiene un copago establecido, tampoco
abonará nada al centro de diagnóstico. No hay “un
mozo” que le lleve la factura. Este
servicio lo pagará un tercero, la obra social o prepaga,
que negocia los precios con el centro de diagnóstico y a
su vez intenta que el médico no pida estudios
innecesarios. Volviendo al ejemplo, el tercero pagador
intentará que el médico no lo haga al paciente comer de
más, que todo lo que coma sea saludable y que no
concurra a restaurantes que cobran precios desorbitados
o tienen a su juicio mala calidad. Esto genera un
vínculo de mucha tensión entre las partes. En nuestro
mercado imperfecto donde no funciona como dicen los
libros la ley de oferta y demanda, entonces sería como
ir a un restaurante a comer porque otro me dijo que
debía hacerlo. Además, me elije el plato y que voy a
comer. Ni él ni yo pagaremos, o lo que es aún más
complejo, al médico y al centro les conviene que vaya a
verlo varias veces ya que así ganan más dinero, y a la
obra social o prepaga le conviene que vaya menos. En
nuestro sistema de medicina prepaga, al ser
mayoritariamente de planes sin copagos o copagos de
valores muy pequeños, es como si entráramos siempre a
restaurantes de “canilla libre”, con lo cual no importa
cuánto comamos, ya que esta “todo incluido”.
Si a esta altura de la nota, usted esta confundido, no
se preocupe, yo también lo estoy, y no creo ser el
único. Intentaré simplificar.
En el ejemplo del libre intercambio de bienes y
servicios del restaurante, participan
básicamente dos sujetos, el comprador del
servicio que decide qué va a consumir y donde hacerlo y
es quien lo paga. Quien lo vende que compite con otros
restaurantes e intenta ser competitivo en su oferta y
finalmente es quien recibe el dinero directamente del
consumidor. En la prestación médica
intervienen básicamente cuatro sujetos, el
médico, el paciente, la institución médica (centros de
diagnóstico, laboratorios, farmacias, sanatorios, etc.)
y la prepaga u obra social. Quien decide el consumo, no
es quien lo paga, con la complejidad de los intereses
contrapuestos, controles y negociaciones cruzadas.
Esta pandemia ha puesto en evidencia más que nunca, a mi
entender, un sistema que hemos creado, muy caro e
ineficiente, donde todos somos en parte responsables.
-
Pacientes o clientes
que quieren tener libre acceso a todos los
especialistas, estudios y tratamientos, con amplias
cartillas, sin pagar nada cuando lo utilizan. Exceso
de atención en guardias. Exigencia a los
profesionales de prescripción de medicamentos o
estudios que leyeron en internet o que le recomendó
un amigo. Consumidores que piensan “Como
lo pago, lo uso como quiero”.
-
Prepagas y Obras Sociales,
que para satisfacer lo que quieren los consumidores,
comercializan planes de “canilla libre” con muy poco
control y miles de prestadores en sus cartillas.
Sistemas de pago por servicios que puede inducir a
brindar mayor cantidad de prestaciones que las
necesarias, una fragmentación en los servicios,
desperdicio y aumento de costos. ¿Dónde se está
poniendo el foco? ¿En satisfacer las necesidades de
salud de la población o en vender más planes dándole
a la gente lo que quiere?
-
Médicos, que en
ocasiones incentivan innecesariamente la demanda de
consultas, estudios y tratamientos o que simplemente
prescriben lo que quieren los pacientes.
Prescripción de medicamentos por marca comercial, en
algunos casos de laboratorios que seducen e
incentivan al prescriptor, en ocasiones invitándolos
a congresos en playas vacacionales. ¿Dónde está el
foco, en satisfacer las necesidades de salud de la
población o dándole a la gente lo que quiere?
-
Instituciones médicas,
que muchas veces realizan grandes inversiones en
edificios, camas, medicamentos, laboratorios o
equipos de altísimo precio, que luego para poder
pagarlos y ser rentables, necesitan ser muy
utilizados. ¿Dónde está el foco, en satisfacer las
necesidades de salud de la población o en vender más
prestaciones dándole a la gente lo que quiere?
Veamos un ejemplo concreto que quizás
ayude a interpretar mejor lo que intento explicar.
Durante la pandemia, lamentablemente, cerró un centro
ambulatorio que la Fundación Favaloro había abierto hace
unos años en Pilar. Es lamentable por la gente que
trabajaba allí y por una Institución tan querida por los
argentinos. Una de las prestaciones que más éxito tuvo
ese centro, fueron los chequeos médicos. Consistían en
que un cliente concurría durante toda una mañana, veía
por única vez a un médico y se le hacían estudios de
todo tipo, entregando luego una carpeta con los
resultados. Como en una cadena de hamburguesas, se
vendían los “combos”. Rápidamente la gente “quiso”
usarlo, sin considerar si alguno de esos estudios se lo
había hecho hace poco tiempo, era innecesario o si por
su historia clínica o antecedentes genéticos requería
algún examen no incluido en el chequeo. Tengo amigos que
coordinaban para ir juntos así era más ameno.
“Está buenísimo, te hacen todo en una mañana”,
me decía uno. “Yo voy una vez por año y me
lo hago”, repetía otro. Una primera
mirada, diría que esto es muy bueno ya que promueve la
prevención. Sin embargo, a mi entender, es un claro
ejemplo de mala utilización de recursos. Un servicio
creado para darle al cliente lo que quiere y no lo que
necesita, que sería tener un médico de cabecera que
conoce su historia clínica, sus antecedentes y le
solicita los estudios necesarios para mantener la salud,
prevenir la enfermedad o indicar el tratamiento
necesario de cada persona.
Las demandas de salud son infinitas y los
recursos son finitos. Esto es así para una
prepaga, un municipio, una provincia y para un país.
Permanentemente es necesario lidiar con esta tensión. Le
sucede por ejemplo a Gran Bretaña que es considerado por
los expertos uno de los mejores sistemas de salud del
mundo. Uno de sus administradores, Sir Michael Rawlins,
cuando se desempeñaba como presidente del NICE
(Instituto Nacional de Salud y Excelencia Clínica del
Reino Unido) decía esto: “Ningún país del
mundo tiene los suficientes recursos para poder proveer
a todos sus ciudadanos la totalidad de los servicios con
los máximos estándares de calidad posibles; cualquiera
que crea lo contrario vive en el país de las maravillas”.
La economía es la ciencia social que estudia como
satisfacer las necesidades de las personas en el tiempo,
mediante el conjunto de bienes y recursos siempre
escasos y finitos. La pandemia nos enfrenta a nuevos
aprendizajes y desafíos. Administrar con los escasos
recursos existentes, supone inventariar y priorizar las
necesidades. Eso implica en salud poder diferenciar lo
que quiere el cliente de lo que realmente necesita.
Necesitamos alinear a médicos, instituciones, obras
sociales y prepagas, con foco en las reales necesidades
de sus clientes. También de pacientes comprometidos que
pueden cambiar la calidad de su salud e influir sobre la
prestación de la asistencia sanitaria en el futuro.
(1)
https://twitter.com/eduardoyeyati/status/12592704
63504764929
(2) https://twitter.com/martintetaz/status/12592879213
13697793?s=09.
(*) Consultor de Entidades de Medicina Prepaga.
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