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Esta situación de pandemia ha traído numerosas
consecuencias relacionadas con las políticas públicas y
los efectores de salud, tanto del subsector público como
privado y de la seguridad social. Uno de los efectos más
evidentes es que puso al desnudo las deficiencias y
problemas de nuestro sistema de salud. Si exploramos con
espíritu crítico esa afirmación y las palabras que la
componen, encontramos la raíz del problema. Un sistema,
según su definición, es un “conjunto de reglas o
principios sobre una materia racionalmente enlazados
entre sí” (RAE). Profundizando podemos entender que un
sistema responde a un conjunto de elementos relacionados
entre sí que funciona como un todo, en el que ese todo
es más que la suma de las partes. Es difícil bajo este
simple análisis ver al sector salud como un verdadero
sistema. Podemos usar las teorías sistémicas para el
análisis del comportamiento del sector, pero a luz de
los resultados y las flaquezas que la pandemia
evidenció, tal vez la teoría del caos permita entender
mejor muchas de las preocupaciones que hoy nos aquejan.
No hay mucho cambio en los últimos 15 años de aquello
que Susana Belmartino describía, por un lado, como la
presencia de una oferta de atención médica conformada,
poderosa y muy fragmentada. Y por otro, un Estado con
baja capacidad para regular los servicios, la asignación
de recursos, los resultados y las condiciones de trabajo
del personal de salud. Y esto tanto mirado con relación
a los diferentes distritos como a los diferentes
subsectores de este pretendido sistema.(1)
La pandemia ha desnudado las debilidades tanto de la
oferta de trabajadores, como el bajo impacto de las
regulaciones. El número total de casos positivos de
coronavirus depende de una variedad de factores cuyo
comportamiento aún estamos aprendiendo a conocer. El
resultado del aislamiento social prolongado lo
desconocemos y seguimos sin saber cuánto aumentarán los
casos y con qué velocidad. La mirada de otros países nos
muestra que aún los cálculos más conservadores muestran
que las demandas de atención por coronavirus desafiarán
incluso las capacidades mejoradas en este tiempo
preparatorio. La cuarentena nos dio tiempo a prepararnos
en términos materiales, mejoró la capacitación de los
profesionales, pero aún así seguimos en riesgo.
Hay reportes en otros países que señalan que hasta el
14% de los casos positivos pueden corresponder a
personal de salud en los momentos de máximo pico de la
curva. Atravesamos la barrera de los 50.000 contagiados
y los 1.000 fallecidos. En la Argentina el personal de
salud representa el 7,32% de los positivos y acumula 19
fallecidos (seguramente más a la hora de que esta nota
se publique). No hay datos de cuántos han pasado por
aislamiento preventivo. Un fenómeno que desconocemos en
magnitud, pero también es clave al analizar las
debilidades de cobertura, es el número de profesionales
que deben ser apartados de puestos de alta exposición
por padecer condiciones de riesgo.
Estos son los datos estadísticos que cuantifican el
fenómeno pero que no nos permiten medir el impacto real
en la prestación de servicio. No podemos saber cuántos
puestos de trabajo quedan descubiertos cada vez que un
profesional es detectado positivo, puesto
preventivamente en cuarentena o apartado de la atención
por condiciones clínicas. La fragmentación del sector
salud ha tenido consecuencias devastadoras en uno de sus
componentes claves, y esto resulta evidente al analizar
la situación de los profesionales de la salud que
prestan servicios en él. Bajos salarios o remuneraciones
y pluriempleo son dos caras del mismo problema.
En nuestro país la mayoría de los profesionales médicos,
y una gran cantidad del personal de enfermería que
trabaja en el sector público también lo hace en el
sector privado o de la seguridad social. El trabajo dual
o el pluriempleo es un fenómeno extendido cuyo impacto
real no conocemos. Sabemos cuántos profesionales están
matriculados y esto ha sido un gran avance, pero sin la
información centralizada de planteles institucionales
que reflejen los puestos laborales, resulta difícil
hacer estimaciones consistentes. Algunos estudios en el
conurbano bonaerense refieren que en el año 2012 un
83,2% de los médicos de los hospitales públicos, y el
49,7% entre los trabajadores de otras profesiones
asistenciales, tenían un segundo empleo. (2) Los
porcentajes son muy variables por grupo etario y género.
La carga laboral semanal promedio es de 60 horas. (3)
La baja de las remuneraciones, la preferencia por la
oferta de cargos a tiempo parcial que caracterizó al
sector público, y las sucesivas crisis económicas que
impactaron fuertemente en sector salud en los últimos 30
años, movilizó a los profesionales a la búsqueda de
ingresos de diversas fuentes. No seamos ingenuos, esto
no se prolongaría en el tiempo si no hubiera beneficios
percibidos. De un lado de la mesa subyace el concepto
que lo que no se paga al profesional, él se encargará de
compensarlo con más trabajo en otro subsector, y halan
los salarios hacia abajo. Del otro lado se apela a la
excesiva carga laboral diaria o al incumplimiento como
respuesta y facilitador de conjugar ingresos y puestos
laborales con diferentes financiadores. La “doble
pertenencia” combina mejores ingresos en el sector
privado y la protección social con bajos salarios en el
público, un aumento en la base de sustentación que
trasmite seguridad.
El pluriempleo está demostrado que afecta la eficiencia
y la calidad del servicio de salud. Las largas jornadas
laborales recaen en la seguridad de los pacientes y en
la salud de los profesionales. Un aumento en la jornada
laboral de casi el 50% de lo recomendado por las mejores
prácticas laborales, los traslados entre lugares de
trabajo, sin duda dificultan la práctica focalizada, la
concentración y promueven el cansancio. Esto pone en
riesgo a los pacientes, por una parte, pero no está
exento de repercusiones en la salud de los
profesionales. La falta de tiempo personal para atender
a sus cuidados, el cansancio y el distrés emocional
afectan la calidad de vida.
No todo son recursos pecuniarios, el doble empleo tanto
en uno u otro sector está influenciado por otros
factores como el prestigio, el contacto con
profesionales en formación, o el permitir desarrollo de
nuevas competencias en un sector que vuelcan en el otro
con mayor beneficio económico.(4)
El fenómeno no es sólo argentino, pero parece
acrecentarse en la medida que los sistemas son más
fragmentados y menos regulados. Tampoco es tan simple
abordarlo, ni la literatura arroja certezas sobre las
intervenciones efectivas. Aquellos países con mayor
capacidad de intervención normativa han ido de regularla
a prohibirla.
La fragmentación conspira con medidas de este tipo en
nuestro país. Otros, con miradas más liberales y
confianza en el mercado, han buscado medidas de estímulo
para promover la exclusividad, en especial en el sector
público. El riesgo de este enfoque es que estos
beneficios deben sostenerse en el tiempo y no verse
afectados por vaivenes económicos.
Finalmente, como parte del estímulo para la retención en
el sector público algunos proponen admitir prácticas
remuneradas de la seguridad social o privadas con cobro
por sobre el salario. Esta modalidad, frecuente en el
país en localidades de menor tamaño con efectores
únicos, corre el riesgo de distorsionar la práctica y
requiere una fuerte mesogestión para garantizar equidad
en el trato y accesibilidad de los pacientes.
Los argentinos somos afectos a los debates retóricos, a
la apasionada confrontación dialéctica, a la
sobrevaloración simbólica del lenguaje.
Resultados en diversas áreas relevantes para el
bienestar de la sociedad muestran discretos efectos en
términos reales. Para decirlo llanamente: nos solemos
quedar en el discurso. Nadie con un mínimo de lectura
puede dudar de las diferencias conceptuales entre el
enfoque Tayloriano de los recursos humanos nacido en el
siglo XIX, la puesta en valor que significó verlo como
un activo de capital, y el enfoque centrado en las
capacidades y su desarrollo que plantea la gestión del
talento humano, más humano y progresista. Pero como en
tantas cosas, vale mucho más que las palabras que
empleamos, las cosas que hacemos. El sector salud está
lejos de potenciar el talento humano y más cerca de ver
a los profesionales como un recurso capaz de trabajar
sin cesar por remuneraciones escasas.
No habrá soluciones al pluriempleo sin ordenamiento del
sector, pero debemos saber que tampoco será una solución
mágica y que estudiar el fenómeno resultará clave para
seleccionar las medidas correctas para mejorar las
condiciones de trabajo, y por ende los resultados de
salud de la población.
1) Belmartino S. La
atención médica argentina en el siglo XX instituciones y
procesos - Buenos Aires, Siglo XXI - Editores: 2005.
2) Organización Panamericana de la Salud. La salud de
los trabajadores de la salud. Trabajo, empleo,
organización y vida institucional en hospitales públicos
del aglomerado Gran Buenos Aires, Argentina, 2010-2012.
Buenos Aires: OPS, 2013.
3)Organización Panamericana de la Salud. Estudio
comparativo de las condiciones de trabajo y salud de los
trabajadores de la salud en Argentina, Brasil, Costa
Rica y Perú Washington, D. C.: OPS, 2012.
4) García-Prado A, González P. Policy and regulatory
responses to dual practice in the health sector. Health
Policy. 2007;84(2-3):142-152.
(*) Médico, Máster of Health Professions Education,
Profesor Asociado del Departamento de Ciencias de la
Salud de la Universidad Nacional del Sur, Ex – Director
de Capital Humano del Ministerio de Salud y Desarrollo
Social de la Nación. |