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No sé cuándo fue exactamente el
momento, pero hace muchos años que
educación, salud, investigación y
desarrollo social pasaron a ser
subalternas a la economía. Las
decisiones políticas se tomaban
pensando primero en la economía,
luego en la economía y por último en
la economía. Si crecían las
desigualdades sociales o la
concentración de riquezas no
importaba mientras la macroeconomía
marchaba bien. Si se vaciaban los
colegios y los hospitales era un
problema menor si había superávit
fiscal. El dólar, el merval, el
riesgo país, la tasa de interés y
otros datos económicos eran la tapa
de los diarios día tras día y eran
las estrellas en los noticieros.
Nos olvidamos de las lecciones del
pasado y cometimos los mismos
errores. Pero esta vez, el error fue
peor porque ya estábamos alertados y
no quisimos escuchar. “El mundo
corre un grave peligro de padecer
epidemias o pandemias de alcance
regional o mundial y de
consecuencias devastadoras, no solo
en términos de pérdida de vidas
humanas sino de desestabilización
económica y caos social…” (Global
Preparedness Monitoring Board,
2019).
¿QUÉ NOS ENSEÑARON LAS PANDEMIAS EN
EL PASADO?
Cada epidemia o pandemia que afecta
al mundo ha tenido una gran
repercusión negativa en la economía
y en las sociedades. Desde las
plagas que fueron un rasgo habitual
en la transición del mundo clásico
al medieval hasta la gripe española
de 1918 son responsables de cambios
profundos en las sociedades.
Haciendo un repaso histórico podemos
observar algunas cuestiones.
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Hace
siglos conocemos las principales
herramientas para enfrentar
distintas pandemias, que debemos
poner en práctica ahora frente al
Covid-19: aislamiento,
distanciamiento social y cierre de
fronteras. Sin embargo, el arma más
efectiva es la menos promovida
“cooperación y coordinación entre
países”.
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A
causa de las epidemias y las
pandemias, en el corto plazo, se
paraliza el comercio internacional,
cae el consumo, la actividad interna
y consecuentemente se retrae el
producto bruto. De todos modos, el
mundo ha superado estas crisis
muchas veces. Lo más importante pasa
a ser salvar las vidas de los
afectados por el agente infeccioso
de turno como también salvar las
vidas de aquellos que se quedan sin
ingresos.
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Por
otro lado, en el largo plazo, los
cambios económicos y sociales han
sido verdaderamente profundos y las
consecuencias, como el aumento de la
brecha entre ricos y pobres, no
fueron saldadas. Las inequidades
entre países y dentro de cada país
se agudizaron y profundizaron con
cada epidemia. La pandemia genera
pobreza y, al mismo tiempo, afecta
más a la población vulnerable.
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Por
lo tanto, cada gobierno debe adoptar
políticas sanitarias para enfrentar
a la pandemia y políticas económicas
para ayudar a la población,
especialmente a las más vulnerables.
Los países que apliquen ambas
políticas con éxito podrán
recuperarse más rápidamente y
reposicionarse en la economía
mundial. Aquellos que prioricen una
política por encima de la otra,
tendrán una recuperación más lenta y
quedarán atrás en el orden mundial.
Asimismo, el camino a la
recuperación debe enfocarse en
evitar que la pobreza coyuntural se
convierta en pobreza estructural y
disminuir la brecha socioeconómica
que se genera como consecuencia.
¿CÓMO NOS ENCONTRÓ LA PANDEMIA EN
LOS ASPECTOS SANITARIOS Y
ECONÓMICOS?
Llegó la pandemia, y encontró al
país con el sistema de salud y el
sistema económico con serios
problemas estructurales.
El sistema de salud argentino está
fragmentado por el federalismo, por
los tres subsectores (estatal,
seguridad social y privado) e
incluso intra - subsectores. De esta
manera, no se pueden utilizar todos
los recursos posibles según las
necesidades como tampoco incorporar
tecnologías coordinadamente. Sumamos
la mala distribución de médicos a lo
largo y ancho del país, como así
también la falta de especialistas,
en este caso el factor crítico son
los intensivistas, y la falta de
profesionales de enfermería y
kinesiología. Finalmente, se puede
mencionar que, a pesar de la gran
cobertura estatal, las inequidades
en salud se reflejan en los
resultados como así también en la
ineficiencia en el gasto.
En cuanto al sistema económico
argentino existen dificultades
históricas. Los desequilibrios
fiscales que comienzan desde la
época misma de la independencia en
1816 hasta la actualidad. El déficit
se ha pagado con deuda o emisión
monetaria, generando inflación,
debilitamiento de la moneda y
defaults. La Argentina tuvo 9
cesaciones de pago de deuda externa
y/o interna y se está enfrentando a
una situación similar (al momento de
escribir esta nota el Gobierno
anunció un acuerdo con los
principales acreedores evitando un
nuevo default). Además, existe un
sistema impositivo regresivo y
distorsivo, que desalienta a la
inversión productiva, así como
también, carece de sistema
financiero que fomente estas
inversiones. Los resultados se
expresan en altas tasas de
desempleo, informalidad, pobreza y
fuertes inequidades sociales.
A pesar de las breves descripciones,
el sistema de salud pudo reaccionar
rápidamente y lograr una respuesta
sanitaria adecuada y coordinada,
dentro de las posibilidades. Sin
embargo, y a pesar de la cantidad de
medidas económicas que se han
tomado, la pobreza, las inequidades
sociales y la informalidad hicieron
que estas medidas fueran ineficaces,
impidiendo frenar el efecto
devastador de corto plazo. El
Gobierno deberá estar a la altura,
una vez que pase la pandemia, para
encontrar el camino de la
recuperación.
PARA
CONCLUIR
Tal como expresa el informe Covid-19
de la Cepal-OPS “Si no se controla
la curva de contagio de la pandemia,
no será posible reactivar la
economía de los países”. Convenimos
que cuidar la salud es cuidar la
economía.
En definitiva, aprender para evitar
los mismos errores en la próxima
pandemia. La Argentina debe realizar
los cambios estructurales que nos
permitan crecer y fundamentalmente
poner la economía en función de las
necesidades de la población y no la
población en función de las
necesidades económicas.
(*) Asociación de Economía de la
Salud.
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