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Las responsabilidades de cada profesional:
1.-
En general, en el sistema de salud privado en nuestro
país, son muy pocos los establecimientos asistenciales
en los que los médicos, mal denominados de “staff”,
tienen una relación de dependencia formal. Sin embargo,
una buena parte de la Doctrina Jurídica de la Argentina,
estima que todos son dependientes. Las distintas formas
de organización de las instituciones médicas, no ayuda
demasiado para poder demostrar lo contrario. En general
poder probar la no-relación de dependencia resulta
difícil por la falta de un adecuado orden administrativo
y su correspondiente actualización.
Son médicos, como han sido denominados infinidad de
veces, “que vienen a trabajar de afuera”. Existen
distintos “modelos” de organización que conspiran contra
el establecimiento y el cumplimiento de lo que
reiteradamente se ha denominado “Políticas y
Procedimientos”.
Estas responsabilidades del ejercicio profesional
deberían asignarse a los médicos para el cumplimiento de
las acciones cotidianas, dentro de cada establecimiento
asistencial, poniéndolo en conocimiento en forma
fehaciente, documentada. Ellas deberían ser:
a)
Aplicar y respetar las reglas de funcionamiento de cada
sector de la institución, en caso de que existan.
b)
Disponer de la capacidad, el conocimiento y los medios
para realizar, con toda seguridad, la actividad
emprendida; los médicos son “certificados” formándose un
legajo con sus datos personales, no siempre
actualizados, copia del título, y una especie de “Hoja
de Vida”. En las instituciones no se hace una evaluación
periódica del resultado de la actividad de cada
profesional dentro de la especialidad para la que fue
“certificado”. Hoy los sistemas informáticos imperantes
lo permitirían fácilmente.
c)
Conocer por escrito su responsabilidad como profesional
con respecto a las conductas, formas, maneras,
obligaciones, derechos, deberes respecto de los actos
médicos a realizar, plasmados en los contratos de
prestaciones de servicios que a veces suscriben.
2.-
Esa descripción y asignación de responsabilidades y la
evaluación de su cumplimiento deberían pertenecer a las
acciones institucionales de gestión de los riesgos de
los actos médicos: (¿Who put the bell to the cat?).
Capacitando y evaluando al profesional para que sepa
reconocer las situaciones peligrosas y su forma de
comunicación a la autoridad que corresponda y el
tratamiento interno y externo.
Señalar rápidamente a las personas responsables de los
incidentes/accidentes o las situaciones de riesgo y
buscar la forma de organizar muy velozmente reuniones de
identificación análisis, evaluación y tratamiento del
evento.
Prepararse para la recuperación de los incidentes y
accidentes, analizando las conductas y dictando normas
y/o barreras para evitar la repetición.
Participar en las diferentes actividades de
identificación y de análisis de los riesgos; el director
médico y el que hace las veces de “jefe” del servicio,
no deberían estar ausentes de dichas reuniones; debería
llevarse un libro de asistencias, del tema tratado y de
los pasos a seguir en cada caso.
Tomar conocimiento, en caso de que exista, del programa
de gestión de los riesgos del acto médico propio a su
sector (documentos, formación, comunicación del
incidente, participación en las reuniones).
Proponer el implemento, discutir, fundamentar y defender
las modificaciones de prácticas establecidas en el seno
de la institución o del sector de cada especialidad.
3.-
En el conjunto de las áreas de riesgo del acto médico de
cada especialidad, la seguridad del paciente depende de
la responsabilidad directa de la línea operacional.
- Definir reglas institucionales que alienten a
compartir la información sobre los riesgos
individualizados de los actos médicos, sobre la base de
la historia siniestral del establecimiento asistencial
(epidemiología de los eventos).
En sus principios y en sus métodos, la gestión de los
riesgos de los actos médicos que ocurren dentro de la
institución llevados adelante por “los médicos que
vienen a trabajar de afuera”, se basa en la declaración
y el análisis, identificación y evaluación de los
accidentes o incidentes
evitables, para
tratar de impedir que se repitan, con un espíritu
eminentemente recuperatorio y preventivo, nunca
punitivo. Se debe alentar la institucionalización del
“Reporte de incidentes interno”.
Con una preocupación manifiesta por el interés
colectivo, se organiza la transparencia y la búsqueda de
las causas. La gestión de los riesgos de los actos
médicos supone poder identificar, evaluar y analizar
situaciones que integren
fallas humanas.
Esos errores deben involucrar a la vez las prácticas de
los actores de primera línea (los médicos) que han
generado directa o indirectamente un incidente o un
accidente, la organización de una actividad para su
análisis, y al management que implementó los elementos
que, pese a ello, han permitido o favorecido la
ocurrencia de un accidente o un incidente, por algún
defecto en el diseño y puesta en marcha de la barrera
que se pensó que lo debería haber impedido.
Al hacerlo, se pone de manifiesto la falla humana y
expone a los actores a la detección de una o varias
responsabilidades profesionales acompañado de una acción
correctiva de la falla, establecida entre todos.
A fin de alcanzar el objetivo de implicancia, de
involucramiento de los profesionales “que vienen a
trabajar de afuera” en la instauración de un sistema de
declaración y de análisis de los acontecimientos, se
debe iniciar con un mecanismo de reflexión en el que
participen los diferentes actores de la institución, y
que permita llegar a establecer un consenso aceptable
por todos, y de reglas claras sobre las modalidades de
tratamiento de la información y el régimen para diseñar
las acciones correctivas del error humano.
La identificación de dichas situaciones y su análisis
supone la creación de condiciones propicias para ello:
- Un circuito de información que permita
garantizar la confidencialidad:
en efecto es importante poder garantizar la
confidencialidad de las informaciones recogidas y
limitar la divulgación de la identidad de los actores
implicados a lo estrictamente necesario para el
funcionamiento del sistema.
En ciertos casos la confidencialidad puede también ser
conveniente con respecto a la jerarquía.
En algunos servicios se pueden desarrollar sistemas de
análisis entre pares, (por la especialidad) fuera de la
jerarquía.
Esta confidencialidad no excluye la utilización de la
situación de manera anónima, con fines de alerta o
dentro de un enfoque pedagógico.
Cuando se trata de un acontecimiento que ha provocado un
daño a un paciente (óbito, lesión permanente o
transitoria), la confidencialidad no debe impedir la
información al paciente o a su familia, y la transmisión
de las informaciones al responsable de la institución,
dentro de una perspectiva de indemnización o de gestión
inmediata de la responsabilidad, para evitar la
extensión de la pérdida.
- Un clima de confianza establecido por la
ausencia de enfoque punitivo:
el tratamiento de la información sobre los riesgos hace
que los actores de la institución puedan compartir la
información necesaria para el análisis de las fallas. Es
importante enfocar ese análisis con una ausencia de
enfoque punitivo con respecto a los actores
involucrados. Se trata de un elemento cultural esencial
para el desarrollo y la permanencia de la gestión.
- Debe haber reglas institucionales claras acerca
de las consecuencias disciplinarias
en caso de declaración espontánea del acontecimiento,
sin previo establecimiento de un consenso de
comunicación.
Es necesario definir de una manera
consensuada lo que corresponde a un
comportamiento aceptable con respecto al contexto (inevitabilidad)
y lo que debe ser considerado como una falta (evitable).
Esos principios se deben aplicar especialmente a los
dispositivos que constituyen espacios de diálogo sobre
los riesgos de los actos médicos de cada especialidad,
para que la calidad de los intercambios permita la
comprensión de las situaciones reales. Existe profusa
bibliografía médica al respecto.
Los siguientes dispositivos y lugares de intercambio, si
existen, están comprendidos:
Los sistemas de declaración de acontecimientos: (el
reporte interno del incidente) las personas a cargo del
análisis y del tratamiento de la información deben
garantizar la confidencialidad.
Los intercambios de informaciones y las reuniones sobre
los riesgos de los actos médicos en el seno de los
sectores de actividad, organizados y documentados por
los que hacen las veces de “jefes” de servicio, quienes
también deberían ser responsables del seguimiento
(“follow up”).
El/los los diferentes comités encargados de la gestión
de los riesgos de los actos médicos, de manera global o
temática, deberían existir.
Los grupos que se ocupan de proyectos centrados sobre un
punto: por ejemplo, los que se organizan a raíz de un
acontecimiento, hallazgo, evento adverso novedoso. (IIH,
IASQ, caídas, errores de lado, errores de miembro u
órgano, CI incompleto o inexistente, pérdida de
resultados de estudios diagnósticos, pérdida de tiras
monitoreos), entre otros.
Se debe tener en cuenta la carga emocional experimentada
por el personal implicado en un acontecimiento: la
concreción de un acto médico dañoso conduce a una
confrontación personal o social, y con la propia
incompetencia, error o fracaso. La importancia de las
consecuencias de lo que siente el personal cuando muere
un paciente o cuando se materializa un riesgo en daño,
es a menudo subestimada y nadie se hace cargo del
problema.
El personal interno, debe ser apartado de la
responsabilidad de comunicación al paciente dañado o a
su entorno.
El personal profesional requiere de una capacitación
para la comunicación de los eventos adversos, o tal vez
deba capacitarse a una persona en especial que quiera
asumir el rol de dar las malas noticias. Nunca los
profesionales involucrados. Ya en algún momento podrán
hacerlo.
La comunicación con la prensa no debe quedar a cargo de
ningún profesional o no-profesional involucrado en el
tema, aunque la tentación de la exposición mediática sea
grande.
Asegurar la confidencialidad de las declaraciones (pero
informando a los pacientes y a las autoridades internas
o externas cuando la situación lo requiere, previo
análisis y consenso).
Eliminar los juicios de valor en el análisis de la
información.
La gestión del negocio del cuidado de la salud de las
personas es permitir descubrir, definir o reencaminar la
misión institucional, y también diseñar una estrategia,
dejando de lado sólo medir los resultados económicos del
costo de la producción, y trazar un programa que corra
paralelo a éste y permita, con otros actores, centrarlo
en la evaluación de los costos que producen los daños
evitables. El asegurador del riesgo de RC Médica debería
ser un buen aliado para ello.
(*) Consultor Externo de TPC Compañía de Seguros S.A.
CEO de RiskOut. Consultora Especializada en
Responsabilidad Profesional Médica. Gestión de Riesgos y
Seguridad del Paciente.
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