|
La globalización exige hoy más que nunca la construcción
de una salud global que pueda acompañar este
extraordinario proceso que no debe ser sólo financiero o
productivo, sino que su fundamento clave está en el
encuentro de culturas, del conocimiento y de la
cooperación para el desarrollo.
En un interesante artículo de la NEJM sobre “Salud
global”, el presidente de la Escuela de Salud Pública de
Harvard en ese momento, el Dr. Julio Frenk planteaba
tres retos importantes para alcanzarla:
-
Problemas pendientes de infecciones, subnutrición y
salud reproductiva.
-
Carga creciente de enfermedades no comunicables y su
asociación con factores de riesgo (tabaco, obesidad).
-
Retos derivados de la globalización, como los efectos
sobre la salud del cambio climático y políticas de
comercio.
No hay ninguna mención en este artículo sobre el peligro
de las pandemias y el desplazamiento de las personas por
el mundo que fue un fenómeno muy extendido durante todos
estos años de globalización y que terminó repercutiendo
fuertemente en nuestras vidas considerando que una gripe
nacida en una ciudad china (Wuhan) alejada del mundo sin
embargo se convirtiera en una pandemia que afecta
nuestras vidas presentes y futuras.
Cuando pase la pandemia los países y el mundo deberán
hacer los deberes y las tareas necesarias para adecuarse
a lo que se denomina la “nueva normalidad”. En primer
lugar, los países deberán tomar debida nota de algunas
cuestiones que señalaremos a continuación:
1. La globalización no significa la renuncia a la
planificación. No es un fenómeno espontáneo que podamos
dejarnos llevar sin lograr hacer un control de daños. Si
bien es cierto que cada país no lo puede controlar
individualmente los gobiernos deben tener planificado
como resolver fronteras adentro cuestiones que pueden
repercutir desde el exterior.
2. Los gobiernos se olvidaron por un tiempo de la
salud pública y esto se paga caro. Como bien
menciona Julio Frenk “La salud pública ha sufrido un
progresivo aislamiento, tanto de los avances científicos
como de los esfuerzos por organizar mejores sistemas de
salud. Esto la ha relegado a un papel secundario en los
espacios académicos y también en los niveles de
aplicación, generando un círculo vicioso entre
aislamiento e irrelevancia”. Hoy más que nunca es
necesario reinventar esta función clave y redefinir su
misión ante un entorno cada vez más complejo y con mayor
incertidumbre.
3. El renacimiento de la atención primaria de
la salud no puede estar desvinculado de un juicio
crítico de porque no hemos podido mostrar evidencias
claras y permear la prioridad y decisión de las
sociedades y de los gobiernos de mantener relegada a la
atención primaria y sometida al modelo hospitalocéntrico.
Es fundamental para el rediseño de los sistemas
convertirla en la puerta de entrada y en la verdadera
guía de atención de la salud que asigne recursos según
las necesidades. La “fascinación tecnológica” del
hospital no nos ha permitido valorizar el trabajo clave
de la prevención, promoción y primer nivel de atención
en los objetivos últimos de mantener la salud de la
población.
4. La gestión hospitalaria ha tenido dificultades
para organizarse como red horizontal de cooperación que
permita alcanzar economías de escala, de aprendizaje y
de continuidad de atención. En Latinoamérica todavía no
hemos podido dar el gran salto que significa autonomía y
profesionalidad en la gestión de las organizaciones
sanitarias (más allá de algunas experiencias puntuales)
y seguimos recurriendo al modelo jerárquico y politizado
que en la pandemia ha demostrado ser insuficiente para
responder. La crítica situación que debieron enfrentar
los hospitales en primer lugar debe haber hecho
valorizar por primera vez el rol del primer nivel de
atención dado que, si el mismo funcionara bien,
filtraría pacientes y sólo llegarían aquellos que tienen
que llegar a ese nivel de complejidad. Y en segundo
lugar tomar conciencia de la baja intensidad de una
dirección que tiene que manejarse con escasa o
deficiente información sobre las camas disponibles y/o
ocupadas y todo lo que gira en torno a las mismas
(tecnología, insumos y recursos humanos).
5. Seguridad del paciente. El sector público
sanitario ha tenido una preocupación básica por el
acceso descuidando o minimizando las cuestiones de
calidad y seguridad del paciente como si fueran algunas
cuestiones menores. Simplemente para recordar que según
los estudios de la OECD el costo de la no calidad en las
instituciones puede alcanzar el 15% de los presupuestos
mostrando la importancia de trabajar con guías y
respetando los consensos básicos que hacen a la
seguridad del paciente. La pandemia ha sido un llamado
de atención al respecto y esperemos que el regreso a la
normalidad signifique mayor conciencia de replantear la
estructura y los procesos correspondientes.
6. Respecto de la seguridad del personal
sanitario. Quedó en evidencia la escasa inversión en
la materia y como el virus se encargó de penetrar las
líneas más expuestas de los hospitales y centros de
salud por no contar el personal con el equipamiento
básico de protección. También el hecho de la precariedad
del empleo sanitario que hace que médicos, enfermeras y
otros profesionales tengan que desplazarse de un lugar a
otro para trabajar y reunir un salario decente y que
resulta incompatible con el cuidado sanitario exigido
(pluriempleo). Este es otro llamado de atención para un
capítulo muy descuidado de la gestión hospitalaria.
7. Uno de los sectores más castigados por la
pandemia han sido los geriátricos o residencias de
adultos mayores. Aquí es necesario replantear el
tema y mejorar ampliamente los mismos fortaleciendo el
área sanitaria que estuvo descompensada respecto de la
social que siempre estuvo más presente.
8. Las prácticas que aparecieron respecto de la
higiene personal nos hicieron recordar ciertos
atrasos del mundo occidental en esta materia. Lavado de
manos, desinfección de los alimentos y objetos, limpieza
y desinfección de la casa y lugares comunes, uso de
barbijos para las personas enfermas, constituyen
prácticas cotidianas en otras culturas y que ahora
deberán ser incorporadas.
9. La pandemia mostró algunas debilidades en
materia de insumos y tecnologías como consecuencia de un
esquema de producción sostenido por el criterio de la
economía de escala internacional. Así se compraban
barbijos en China, testeos en Corea y respiradores en
Alemania. Han surgido en este corto plazo una cantidad
importante de investigaciones e innovaciones que
han puesto rápidamente en uso elementos de testeos o
tratamientos farmacológicos (uso del plasma) además de
los equipos de investigación internacional que se han
asociado (Brasil experiencia de Oxford en la prueba para
la vacuna o en el caso argentino participación en
protocolos internacionales auspiciados por la OMS para
investigación aplicada de algunos tratamientos).
10. Las políticas implementadas (como por ejemplo
la cuarentena) estuvieron más sesgadas en defender la
vida, pero les han dado poca importancia a los medios
de vida, así como a las patologías crónicas y la
salud mental de la población que fueron desplazadas del
eje y que sin dudas traerán consecuencias negativas a
futuro.(1)
La salud global tiene dos elementos claves que nos
permiten caracterizarla y definirla:
-
Por un lado, el nivel de análisis que afecta a todos y
que debe considerar muy especialmente la diversidad de
sociedades que conviven en el mundo, en todo lo referido
a normas, valores, culturas e intereses.
-
Relaciones de interdependencia que ligan diferentes
unidades de organización social de la población global
(Naciones – estados, empresas privadas, grupos étnicos,
movimientos civiles (ONGs), etc.
La construcción de una gobernanza global para salud
requiere saber que ésta va más allá de los mecanismos
formales de los gobiernos y se refiere a la totalidad de
las formas en las que una sociedad tiende a organizar y
gestionar sus asuntos. La mala noticia con la que
convivimos es que no existe un gobierno global y esto lo
vivimos diariamente por la falta de coordinación
existente para enfrentar diferentes problemas globales.
Sólo pensemos en el ambiente o la protección de
determinadas especies.
Por otra parte, existe un consenso generalizado que la
arquitectura institucional de la Organización Mundial de
la Salud se ha mostrado insuficiente e incapaz de
responder a los retos globales que plantea la salud.
Seguramente a la salida de la pandemia tendremos un
debate sobre cómo se organizará un sistema sanitario
global donde el rol de las grandes potencias -Estados
Unidos y China- será crucial en la materia tal como fue
el final de la Segunda Guerra Mundial cuando se dio
origen al orden internacional que nos acompaña hoy en
día.
La OMS fue creada en 1948 y es alabada particularmente
por su papel en la eliminación de la viruela, la casi
erradicación de la poliomielitis y la lucha contra
enfermedades como el VIH, la malaria y la tuberculosis.
Tiene un presupuesto de 2.400 millones de dólares
anuales. A principios de este siglo, la organización
recibió casi la mitad de su presupuesto en forma de
cuotas de los estados miembros, pero ahora éstas se han
reducido a alrededor del 20% de sus ingresos. Esto
significa que la OMS ha pasado a depender más de las
contribuciones voluntarias para llevar a cabo su
trabajo.(2)
Se avecinan tiempos donde es necesario contar con
líderes que piensen en el mundo y que tengan actitudes
cooperativas y diferentes de las peleas comerciales de
los últimos años. Hombres dispuestos a mirar mucho más
allá del corto plazo y dispuestos a construir un sistema
sanitario global. Compuesto por un grupo de actores cuyo
interés primario e inicial sea mejorar la salud de los
habitantes del mundo, así como la definición de reglas y
normas que regulen su intervención.
Ese nuevo espacio tendrá funciones esenciales
considerando la “nueva normalidad” internacional y
pasará por:
-
Producción de bienes públicos globales (especialmente
todo aquellos relacionados con el conocimiento
(estándares y guías de actuación sobre mejores
prácticas, estudios de evidencias, comparaciones y
análisis, etc.).
-
Gestión de externalidades entre los países (trabajar en
prevenir y/o mitigar las consecuencias negativas que
podrían producirse sobre la salud de un país como
consecuencia de las acciones de otros países (vigilancia
epidemiológica y compartir información para preparar
respuestas conjuntas).
-
Movilización de la solidaridad global (programas de
financiación al desarrollo, cooperación técnica,
asistencia humanitaria, etc.).
-
Buena administración (esto facilitará la dirección
estratégica del sistema sanitario global para que las
otras funciones se puedan hacer adecuadamente).
Finalmente, una reflexión. El mundo ya había vivido
otras epidemias que asolaron determinados continentes o
regiones específicas (caso del ébola en África o las
gripes en Asia) pero quizás tenían que morirse personas
en Nueva York, Washington, Londres, Madrid, Milán,
Bruselas, Pekín, Moscú, San Pablo, Río de Janeiro,
Buenos Aires, Ciudad de México, Nueva Delhi, para que el
mundo occidental tome conciencia de la importancia de
construir una gobernanza sanitaria. Esperemos que el
aviso esta vez sea escuchado por los que tienen que
tomar las decisiones con impacto mundial y que puedan
aprender de esta experiencia traumática que afectó
sanitaria, social y económicamente a todos los
continentes y millones de personas.
1) Conversaciones en la Catedral. Vargas Llosa.
2) Martín Tetaz – El Economista 13 abril 2020.
3) Carlos Matus, Plan Estratégico Situacional. ONU –
CEPAL. 1) La única iberoamericana que participó en la
Comisión fue la Dra. Jeanette Vega (Subsecretaria de
Salud durante el gobierno de Michelle Bachelet en Chile)
y ante una pregunta de cómo cree que ha reaccionado el
mundo ante la pandemia expresó: “El mundo ha reaccionado
con mucha sorpresa y con poca previsión de los efectos
económicos globales de esta pandemia. También creo que
ha faltado tomar medidas económicas más fuertes para
proteger el ingreso de los trabajadores, especialmente
los informales”.
2)
https://www.dw.com/es/qu%C3%A9influencia-tiene-china-sobre-la-oms/a-53168549
|