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En pleno desarrollo de las medidas de aislamiento social
para enfrentar la pandemia, el Presidente contaba con la
asistencia técnica de los más destacados infectólogos y
epidemiólogos, y lograba públicos acuerdos con las dos
jurisdicciones más pobladas: la Ciudad Autónoma y la
Provincia de Buenos Aires. Respaldado por estos
consensos, con resultados todavía alentadores y con la
paciencia de una población aún no agotada, hacia
mediados de junio Alberto Fernández afirmó entusiasmado:
“éste es un Gobierno de científicos”. Esos apoyos se
fueron extinguiendo, a medida que los resultados
mostraban que otras estrategias menos agresivas,
evitando paralizar la economía, lograban indicadores de
incidencia y mortalidad equivalentes. La desazón aumentó
con la visita de Luis Lacalle Pou, que logró mejores
comportamientos en Uruguay, en base a principios de
respeto a la libertad y la responsabilidad social de los
ciudadanos. Asimismo, fue cuestionada la imprudencia
diplomática de ciertas comparaciones con Suecia, Chile y
Cataluña, que respondieron con claros fundamentos.
En su condición profesional de abogado, es probable que
Alberto Fernández no haya alternado a menudo con
científicos biológicos, en el ejercicio de sus
responsabilidades como funcionario. Quizá como la
mayoría de la gente los idealiza, suponiendo que son
investigadores, que observan los hechos desde una visión
neutral, descubriendo los secretos de la naturaleza y
los fenómenos sociales. En el caso de los asesores de la
Presidencia, además de haber participado en
investigaciones -en general multicéntricas-, su perfil
principal tal vez no sea el de investigadores, sino el
de calificados especialistas, con prolongada experiencia
asistencial. Esa formación teórico-práctica les brinda
las mejores condiciones, para aconsejar las medidas de
prevención más racionales, a fin de resolver los
problemas científicos que les consultan.
La pregunta es si la Salud debe ser gobernada por la
ciencia o por la política. Dicho de otro modo: ¿ciencia
y política son dos disciplinas muy distintas? En los
países anglosajones, la categoría académica de doctorado
se denomina phylosofical doctor (PhD), porque se
atribuye a la Filosofía el nivel superior del
conocimiento. El enfoque científico más amplio, capaz de
exceder los alcances de la disciplina de origen y
encontrar los límites de sus propios criterios, en el
concierto de otras disciplinas que sostienen diversos
criterios. Los infectólogos y epidemiólogos que
asesoraron ante las incertidumbres inherentes a la
pandemia, recomendaron las mejores soluciones desde un
enfoque especializado, pero no podía esperarse que
opinaran acerca de la economía de las PyME’s, la balanza
del comercio exterior, la educación escolar y la emisión
de moneda. Esta visión holística corresponde a la
política, que debería expresar principios doctrinarios
desplegados en el tiempo y en el espacio, es decir, en
la realidad. Pero la política está desprestigiada,
porque los profesionales de la política no muestran
otros criterios que mantenerse en cargos públicos, pagar
lealtades con sueldos estatales, designar todos los
empleados que sea posible y acceder a la mayor cantidad
de privilegios disponibles en los diversos estamentos
del Estado.
Sin aplicar otros planes políticos, que eliminar todo
vestigio del gobierno anterior, potenciar el peso
relativo del Estado como actor hegemónico de la
economía, incrementar la presión tributaria sobre el
sector privado, alentar el consumo mediante subsidios
sin respaldo, y sobre todo eludir causas judiciales por
corrupción, el Gobierno no encontró mejor argumento que
atribuir las medidas adoptadas a las recomendaciones de
los científicos. El Ministro de Salud nacional, Ginés
González García, exhibió orgulloso las primeras etapas
de la epidemia, pero fue desapareciendo de la escena a
medida que las curvas de contagios iban ascendiendo en
la escala comparativa con los países más afectados. Las
autoridades de la Provincia de Buenos Aires, Daniel
Gollán y Nicolás Kreplak, se expidieron con mayor
dramatismo desde el comienzo, sin fundamentos
consistentes. Mostraron alarmados la tendencia de los
porteños a frecuentar parques y espacios abiertos, en
cuanto se les permite ejercicios físicos. No mostraron
el mismo empeño con las áreas comerciales del 2do y 3er
cordón del Gran Buenos Aires, donde desde mediados de
junio, la población circulaba sin protocolos de
cuarentena para tareas cotidianas. Los comentarios
alarmantes se fueron atenuando, a medida que la curva de
incidencia se fue “amesetando”, con significativo
descenso en CABA, mientras mantenía todo su vigor en el
GBA.
A fines de setiembre anunciaron un hallazgo: cruzando
datos de incidencia y defunciones del SIISA (1), del
censo de camas ocupadas (incluyendo públicas y privadas)
y de agencias del Registro Civil, encontraron un
subregistro de más de 3.500 muertes por Covid-19.
Recomendaron el mismo procedimiento para todo el país, a
fin de consolidar las estadísticas. El ministro porteño,
Fernán Quirós, respondió con solvencia que sus
relevamientos ya garantizaban servicios públicos y
privados. Para quienes se desempeñan en el Sector Salud,
es notorio que los establecimientos privados, adonde
concurren los usuarios con cobertura de obras sociales y
prepagos, no reportan información estadística o lo hacen
en forma irregular, cosa que seguramente se ha
modificado ante la amenaza de epidemias superpuestas de
coronavirus y dengue. Y precisamente en el subsector
privado transcurre más del 60% de la actividad
asistencial, por lo que el SIISA tiene el sesgo
histórico de una marcada carencia de eventos en
efectores privados. Los Registros Civiles tienen el más
completo registro de nacimientos y defunciones, pero no
son confiables en sus diagnósticos causales, como los
efectores públicos.
La función de las autoridades sanitarias es traducir en
acciones políticas la información científica. Las
autoridades políticas deberían integrar esa información
a los demás componentes de la agenda, para conducir
armónicamente el desenvolvimiento de la economía y las
condiciones sociales. Pareciera que los políticos,
escudándose en los científicos, indujeron a que una
parte de la sociedad y la opinión pública, hayan acusado
a los especialistas de “infectadura”. Sin embargo, no
tuvieron la misma firmeza en la necesidad indiscutible
de intensificar la densidad de testeos y rastreos de
contactos.
SIISA: Sistema Integrado de Información Sanitaria
Argentina
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(*)
Médico Sanitarista. Miembro del Grupo PAÍS. Autor de
“Un Sistema de Salud de más calidad”, Prometeo, 2020
(de inminente aparición). |
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