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El 19 de octubre se conmemoró una
vez más, el día de lucha contra el
cáncer de mama, desarrollándose,
durante todo el mes, actividades
para concientizar sobre esta
enfermedad. Octubre es el mes Rosa,
sin embargo, no todo es color rosa.
En la Argentina, el cáncer es la
segunda causa de muerte (19,2%),
solamente superada por las
enfermedades cardiovasculares
(28,5%). Dentro del conjunto total
de cánceres, el cáncer de mama es el
de mayor ocurrencia. Con más de
21.000 casos registrados en 2018,
constituyó el 17% de todos los
tumores malignos y casi un tercio de
los cánceres femeninos. En mujeres,
el cáncer de mama representó el 20%
del total de las defunciones por
cáncer, siendo la primera causa de
muerte por tumores.
Los números todavía son altos, a
pesar de que la mortalidad ha
disminuido de manera sostenida y
estadísticamente significativa desde
1996 a un ritmo anual de 0,9%
durante el período 1996-2013 y luego
2,1% entre 2013 y 2016. Otro dato
importante es que, detectado a
tiempo hay un 90% de casos curables,
lo cual indica que existe aún más
margen para seguir trabajando en pos
de disminuir la mortalidad.
Si bien el cáncer de mama es una
enfermedad difícil de prevenir, es
posible tomar medidas que disminuyan
los factores de riesgo y la
probabilidad de aparición de la
enfermedad. Los principales aliados
son la vida saludable y las visitas
médicas, donde se indicarán según
correspondan por edad y antecedentes
estudios de diagnóstico.
IMPACTO
SOCIOECONÓMICO DEL CÁNCER DE MAMA
Si bien no se considera a la pobreza
como un factor de riesgo para
aparición del cáncer de mama, se
debe tener en consideración como
factor generador de desigualdades.
Por un lado, la pobreza como
limitante a una vida saludable, y
por el otro como limitante al acceso
al diagnóstico y tratamiento precoz.
Respecto a la vida saludable, el
sobrepeso, el consumo de alcohol y
el sedentarismo, son factores de
riesgo relacionados con la aparición
del cáncer de mama. Las comidas
ultraprocesadas y/o con exceso de
grasas o hidratos de carbono, son
actualmente las más accesibles y
generadoras de sobrepeso. En cambio,
los alimentos sanos son inaccesibles
para una gran parte de la población.
Asimismo, numerosos artículos
demuestran la relación entre
pobreza, sedentarismo, sobrepeso y
consumo de alcohol, afectando aún
más a las mujeres de menor nivel
socioeconómico que a los hombres.
Por otro lado, según la Encuesta
Nacional de Factores de Riesgo, los
estudios de detección, como
mamografía o papanicolau, son más
usuales cuanto mayor sea el nivel
educativo y el nivel de ingreso.
También son más frecuentes estos
estudios cuando se cuenta con
cobertura de salud por obra social o
prepaga.
A nivel internacional esto se
repite, según el estudio de
Desigualdad en la Salud, de la Red
Europea contra la Pobreza y la
Exclusión Social, la mitad de las
mujeres en situación de pobreza no
se ha realizado nunca una
mamografía. Una cifra que es más de
un 30% superior a la de aquellas que
tienen mejor situación económica.
Por lo tanto, la pobreza no es un
factor de incidencia, aunque si
puede explicar la diferencia en la
mortalidad por esta enfermedad entre
clase sociales. La educación y el
acceso a la información son
herramientas necesariamente
complementarias para disminuir las
desigualdades e impulsar la equidad,
sin embargo, sin una intervención
activa del sistema de salud en lo
que refiere a la detección e
incorporación de aquellas personas
que no acceden a las consultas
pertinentes, no será suficiente.
Otro aspecto fundamental, a la hora
de medir el impacto socioeconómico,
es medir el costo económico para
acceder al tratamiento. Si bien, la
carga financiera, en la Argentina,
recae mayormente sobre los
financiadores privados, de la
seguridad social o el Estado, el
costo de los tratamientos es
realmente alto (solamente las drogas
para quimioterapia varían desde los
$ 5.000 hasta más de $ 350.000
mensuales).
Estos valores generan trabas por
parte de los financiadores, ya que
realmente se hace insostenible para
el sistema, incorporando burocracias
y demoras al acceso, que muchas
veces se resuelven vía judicial.
Nuevamente las personas de menores
ingresos y educación muchas veces
quedan excluidas al no conocer estos
mecanismos legales.
Finalmente, otro factor económico
importante a analizar son los costos
de productividad asociados al cáncer
de mama entre sobrevivientes. Un
estudio del Centro para el Control y
la Prevención de Enfermedades (CDC
por sus siglas en inglés), de EE. UU.,
estimó las pérdidas de productividad
en el trabajo y en el hogar entre
las mujeres más jóvenes (de 18 a 44
años) y las mayores (de 45 a 64
años) que habían recibido el
diagnóstico de cáncer de mama.
Se presentó como resultado, por
mujer y por año, que las mujeres más
jóvenes tuvieron pérdidas por u$s
2.293 en concepto de trabajo perdido
y u$s 442 en concepto de pérdida de
productividad en el hogar mientras
que, las mujeres mayores,
enfrentaron costos por u$s 1.407 y
u$s 368 por los mismos conceptos. En
el estudio destaca que las mujeres
más jóvenes con cáncer de mama
asiduamente tienen una menor calidad
de vida y una mayor carga financiera
que las de más edad con cáncer de
mama. Si bien, los datos no
pertenecen a nuestro país, será
importante trabajar sobre este tema,
especialmente cuando el trabajo
informal y el desempleo están a la
orden del día.
COMO CIERRE
Este año tan particular, con la
pandemia, las consultas por el
cáncer de mama han caído junto a la
cantidad de estudios y cirugías
realizadas. En el mundo, se calcula
que generará un aumento de muertes
por los 10 próximos años. Según la
capacidad de atenciones y pruebas
realizadas (limitada por la oferta
de servicio) podrá aumentar entre
0,13 y 2,35 muertes cada 100.000
mujeres.
La única manera de revertirlo es
concientizar a todas las mujeres de
los factores de riesgo y de la
importancia de los estudios
diagnósticos, y a la vez,
concientizar a los gobiernos de las
desigualdades que genera, una vez
más, la pobreza.
(*) Asociación de Economía de la
Salud.
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