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Hace muchos años con un dirigente médico pensábamos si
la lucha médico-sanitaria es continua o que continúa… y
no es semántica es incertidumbre dialéctica. Porque por
mucho que hablemos en situación de pandemia el futuro no
existe… ahí y ahora parece que de tanto achatar la curva
estamos en un estrés permanente.
Y la cuarentena se prolongó, la ASPO se abrió y cual
mancha de aceite la circulación del virus se esparce
hacia las comunidades del interior y nos muestra las
realidades más macabras en cuanto a la queja y a quien
puede que se defienda. La tensión es permanente y
permanece constante, están los pro y los anti además de
haber politizado la pandemia cual otro tema más en
nuestro bendito suelo americano.
Tal como se titula en el artículo “La Pandemia del
Miedo” … “Tres de las cosas más importantes que un ser
humano necesita están siendo sistemáticamente
deterioradas: la salud, las relaciones sociales y la
economía”. Como nos dice María Ibáñez y Jesús Jiménez,
(2020) … “Si a esto le sumamos el caos informativo que
están padeciendo los ciudadanos, debido a que en muchos
medios de comunicación se aporta una información
simplista y alarmista encaminada a justificar la
gravedad de las medidas tomadas, y por otro lado la
información que llega a través de las redes sociales de
profesionales sanitarios y periodistas que proporcionan
otras explicaciones diferentes, más detalladas y
argumentadas, ponen en duda que las medidas draconianas
que se están tomando sean en realidad las más adecuadas,
entonces la incertidumbre, los niveles de angustia,
miedo y estrés se disparan”. Algunos se borraron; pero
el personal de salud; de seguridad y el Estado no se
pueden borrar como de la nada… Están ahí presentes.
Y todo sirve para todo. Se descuelgan del pensamiento
mítico y psicótico las ideas más macabras que existen en
el mundo y nos une la desesperanza y la incertidumbre. Y
como apareció en un reciente artículo del Banco Mundial
(setiembre 2020) “Crear sociedades más resilientes y
pacíficas es el nuevo futuro”:
“La pandemia de Covid-19 ha expuesto algunos de los
mayores problemas en las sociedades de todo el mundo. Si
bien muchos Gobiernos enfrentan todavía el aumento de
los contagiados, la violencia agrava la crisis en
algunos de los entornos más frágiles del mundo”.
“Aparte de estas tendencias preocupantes, el Covid-19
ejerce nuevas presiones sobre las economías nacionales y
locales en que se observan servicios públicos
deficientes y una escasa capacidad para responder a la
pandemia. Existe un gran riesgo de que esto pueda
aumentar los impactos, generando mayor malestar social,
violencia e inestabilidad. En países afectados por
situaciones de fragilidad, conflicto y violencia (FCV),
estas tendencias se agravan, conllevando una carga
adicional para las sociedades. Dado que las personas
son, en última instancia, las principales víctimas de
los conflictos, es esencial encontrar soluciones
socialmente sostenibles que aborden los obstáculos de
larga duración para el desarrollo, como la exclusión, la
falta de representación y la desigualdad”.
“Por último, el empoderamiento amplía las oportunidades
a todas las personas para que forjen su propio futuro y
tengan una participación importante en las sociedades,
algo esencial para tener un Gobierno transparente y que
responda a las necesidades de la población y para sentar
los pilares del crecimiento inclusivo. Con el fin de
apoyar el empoderamiento social es necesario reforzar la
recta final de los programas de descentralización
dirigidos a las comunidades y fomentar la rendición de
cuentas impulsada por los ciudadanos desde la base. La
responsabilidad social desempeña un papel fundamental en
ese sentido” (sic).
Al momento de escribir estas líneas se ha dejado de
hablar del tema con la intensidad precedente. El pueblo
se cansó, y se puso a nivel mundial el peso en lo
económico.
Pero al final el diario y los médicos del día después
dirán la verdad. Parece que el virus vino para quedarse
y el pobre poder amarillo no tiene la culpa. Porque
estamos acostumbrados a buscar culpables siempre donde
no están.
Los sistemas de salud llenos de palabras, de rectoría,
de sistemas, de tecnología han sucumbido en lo sanitario
puro y en lo económico llevando a un mundo de mayor
hambruna que el precedente.
No sea que terminemos como el personaje de Julio Verne
(1879) … “El amigo desaparece y Kin-Fo (el personaje
primario) comienza a sentirse más disgustado, sobre todo
cuando le informan que su fortuna puede ser salvada.
Entonces comienza a viajar por toda China, esperando
evitar ser asesinado antes de que el contrato expire”.
Y nos preguntamos, ¿Qué papel tendría que jugar en esta
crisis sanitaria global? ¿Qué nos puede aportar para
mejorar la realidad?
“Desde hace tiempo, nos hemos metido muchísimo con la
naturaleza. La explotación inmoderada de los recursos
naturales, la contaminación tanto de la atmósfera como
de ríos, lagos y mares, la destrucción de los
ecosistemas, el manejo y consumo de animales silvestres…
no pueden traer como consecuencia sino situaciones como
la presente. Por otro lado, me parece también que
vivimos en ciudades con una monstruosa densidad
poblacional y en espacios muy reducidos, donde apenas
cabemos. Así pues, en la medida en que estamos más cerca
unos de otros, somos más propensos al contagio de
microorganismos” (Paulette Dieterlen Struck – UNAM -
2020).
Y al final no sabemos si continua o es continúa…
(*) Magister en Administración de Servicios y Sistemas
de Salud UBA - FSG
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