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el descalabro que ha suscitado la pandemia del Covid-19
sin dudas alcanza las más disímiles aristas de la vida.
Pero semejante amplitud no hace sino confundir y generar
desviaciones sobre lo que debiera ser el foco sanitario
central: generar una co-gobernanza de gestión
política-científica que minimice el impacto en la salud
de la población, bajo la coordinación profesional de un
gabinete nacional que actúe sobre la totalidad del
territorio.
El nodo central en la Argentina pasa por la decadencia y
degradación del sistema (en verdad, asistema) sanitario
y el anacronismo (cristalización) gubernamental
resultante de la incapacidad más negligencia,
ignorancia, miopía, ceguera y amnesia social potenciada
por la dislocación económica y la desigualdad social. En
definitiva, la pandemia constituye un fenómeno político,
social y cultural total a partir del cual debemos afinar
la estrategia sanitaria.
La necesidad imperiosa es la de una Gobernanza Sanitaria
(autoridad científica) sana, entendiendo por “sana” a la
ausencia de mercadeo, corrupción y manipulación política
que restablezca:
-
instituciones sólidas,
-
un mapa sanitario actualizado que posibilite la
detección temprana que mitigue el impacto y el
entrenamiento en protocolos procedimentales de los
profesionales actuantes,
-
y una comunicación inteligente que evite la confusión
ante la complejidad y el aturdimiento dado por cifras
sesgadas e investigaciones no validadas.
De esta manera, se evitaría el ir y venir del pánico al
descuido o desatención, de la preocupación al
agotamiento. La llave maestra (como ya hemos mencionado
hace meses) para atenuar el impacto pasa por el índice
de la capacidad de manejo de la tríada de Testeo-Rastreo-Aislamiento
con trazabilidad y por consiguiente un estable
conocimiento logístico. La performance argentina resulta
claramente insuficiente.
Más allá de matices y especificidades de cada número,
tengamos en cuenta que en Chile se realizan 170.000
testeos por millón de habitantes, mientras que en
Argentina son 40.000. Uruguay, por su parte, cuenta con
300 testeos por cada infectado, mientras en nuestro país
apenas son dos. Datos éstos más que significativos.
La actual situación sanitaria debe servirnos como
oportunidad para diagramar una propuesta que marque el
rumbo a seguir, en lugar de continuar con una inercia
resignada en manos de la ineficiencia, negligencia y
transferencia de la responsabilidad. Se trata de tomar
decisiones que imponen la responsabilidad de discernir y
asumir la toma de conciencia y compromiso, para actuar
con el riesgo que conlleva. Es una cuestión política y
ética, además de profesional.
El punto de partida combina instituciones cristalizadas;
fallas por no diferenciar estrategia, táctica y
logística; desmanejo de los efectos colaterales adversos
(orgánicos, mentales y sociales); y una generalizada
indefensión sanitaria. Todo lo cual confluye en un
trauma social o “síndrome” de retroceso nacional, con
total ausencia del concepto de sistema de salud. Alcanza
a este respecto con referir a la carencia de un
Observatorio Nacional de Salud y la falta de un
Ordenamiento Territorial y de la consiguiente
Articulación en Red de todos sus componentes.
Es necesario saber que gobernar es crear instituciones
capaces de componer tanto normas como procedimientos a
fin de obtener un funcionamiento que gestione problemas
concretos y que prevea y limite devenires no deseados.
No sirve discutir políticas sin disponer de órganos
operativos idóneos capaces de accionar en
correspondencia a las finalidades requeridas. De ahí la
necesidad mencionada de constituir una apta
gobernabilidad sanitaria mediante un Gabinete
Estratégico de Gestión permanente (ya que no se
enfrentan a una situación transitoria) que se aboque con
el esfuerzo creativo que exige un “tablero de comando”
multidisciplinario. Además, dadas las circunstancias
críticas y la tiniebla económica que nos atraviesa,
exige una transparencia financiera a la que puede
aportar una Nueva Gerencia Pública, con agenda por
etapas, y con gestión y presupuesto por resultados,
empleando criterios de producción pública.
Considerar a la pandemia como “situación límite” nos
impone testificar no sólo cómo se muere, sino también
cómo se vive y cómo se debe actuar a partir de la
experiencia. De esta manera, debemos dejar de ocultar y
distorsionar la realidad y, en su lugar, recoger las
enseñanzas de esta difícil y dolorosa situación.
En definitiva, se trata de construir una gobernanza
sanitaria que ponga en el centro la teoría epidémica
elaborada por Reed y Frost ya en 1928, con la tecnología
y ciencia actual. Para ello, se requieren “dispositivos”
(herramientas) pero también “cerebro” que posibilite el
enlace de los distintos componentes, dados por
conocimiento, destreza y reflexión.
La detección de fallas, por ejemplo, es inescindible del
progreso médico. Ante la falta central del “Registro
Nacional de Situaciones Adversas”, se podría
instrumentar un equipo ad hoc para hacer el relevamiento
de este capítulo fundamental. También se debe diagramar
el camino crítico para distintos escenarios, por
ejemplo, la esperada vacuna, que lejos de ser una cura
milagrosa, implica planificar la logística para un
riguroso Programa de Vacunación, desde la recepción,
guardado, trazabilidad, distribución, aplicación y
seguimiento.
Por otro lado, debemos sistematizar los aprendizajes que
se están produciendo sobre la marcha, como por ejemplo
los que se han obtenido en el manejo terapéutico de
antibióticos, analgésicos, corticoides, entre otros.
Adicionalmente, detectar los equipos que han funcionado
con óptima suficiencia (como el SAME) para discernir los
componentes a reforzar y formas para replicarlo en otros
equipos.
Asimismo, si algo debería dejar en claro la pandemia es
la necesidad de formar a los médicos que sí tenemos en
las especialidades que faltan (o que urgen) y en su
distribución geográfica adecuada. Por no hablar del
reducido número de personal de enfermería que contamos
en nuestro país. Para ello, resulta indispensable la
articulación entre los Ministerios de Educación, de
Salud y las Universidades. Se requiere de formación
profesional que conjugue saber (formación académica) con
saber hacer, es decir, la práctica clínica (las
residencias). El médico requiere precisión y destreza en
los procedimientos y no un listado de protocolos
normativos, como los que se brinda al conjunto de la
población (lavado de manos, mantener la distancia
interpersonal, uso de barbijos).
Esperamos que este texto signifique un aporte al
conocimiento mediante el pensamiento crítico que
posibilite la aplicación de un método científico que
diferencie la probabilidad matemática de la probabilidad
sanitaria, ya que la primera utiliza métodos numéricos y
la segunda métodos topológicos con componentes dinámicos
abiertos. Ello permite diferenciar los criterios de
“investigación-acción” que implica el valor de reconocer
errores que posibilitan rectificar conductas durante el
devenir de la crisis sanitara y evitar el caer en la
desesperación (registrada o ignorada) de gobiernos donde
prevalece la esclerosis burocrática, la ceguera
cognitiva y la banalidad del Mal.
A la hora de la verdad, frente a esta situación extrema
y recurriendo a lo descripto por Joseph Conrad en Tifón:
“el viento ataca como un enemigo personal, y el vendaval
aísla al hombre de la humanidad. A esa tempestad se la
enfrenta, no se huye”. Lo que claramente se diferencia
de la expresión “la culpa la tiene el virus”.
Debemos entonces enfrentar un doble desafío: el temporal
pandémico y las olas de miedo que éste genera, a
sabiendas que volver a la pasada normalidad es auspiciar
una adaptación a una sociedad inequitativa e injusta.
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(*) Doctor en Medicina por la Universidad
Nacional de Buenos Aires (UBA). Director
Académico de la Especialización en Gestión
Estratégica de Organizaciones de Salud
Universidad Nacional del Centro (UNICEN). Autor
de: “La Pandemia y Salud Pública - Abordaje
epidemiológico y Gobernanza Sanitaria”; “La
salud que no tenemos” (2019); “Claves jurídicas
y asistenciales para la conformación de un
Sistema Federal Integrado de Salud” (EUDEBA,
2012); “En búsqueda de la salud perdida”
Universidad Nacional de la Plata (UNLP, 2008);
“La fórmula sanitaria” (EUDEBA, 2003) |
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