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Todo vencedor o triunfador popular por haber ganado una
batalla o elección necesita el esclavo negro que le
repita la frase en latín “memento mori” que se puede
traducir al castellano como “recuerda que eres mortal”.
Ya lo sabían los emperadores que cuando recibían a los
victoriosos generales romanos para “bajarle los humos”
que traían de haber ganado la batalla, los obligaban a
ingresar a la ciudad, despojados de los oropeles y de
armas, cruzando una galería de esclavos negros (últimos
en la escala social de la época) que le repetían esa
frase en latín: “memento morí”.
El Gobierno argentino ha carecido de alguien que le
dijera que ganar las elecciones no da derechos
ilimitados y que en estos tiempos es necesario manejarse
con moderación, escuchando y evitando la obcecación y el
tono de autosuficiencia con el cual se han manejado
muchos funcionarios. La pandemia desnudó muchas cosas
del sistema de salud, pero también de la política. Como
bien dijo Obama recientemente: “La presidencia no cambia
como eres, sino que revela como eres”.
El Gobierno que dijo poner a la salud por encima de la
economía, con una cuarentena de más de 200 días (récord
mundial) acaba de llegar al 5to lugar entre los países
con más contagiados. Algo se debe haber hecho mal en
materia de política o es que la evidencia no cuenta en
la materia. No es y nunca será magia sólo se trata de
realidades que muestran falencias y rigurosidad al
momento de gobernar.
El Gobierno ha cometido una serie de errores durante
estos meses que comenzaron subestimando el coronavirus
durante el mes de marzo de este año y luego se
sucedieron con el transcurso del tiempo. Algunas
declaraciones (1) de ese momento:
•
La población está “sobreasustada” con respecto al
impacto del coronavirus en el país. Hace dos días se
confirmó el primer caso positivo de la enfermedad, un
hombre que viajó a Italia, y hay once casos en estudio.
No obstante, “no es importante lo que pasa en la
Argentina”.
•
Se destacó la actuación de la Clínica de Recoleta a la
que acudió el único infectado en el país e informó que
para llegar a un diagnóstico se tarda “entre 14 y 20
horas”. Ese tiempo incluye el traslado al laboratorio,
ya que por estos momentos sólo el Malbrán tiene los
elementos específicos de análisis. “Estamos
trabajando para que se puedan hacer en otros puntos del
país”.
•
Sobre aquellos que estuvieron en contacto con el hombre
enfermo, dijo: “Estamos investigando los casos cercanos
a él en el avión y del hermano, que lo fue a buscar. Hay
que tratar de evitar la fase de inseminación.
Quien no lo logró es Italia, donde (la enfermedad) es
muy masiva. Es complicada la situación”.
•
“Una de las cosas que favorece el miedo es que la
enfermedad no era conocida, que aparece la cuarentena
que es una reminiscencia medieval, que tiene alta
contagiosidad, pero insisto, el impacto de la gripe
es terrible con respecto al impacto del coronavirus.
Sin embargo, el coronavirus lidera todas las cuestiones
públicas de miedo y de prensa”.
•
“Hay noventa centros en el mundo trabajando en el tema y
se habla de que habrá una vacuna en unos tres meses.
Nuestra labor es de contener y que no haya miedo. Más
adelante reflexionaremos por qué tanta desmesura en
este tema”.
•
“Tengo miedo que se junten gripe y coronavirus, le
tengo más miedo a la gripe. Por ello estimular la
vacunación es importante en un país donde a las vacunas
se las ha perdido el respeto”.
Todo médico sabe que es difícil aplicar un tratamiento
correcto a un diagnóstico parcialmente correcto. Se
pierden las primeras semanas que como en toda emergencia
son fundamentales para los resultados futuros. Luego de
un primer momento de convocatoria y trabajo junto con
todos los sectores políticos y sociales se comenzó a
virar luego hacia una politización de la temática y
agregado de pasión para acciones que requieren
rigurosidad científica y transparencia informativa.
En el listado de tropiezos podemos contabilizar de
manera rápida las siguientes:
•
Falta de cierre de fronteras y controles en tiempo y
forma. El tiempo que se demoró en lograr controlar
Ezeiza y ni hablar de la porosidad de las fronteras con
los países limítrofes que sin embargo les fue mejor que
a nosotros (Paraguay y Uruguay).
•
El deterioro y olvido de la medicina de fronteras y el
cuidado de éstas que como recordamos está a cargo de una
fuerza (Gendarmería) que hace ya mucho tiempo que se
tiene que dedicar a la seguridad interior de los grandes
conglomerados por el desprestigio, baja profesionalidad
y falta de confianza de las policías provinciales.
•
Armado de un comité de expertos (infectólogos)
completamente sesgado en cuanto a su visión y formación.
La pandemia no es sólo un problema infectológico, es
mucho más amplio y sistémico que la mirada microscópica.
Los resultados del grupo asesor están a la vista, ya no
sabemos si siguen estando en el país o se mudaron a otro
país con menor incidencia de coronavirus. Ya no hablan
ni son consultados ni por el Gobierno ni por los medios.
•
Debilidad histórica de la atención primaria y gran
atraso en materia de seguridad del personal sanitario
que terminó impactando sobre las internaciones y las
camas de terapia intensiva.
•
Falta de planificación histórica sobre los recursos
humanos en salud que termina generando la paradoja que
no hay especialistas para atender a los pacientes cuando
se tiene ahora las camas y el equipamiento. Un
especialista no se forma en 2 meses y requiere un plan
que no tenemos en materia de recursos humanos. Hace ya
tiempo que hemos alertado sobre las especialidades
críticas (terapia intensiva, neonatología, etc.) y el
Ministerio de Salud y el COFESA han hecho muy poco en la
materia desde hace años.
•
Falta de control de los geriátricos y de los barrios
vulnerables donde el Estado hace mucho que no está
presente. Tenemos que rescatar el gran accionar de la
Ciudad en la materia que controló los focos de manera
inmediata con mucha eficacia y eficiencia.
•
Problemas básicos de comunicación: errores que
culminaron con la parodia de la payasa en el informe de
mortalidad y contagios.
•
Los testeos fueron insuficientes e inadecuados. Nunca se
testeó a los asintomáticos ni se hizo trazabilidad. No
debería haberse testeado tan exiguamente. Si se hubieran
detectado y aislado más contagiados probablemente la
situación sería otra. Sin duda hay varios otros países
que pueden tomarse como referencias en sentido negativo.
Si bien la Argentina no es el único ni el que ha tenido
el peor desempeño, pero tampoco puede enorgullecerse de
la performance.
•
No se compraron a tiempo los estudios y kits de
diagnóstico porque el coronavirus no era una prioridad y
no se iba a seguir expandiendo. Cuando se dieron cuenta
era muy tarde. Algunos países acapararon y en otros
casos lo vendían a precio oro.
•
Se tardó mucho tiempo en descentralizar. Teniendo en
cuenta que ya se sabía cómo se esparcía el virus en
Europa. Seguimos diciendo que somos un país federal y
todo tenía que venir a Buenos Aires. Para que exista
federalismo deben existir “federalistas” convencidos de
esa forma de gobernar y no cortesanos acostumbrados a
sobar el poder de turno del Gobierno nacional para
conseguir recursos.
•
Manejo oscuro de la información sobre todo de aquella
referida a la provincia de Buenos Aires, en particular
los partidos del conurbano bonaerense con el clásico
estilo de no dar malas noticias para no generar
problemas políticos. Mortalidad y contagios no
registrados que de pronto aparecen y salen a la
superficie. Acaban de sancionar a la Argentina por la
falta de fiabilidad de los datos respecto de la
pandemia.
•
Generar controversias políticas con la Ciudad de Buenos
Aires no gobernada por el partido oficial como si esto
pudiera estar inmerso dentro de una lógica política e
ignorar los acuerdos sanitarios indispensables para el
AMBA.
Un sistema sanitario como el argentino que tiene una
tara de origen como es la “baja intensidad de la
gobernanza” arrastra debilidades estructurales para
enfrentar una pandemia sin embargo el Ministerio de
Salud encontró inicialmente un rol legitimado en la
conducción de la estrategia y coordinación federal que
se fue degradando por el sálvese quien pueda de las
provincias.
La Presidencia de la Nación se puso al frente de la
cruzada anticovidiana hasta que la paciencia de la
población y los números de las encuestas hicieron
declinar la prioridad sobre salud dejando de lado la
economía. El Ministerio de Salud venía de una serie de
desafortunadas declaraciones que lo dejaron en un
segundo plano mediático pero que no le quitan
responsabilidad directa en la demora de algunas
decisiones claves para el manejo y control de daño de la
pandemia. Tuvo un rol activo en el inicio de la
emergencia, pero fue mostrando sus limitaciones y
débiles capacidades para coordinar y administrar el
accionar en todo el territorio nacional.
El COFESA siguió brillando por su ausencia resolutiva en
el sentido que los ministros de Salud provinciales sólo
van a escuchar y ver si pueden conseguir algún recurso
adicional en materia de salud. No es un ámbito que se
distinga por su rol de coordinador y articulador de
acciones. Los ministros suelen pender de un hilo muy
fino e incluso su manejo sobre la salud provincial es
casi tan limitado como la del Ministro de Salud de la
Nación que tiene vedado el PAMI.
La fragmentación no es sólo de la Nación o de la
Seguridad Social, sino que las provincias conviven con
gobernadores que deciden tener sobre la salud una cara
médica en el ministerio y una caja financiera en el
instituto u obra social provincial como si fueran dos
organismos extraños que trabajan con distintos objetivos
que no son la protección y tutela de la salud de los
habitantes de la provincia. Desafortunadamente la
histórica segmentación y fragmentación sanitaria están
en la cabeza de la clase política argentina y de allí se
derrama y genera esta distorsión que nos impide alcanzar
la cobertura de todo el universo poblacional, con
servicios de calidad y con criterios de asequibilidad.
El PAMI un organismo descentralizado parece haberse
desentendido de la pandemia como si la mortalidad mayor
no fuera de las personas que deben ser cubiertas por esa
Institución. Debería haber tenido un rol activo en la
protección del riesgo sanitario además de protagonismo
absoluto en el control y supervisión de los geriátricos
y residencias de ancianos que son financiadas por ese
“fondo político insondable” del cual tenemos muy poca
transparencia, todo ello favorecido por el limbo
jurisdiccional que le permite manejarse con escasos
controles administrativos.
La Seguridad Social en los momentos de crisis suele
replegarse sobre sí misma y su preocupación directa son
los trabajadores formales que son quienes aportan y
sostienen el sistema a través de su trabajo y
financiamiento. Igual comportamiento de las empresas de
medicina prepaga que dependen en gran medida de los 4
millones de personas desreguladas que transfieren sus
aportes y que intentan en estas circunstancias que no se
les caigan los afiliados correspondientes.
La Superintendencia de Servicios de Salud a pesar de los
esfuerzos por compensar la disminución de ingresos de
las obras sociales transfiriendo recursos de manera
adelantada no cuenta con poder político para tomar una
decisión clave y trascendental para la futura
sustentabilidad del sector. No pueden seguir existiendo
obras sociales menores a 300.000 beneficiarios que
brindarían un pool de riesgo más cercano a las
necesidades de cobertura y gasto que tiene ese grupo
social. El 80% de las obras sociales no puede financiar
el programa médico obligatorio (2) y viven la penuria
permanente para sostenerse.
Por otra parte, los recursos destinados a discapacidad
se están comiendo el Fondo Solidario de Redistribución (FSR)
con ese rol de compensador y reaseguro que era tan
importante y que ya no puede asumir. El Sistema Único de
Reembolso (SUR) representa hoy menos del 20% de los
recursos que destinan las obras sociales nacionales a
prestaciones especiales (tratamientos, tecnologías y
medicamentos).(3)
Finalmente, el sector privado prestador que trató de
atajar los pacientes Covid-19 pero que gradualmente
comienza a recibir noticias de la baja de utilización
(menores cirugías, menores controles y prevención de la
población) que impactan fuertemente en sus ingresos.
Quizás no veamos un colapso inmediato, pero esto se
observará en caída permanente de la calidad,
desgranamiento de población asegurada y mayores grados
de inequidad en resultados y acceso.
Para no olvidarnos del Poder Legislativo, las Cámaras
del Congreso siguen legislando en el aire sin
información e incrementado de manera irresponsable la
cobertura (PMO) sin tener los recursos disponibles y sin
cálculos del impacto económico dado que no tienen
ninguna responsabilidad fiscal ni gerencial. No se han
planteado un esquema de seguimiento y evaluación de las
acciones del gobierno respecto de la pandemia que nos
permita aumentar la transparencia y el control necesario
del accionar como se ha hecho en otros países del mundo.
Los errores económicos, políticos y sanitarios se están
pagando y nos condenarán a vivir con mayores grados de
desigualdad, inseguridad y pobreza durante las próximas
décadas. La única esperanza que nos queda en materia de
salud luego de habernos encontrado con este “cisne
negro” nos permita tomar conciencia ciudadana, y
lecciones aprendidas de la importancia de contar con un
sistema de salud cohesionado y preparado que trabaje en
la tutela, protección y recuperación de toda la
población argentina.
REFERENCIAS
(1) Declaraciones del Dr. Ginés González García a Radio
Mitre. Marzo 2020.
(2) Dr. Rubén Torres. Seminario de Sustentabilidad de
los sistemas sanitarios y los biosimilares. IdeB (2020)
www.ideblatam.org
(3) Estudio sobre financiamiento y gasto de medicamentos
especiales. Realizado por el Instituto de Economía del
Bienestar para CAEME (2020) inédito
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