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Columna


 

Pandemia:
humildad que la vida da muchas vueltas

Por el Prof. Carlos Vassallo Sella (*) vassalloc@gmail.com

 

 
Todo vencedor o triunfador popular por haber ganado una batalla o elección necesita el esclavo negro que le repita la frase en latín “memento mori” que se puede traducir al castellano como “recuerda que eres mortal”. Ya lo sabían los emperadores que cuando recibían a los victoriosos generales romanos para “bajarle los humos” que traían de haber ganado la batalla, los obligaban a ingresar a la ciudad, despojados de los oropeles y de armas, cruzando una galería de esclavos negros (últimos en la escala social de la época) que le repetían esa frase en latín: “memento morí”.
El Gobierno argentino ha carecido de alguien que le dijera que ganar las elecciones no da derechos ilimitados y que en estos tiempos es necesario manejarse con moderación, escuchando y evitando la obcecación y el tono de autosuficiencia con el cual se han manejado muchos funcionarios. La pandemia desnudó muchas cosas del sistema de salud, pero también de la política. Como bien dijo Obama recientemente: “La presidencia no cambia como eres, sino que revela como eres”.
El Gobierno que dijo poner a la salud por encima de la economía, con una cuarentena de más de 200 días (récord mundial) acaba de llegar al 5to lugar entre los países con más contagiados. Algo se debe haber hecho mal en materia de política o es que la evidencia no cuenta en la materia. No es y nunca será magia sólo se trata de realidades que muestran falencias y rigurosidad al momento de gobernar.
El Gobierno ha cometido una serie de errores durante estos meses que comenzaron subestimando el coronavirus durante el mes de marzo de este año y luego se sucedieron con el transcurso del tiempo. Algunas declaraciones (1) de ese momento:

La población está “sobreasustada” con respecto al impacto del coronavirus en el país. Hace dos días se confirmó el primer caso positivo de la enfermedad, un hombre que viajó a Italia, y hay once casos en estudio. No obstante, “no es importante lo que pasa en la Argentina”.
Se destacó la actuación de la Clínica de Recoleta a la que acudió el único infectado en el país e informó que para llegar a un diagnóstico se tarda “entre 14 y 20 horas”. Ese tiempo incluye el traslado al laboratorio, ya que por estos momentos sólo el Malbrán tiene los elementos específicos de análisis. “Estamos trabajando para que se puedan hacer en otros puntos del país”.
Sobre aquellos que estuvieron en contacto con el hombre enfermo, dijo: “Estamos investigando los casos cercanos a él en el avión y del hermano, que lo fue a buscar. Hay que tratar de evitar la fase de inseminación. Quien no lo logró es Italia, donde (la enfermedad) es muy masiva. Es complicada la situación”.
“Una de las cosas que favorece el miedo es que la enfermedad no era conocida, que aparece la cuarentena que es una reminiscencia medieval, que tiene alta contagiosidad, pero insisto, el impacto de la gripe es terrible con respecto al impacto del coronavirus. Sin embargo, el coronavirus lidera todas las cuestiones públicas de miedo y de prensa”.
“Hay noventa centros en el mundo trabajando en el tema y se habla de que habrá una vacuna en unos tres meses. Nuestra labor es de contener y que no haya miedo. Más adelante reflexionaremos por qué tanta desmesura en este tema”.
“Tengo miedo que se junten gripe y coronavirus, le tengo más miedo a la gripe. Por ello estimular la vacunación es importante en un país donde a las vacunas se las ha perdido el respeto”.

Todo médico sabe que es difícil aplicar un tratamiento correcto a un diagnóstico parcialmente correcto. Se pierden las primeras semanas que como en toda emergencia son fundamentales para los resultados futuros. Luego de un primer momento de convocatoria y trabajo junto con todos los sectores políticos y sociales se comenzó a virar luego hacia una politización de la temática y agregado de pasión para acciones que requieren rigurosidad científica y transparencia informativa.
En el listado de tropiezos podemos contabilizar de manera rápida las siguientes:

Falta de cierre de fronteras y controles en tiempo y forma. El tiempo que se demoró en lograr controlar Ezeiza y ni hablar de la porosidad de las fronteras con los países limítrofes que sin embargo les fue mejor que a nosotros (Paraguay y Uruguay).
El deterioro y olvido de la medicina de fronteras y el cuidado de éstas que como recordamos está a cargo de una fuerza (Gendarmería) que hace ya mucho tiempo que se tiene que dedicar a la seguridad interior de los grandes conglomerados por el desprestigio, baja profesionalidad y falta de confianza de las policías provinciales.
Armado de un comité de expertos (infectólogos) completamente sesgado en cuanto a su visión y formación. La pandemia no es sólo un problema infectológico, es mucho más amplio y sistémico que la mirada microscópica. Los resultados del grupo asesor están a la vista, ya no sabemos si siguen estando en el país o se mudaron a otro país con menor incidencia de coronavirus. Ya no hablan ni son consultados ni por el Gobierno ni por los medios.
Debilidad histórica de la atención primaria y gran atraso en materia de seguridad del personal sanitario que terminó impactando sobre las internaciones y las camas de terapia intensiva.
Falta de planificación histórica sobre los recursos humanos en salud que termina generando la paradoja que no hay especialistas para atender a los pacientes cuando se tiene ahora las camas y el equipamiento. Un especialista no se forma en 2 meses y requiere un plan que no tenemos en materia de recursos humanos. Hace ya tiempo que hemos alertado sobre las especialidades críticas (terapia intensiva, neonatología, etc.) y el Ministerio de Salud y el COFESA han hecho muy poco en la materia desde hace años.
Falta de control de los geriátricos y de los barrios vulnerables donde el Estado hace mucho que no está presente. Tenemos que rescatar el gran accionar de la Ciudad en la materia que controló los focos de manera inmediata con mucha eficacia y eficiencia.
Problemas básicos de comunicación: errores que culminaron con la parodia de la payasa en el informe de mortalidad y contagios.
Los testeos fueron insuficientes e inadecuados. Nunca se testeó a los asintomáticos ni se hizo trazabilidad. No debería haberse testeado tan exiguamente. Si se hubieran detectado y aislado más contagiados probablemente la situación sería otra. Sin duda hay varios otros países que pueden tomarse como referencias en sentido negativo. Si bien la Argentina no es el único ni el que ha tenido el peor desempeño, pero tampoco puede enorgullecerse de la performance.
No se compraron a tiempo los estudios y kits de diagnóstico porque el coronavirus no era una prioridad y no se iba a seguir expandiendo. Cuando se dieron cuenta era muy tarde. Algunos países acapararon y en otros casos lo vendían a precio oro.
Se tardó mucho tiempo en descentralizar. Teniendo en cuenta que ya se sabía cómo se esparcía el virus en Europa. Seguimos diciendo que somos un país federal y todo tenía que venir a Buenos Aires. Para que exista federalismo deben existir “federalistas” convencidos de esa forma de gobernar y no cortesanos acostumbrados a sobar el poder de turno del Gobierno nacional para conseguir recursos.
Manejo oscuro de la información sobre todo de aquella referida a la provincia de Buenos Aires, en particular los partidos del conurbano bonaerense con el clásico estilo de no dar malas noticias para no generar problemas políticos. Mortalidad y contagios no registrados que de pronto aparecen y salen a la superficie. Acaban de sancionar a la Argentina por la falta de fiabilidad de los datos respecto de la pandemia.
Generar controversias políticas con la Ciudad de Buenos Aires no gobernada por el partido oficial como si esto pudiera estar inmerso dentro de una lógica política e ignorar los acuerdos sanitarios indispensables para el AMBA.

Un sistema sanitario como el argentino que tiene una tara de origen como es la “baja intensidad de la gobernanza” arrastra debilidades estructurales para enfrentar una pandemia sin embargo el Ministerio de Salud encontró inicialmente un rol legitimado en la conducción de la estrategia y coordinación federal que se fue degradando por el sálvese quien pueda de las provincias.
La Presidencia de la Nación se puso al frente de la cruzada anticovidiana hasta que la paciencia de la población y los números de las encuestas hicieron declinar la prioridad sobre salud dejando de lado la economía. El Ministerio de Salud venía de una serie de desafortunadas declaraciones que lo dejaron en un segundo plano mediático pero que no le quitan responsabilidad directa en la demora de algunas decisiones claves para el manejo y control de daño de la pandemia. Tuvo un rol activo en el inicio de la emergencia, pero fue mostrando sus limitaciones y débiles capacidades para coordinar y administrar el accionar en todo el territorio nacional.
El COFESA siguió brillando por su ausencia resolutiva en el sentido que los ministros de Salud provinciales sólo van a escuchar y ver si pueden conseguir algún recurso adicional en materia de salud. No es un ámbito que se distinga por su rol de coordinador y articulador de acciones. Los ministros suelen pender de un hilo muy fino e incluso su manejo sobre la salud provincial es casi tan limitado como la del Ministro de Salud de la Nación que tiene vedado el PAMI.
La fragmentación no es sólo de la Nación o de la Seguridad Social, sino que las provincias conviven con gobernadores que deciden tener sobre la salud una cara médica en el ministerio y una caja financiera en el instituto u obra social provincial como si fueran dos organismos extraños que trabajan con distintos objetivos que no son la protección y tutela de la salud de los habitantes de la provincia. Desafortunadamente la histórica segmentación y fragmentación sanitaria están en la cabeza de la clase política argentina y de allí se derrama y genera esta distorsión que nos impide alcanzar la cobertura de todo el universo poblacional, con servicios de calidad y con criterios de asequibilidad.
El PAMI un organismo descentralizado parece haberse desentendido de la pandemia como si la mortalidad mayor no fuera de las personas que deben ser cubiertas por esa Institución. Debería haber tenido un rol activo en la protección del riesgo sanitario además de protagonismo absoluto en el control y supervisión de los geriátricos y residencias de ancianos que son financiadas por ese “fondo político insondable” del cual tenemos muy poca transparencia, todo ello favorecido por el limbo jurisdiccional que le permite manejarse con escasos controles administrativos.
La Seguridad Social en los momentos de crisis suele replegarse sobre sí misma y su preocupación directa son los trabajadores formales que son quienes aportan y sostienen el sistema a través de su trabajo y financiamiento. Igual comportamiento de las empresas de medicina prepaga que dependen en gran medida de los 4 millones de personas desreguladas que transfieren sus aportes y que intentan en estas circunstancias que no se les caigan los afiliados correspondientes.
La Superintendencia de Servicios de Salud a pesar de los esfuerzos por compensar la disminución de ingresos de las obras sociales transfiriendo recursos de manera adelantada no cuenta con poder político para tomar una decisión clave y trascendental para la futura sustentabilidad del sector. No pueden seguir existiendo obras sociales menores a 300.000 beneficiarios que brindarían un pool de riesgo más cercano a las necesidades de cobertura y gasto que tiene ese grupo social. El 80% de las obras sociales no puede financiar el programa médico obligatorio (2) y viven la penuria permanente para sostenerse.
Por otra parte, los recursos destinados a discapacidad se están comiendo el Fondo Solidario de Redistribución (FSR) con ese rol de compensador y reaseguro que era tan importante y que ya no puede asumir. El Sistema Único de Reembolso (SUR) representa hoy menos del 20% de los recursos que destinan las obras sociales nacionales a prestaciones especiales (tratamientos, tecnologías y medicamentos).(3)
Finalmente, el sector privado prestador que trató de atajar los pacientes Covid-19 pero que gradualmente comienza a recibir noticias de la baja de utilización (menores cirugías, menores controles y prevención de la población) que impactan fuertemente en sus ingresos. Quizás no veamos un colapso inmediato, pero esto se observará en caída permanente de la calidad, desgranamiento de población asegurada y mayores grados de inequidad en resultados y acceso.
Para no olvidarnos del Poder Legislativo, las Cámaras del Congreso siguen legislando en el aire sin información e incrementado de manera irresponsable la cobertura (PMO) sin tener los recursos disponibles y sin cálculos del impacto económico dado que no tienen ninguna responsabilidad fiscal ni gerencial. No se han planteado un esquema de seguimiento y evaluación de las acciones del gobierno respecto de la pandemia que nos permita aumentar la transparencia y el control necesario del accionar como se ha hecho en otros países del mundo.
Los errores económicos, políticos y sanitarios se están pagando y nos condenarán a vivir con mayores grados de desigualdad, inseguridad y pobreza durante las próximas décadas. La única esperanza que nos queda en materia de salud luego de habernos encontrado con este “cisne negro” nos permita tomar conciencia ciudadana, y lecciones aprendidas de la importancia de contar con un sistema de salud cohesionado y preparado que trabaje en la tutela, protección y recuperación de toda la población argentina.

REFERENCIAS

(1) Declaraciones del Dr. Ginés González García a Radio Mitre. Marzo 2020.
(2) Dr. Rubén Torres. Seminario de Sustentabilidad de los sistemas sanitarios y los biosimilares. IdeB (2020) www.ideblatam.org
(3) Estudio sobre financiamiento y gasto de medicamentos especiales. Realizado por el Instituto de Economía del Bienestar para CAEME (2020) inédito

(*)  Director del Instituto de Economía del Bienestar. www.ideblatam.org

 

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