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A más de siete meses de la emergencia sanitaria
vinculada al Covid-19 aparecen reflexiones sobre la
manera en se manejaron diferentes variables del sistema
de salud.
Ante la amenaza de un virus desconocido, el temor de que
el sistema de salud público y privado no pudieran
responder adecuadamente a la demanda, la duda frente a
tratamientos inciertos y la escasez de recursos físicos,
tecnológicos y humanos se decidió disponer de todos los
medios existentes y los que pudieran procurarse a través
de gestiones incansables, un gran esfuerzo económico por
parte del Estado y también de los efectores privados,
articulando de la mejor forma posible para enfrentar un
proceso de total incertidumbre. Más allá de los
diferentes análisis que leemos a diario, probablemente
no había manera de hacer “lo mejor”, se hizo lo posible
con los acervos que se disponían.
Y en la vorágine del proceso hubo recursos que no se
tuvieron en cuenta. En un principio la internación
domiciliaria no participó activamente en la asistencia
de pacientes con Covid-19 ni formó parte de la
planificación asistencial que el Estado desarrolló para
afrontar la crisis, pero mantuvo la atención de decenas
de miles de enfermos reforzando los cuidados para evitar
contagios, monitoreando permanentemente a familiares y
pacientes que merced a nuestros servicios estuvieron
asistidos, pudieron sostener sus tratamientos y
mantenerse controlados.
Con el correr de los meses hemos desarrollado módulos
especiales para atender casos leves y moderados que
completaron su recuperación en domicilio contribuyendo a
la liberación de camas hospitalarias para pacientes más
complejos, o a quienes ya se encontraban en programas de
cuidados domiciliarios y contrajeron Covid-19 a medida
que avanzaba la circulación comunitaria.
Hemos enfrentado dificultades en la provisión de insumos
y aumentos exorbitantes en los precios; contagios del
personal que se desempeña en más de un trabajo;
restricciones en la circulación de nuestros
profesionales que se desplazan con mayor asiduidad que
otros trabajadores de salud por la naturaleza misma de
nuestros servicios; la pérdida de personal entrenado en
asistencia de alta complejidad, que fueron contratados
por sanatorios y hospitales a medida que sufrían bajas
en sus dotaciones. En definitiva, la internación
domiciliaria también fue atravesada por la pandemia y
los mismos problemas de todo el sector salud, pero debió
definir sus propias estrategias y procedimientos para ir
resolviendo las situaciones en la medida que se
presentaban.
Comentábamos en este mismo espacio hace un par de meses,
sobre la precariedad del marco regulatorio de la
actividad y lo imperfecto del sistema de contratación
profesional, dos situaciones que se distinguieron
claramente durante esta emergencia. La imperfección del
sistema de contratación de los recursos humanos llegó al
extremo de que nuestros profesionales no contaran con la
cobertura de ART ni fueran incorporados a varios de los
beneficios otorgados por el Estado al personal de salud,
aún cuando los trabajadores de asistencia domiciliaria
considerados esenciales, hayan trabajado sin
interrupción ya que los servicios en domicilio nunca se
discontinuaron.
Hubo gestiones de CADEID en este sentido que contaron
con la comprensión de las autoridades, pero no llegó a
implementarse una solución concreta que ponga a los
trabajadores del sector en un plano de equivalencia con
los de otros niveles asistenciales.
En definitiva, una vez más se plantea la necesidad de
hablar de esta actividad que lleva más de cuarenta años
en el país y sigue creciendo a ritmo sostenido, como si
se tratara de algo novedoso. Ya no se discute su
eficacia, el nivel de bienestar que aporta al paciente y
su entorno familiar, ni la conveniencia de quedarse en
casa como factor de prevención. Tampoco se la cuestiona
como una gran herramienta para los financiadores de
salud a la hora de atender situaciones atípicas,
combinando diferentes recursos a la medida de cada
servicio.
Lo que se analiza es la necesidad sectorial de ser
reconocidos como un nivel asistencial que articule
adecuadamente con el Estado y el sector privado,
integrando a la actividad en procura de la mejor
recuperación de los pacientes. Así como la necesidad de
fortalecer su marco regulatorio para que las empresas
puedan trabajar en calidad, certificar sus procesos y
especializarse adecuadamente. La inclusión y
reconocimiento de los profesionales para alentar
debidamente su capacitación y fortalecimiento académico.
En definitiva, la indispensable integración del segmento
al sistema de salud.
CADEID viene trabajando estas cuestiones desde hace
varios años. Fuimos incorporando empresas de todo el
país y aun con las diferencias que cada provincia
impone, encontramos empresarios preocupados por el
destino del sector y ávidos de darle a la actividad una
normalidad que todavía no tiene. Vemos una evolución
importante en las empresas y reconocemos una progresiva
madurez del sector que nos impulsa como Cámara a asumir
su representación, en la necesidad de plantear un debate
honesto en el que participen todos los actores
involucrados: quienes prestan los servicios, quienes los
administran, quienes lo financian y por supuesto el
Estado.
Hemos planteado el objetivo de generar espacios para
discutir sobre el papel de la asistencia domiciliaria en
el sistema de salud argentino, y procurar a partir de
ello el ordenamiento que la actividad requiera.
Necesitamos como decía, un debate franco que aborde los
alcances y limitaciones del sistema para funcionar según
sus posibilidades, pero en resguardo de los derechos de
todas las partes. En este sentido, CADEID organiza una
jornada hacia fines de noviembre que contará con la
presencia de autoridades de salud, legisladores y
especialistas en ID para reflexionar sobre el presente y
futuro de la actividad.
Y en este proceso de búsqueda y construcción de una
actividad renovada, aunque curtida en la asistencia y el
cuidado de nuestros pacientes, destacamos el trabajo de
nuestros profesionales de salud que supieron estar a la
altura de esta crisis con su trabajo, empatía y
humanismo.
(*) Cámara Argentina de Empresas de Internación
Domiciliaria.
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