|
En la edición de julio de la Revista Médicos y bajo el
título “Los interrogantes al sistema sanitario que
plantea la pandemia en la Argentina” enumeré 15
preguntas sobre el impacto de la pandemia, pero también,
y fundamentalmente, sobre el camino que había elegido la
Argentina para enfrentarla.
Ese documento fue un aggiornamiento de la charla que
brindé en el ciclo “Una vuelta a a pandemia en 12
semanas” del Grupo PAIS el 22 de mayo cuando aún se
hablaba del exitoso modelo argentino. A esta altura de
los acontecimientos ya se vislumbran algunas de esas
respuestas planteadas.
EL PROCESO DE TOMA DE DECISIONES
Las decisiones tomadas tuvieron un carácter netamente
político, no sanitario. No me refiero a política
sanitaria, ni política estratégica. Política en su
acepción más transaccional, electoralista. Se tomaron
las decisiones mirando análisis de encuestas y Big Data
sobre el humor de la población y la variación en la
imagen positiva del Gobierno y sus funcionarios.
El 13 de marzo en conferencia de prensa y luego de una
reunión donde participaron el Presidente de la Nación,
el Ministro de Salud, los gobernadores, y por
recomendación del comité de expertos, se anunciaba que
las escuelas seguirían abiertas. Posteriormente ese
mismo día se reunirían los ministros de educación de las
provincias para dar conformidad a esa medida.
El 15 de marzo, el propio Presidente con los ministros y
gobernadores a su lado anunciaba el cierre de las
escuelas con explicaciones diametralmente opuestas a las
del anuncio anterior, también con recomendaciones de los
mismos expertos que habían manifestado menos de 36 hs.
antes lo contrario. Diría Groucho Marx “tengo estos
principios, si no te gustan… tengo estos otros”.
El 20 de marzo se decretó el confinamiento social
obligatorio. A esa fecha habían ocurrido 3 muertes. Un
mes después, el 20 de abril publicamos junto a Fernando
Alesso un documento denominado “¿Reservamos la bala de
plata? Algunas reflexiones sobre el confinamiento social
obligatorio, a un mes de su implementación” con un
análisis de la ASPO y allí decíamos: “Estas son
preguntas válidas teniendo en cuenta la necesidad de ir
saliendo de este estado y reactivar la economía y que el
confinamiento social obligatorio total parece ser
nuestra única alternativa ante la ausencia de otras
estrategias. Desgastar esta estrategia ahora es
condenarnos a una situación mucho peor en el futuro. El
planteo es salir ahora en forma ordenada (con un costo
en vidas y económico menor) para volver dentro de un
tiempo en donde el costo en vidas sea muchísimo mayor”.
La decisión de flexibilizar la ASPO (el 18 de julio) y
pasar de fase 1 a fase 3 en el AMBA, en una etapa clara
de aumento de la pendiente de la curva (o sea, en el
peor momento que se podría haber elegido para adoptar
esta medida de relajación), estuvo influenciada por la
caída de la imagen del Gobierno y el aumento del
descontento social con estas medidas.
Finalmente, el 8 de octubre el presidente en conferencia
de prensa y con anuncios de cierta flexibilidad admitió
que la decisión de estas aperturas era política, no
epidemiológica. La imagen negativa del Gobierno y sus
dirigentes superaban ampliamente a la positiva.
EL MODELO DE ATENCIÓN Y FINANCIACIÓN
Este confinamiento tan prolongado debería haber servido
para fortalecer el sistema. Esta crisis se planteaba
además como una oportunidad para introducir reformas al
sector. Pero el fortalecimiento sólo estuvo enfocado en
aumentar camas de cuidados intensivos y respiradores.
Esta estrategia tenía un límite muy concreto, la
cantidad y calidad de los recursos humanos.
Se sabe que el factor decisivo para la sobrevida de
muchos de los pacientes que requieren cuidados
intensivos es la atención por profesionales
intensivistas, enfermeros y kinesiólogos. Y aquí se
planteó un cuello de botella insalvable. Lamentablemente
aún hoy no existe una política para incrementar este
recurso humano crítico y superar una deficiencia
crónica.
Por otro lado, no se le asignó ninguna actividad
específica al primer nivel de atención en esta pandemia.
Por el contrario, disminuyó ostensiblemente el trabajo
en este nivel cuando era dable suponer un incremento de
su actividad durante la crisis. La Atención Primaria de
la Salud tanto estrategia cuanto primer nivel de
atención fue la gran ausente. No se percibe además
ninguna iniciativa para modificar este status quo.
Tampoco se aprovechó esta crisis para plantear reformas
en cuanto a la gestión de hospitales públicos. Los
mismos siguen y seguirán con los mismos problemas
crónicos de gestión, infraestructura y recursos humanos.
No se aprovechó esta crisis para plantear una agenda de
reformas al modelo de financiamiento ni de atención del
sistema, toda vez que la salud (o mejor dicho la
enfermedad) escaló al primer lugar de preocupación de la
población. Pasada esta crisis, en un futuro no muy
lejano (esperemos), el sistema se encontrará, no sólo
más débil y peor que cuando esto comenzó, sino que no
existirá ninguna perspectiva de mejora.
LA CARGA DE MORBILIDAD
Aún no es tiempo de analizar el impacto sobre la carga
de morbilidad. Una segunda oleada puede avecinarse luego
de esta pandemia y es la oleada de las crónicas. La
tremenda disminución en las consultas médicas observadas
e incluso de internaciones pospuestas impactará en el
perfil de morbimortalidad de la población.
Ya vendrán tiempos de verificar si lo que el Gobierno
suponía que “salvaba” con la estrategia de la ASPO
eterna no generará una catarata de enfermedades y
muertes por causas fácilmente prevenibles y por el
desastre económico que han producido. En este sentido,
no se incorporó un análisis desde los años de vida
ajustados por discapacidad (AVAD o QUALYs) para analizar
diferentes medidas adoptadas y el impacto que ellas
tendrían en la salud de la población.
Los modelos matemáticos fueron utilizados por el
Gobierno para ver y analizar la progresión del virus y
su morbilidad y letalidad, pero ninguno se aplicó a
predecir el impacto de otras enfermedades y de la
situación económica según las medidas adoptadas. Solo se
analizó desde el punto de vista de la infectología
(sumamente necesario, por cierto) pero la gran ausente
fue la salud pública.
LA RECTORÍA DEL MINISTERIO DE SALUD
Desde hace muchísimas décadas se marca la ausencia de
rectoría por parte del Ministerio de Salud nacional.
Esta crisis pudo ser también una oportunidad para
incrementarla. No sólo no fue así, sino que ni siquiera
se aprovechó para mejorar áreas fundamentales que
cualquier ministerio debe fortalecer, en especial
aquellas que rigen sobre sistemas altamente fragmentados
y segmentados. En el artículo aquél, había señalado dos
áreas a modo de ejemplo: el sistema de información en
general y de vigilancia epidemiológica en particular y
de salud de fronteras.
Recientemente Our World in Data, una página en tiempo
real sobre los números de la pandemia, con base en la
Universidad de Oxford, informó que la Argentina dejó de
formar parte de su mapa de datos porque las cifras
oficiales agregadas por el Gobierno no reúnen la calidad
suficiente para reflejar el alcance de las pruebas. La
información, no sólo de cantidad de casos sino también
de muertos, nunca se cargó en tiempo real, por el
contrario, se hizo con enormes desfasajes de tiempo
generando errores garrafales. Ningún sistema serio puede
manejar una crisis como ésta sin información confiable.
El área de salud de fronteras es tal vez una de las más
débiles. Ni siquiera durante esta crisis en donde
debería haber jugado un rol muchísimo más importante al
inicio y ahora en la reapertura de las fronteras se
fortaleció. Faltan recursos humanos idóneos, material de
seguridad, capacitación, logística. Nunca fueron claras
las normativas impartidas. Ningún funcionario las
recorrió, quedaron huérfanas de rectoría y
acompañamiento.
PRODUCCIÓN LOCAL VS PRODUCCIÓN EXTRANJERA
No hubo desarrollo ni incentivos a la producción local.
El marco económico fue un factor desequilibrante para la
falta de inversión. Incluso cuando existió producción
local, se priorizó la compra a las grandes
multinacionales. El ejemplo más concreto es lo ocurrido
con el NEOKIT, un test de producción nacional, el cual
no fue adquirido por el Gobierno, a cambio se compraron
enormes cantidades del test de antígeno de Abbott.
PLANIFICANDO EL FUTURO
Finalmente me preguntaba en aquel artículo si había
alguien pensando todo esto y planificando el futuro.
Evidentemente la respuesta es negativa. Saldremos
penosamente de esta cuarentena en algún momento sin
haber pensado siquiera en cosas elementales. El Gobierno
convocó a infectólogos a discutir el comportamiento del
virus. Nada más. La salida de esta crisis será tan
improvisada como lo es su manejo.
(*)
Médico. Especialista en Salud Pública.
|