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Un sistema de salud es el resultado de una suma
algebraica de la ciencia y la tecnología con la cultura,
la tradición y los cambios políticos, variables que
facilitarán o no, su desarrollo y resultado. Si bien el
conocimiento y la tecnología son comunes a todos los
sistemas, deben ser funcionales o estar en acuerdo a las
variables señaladas, a las necesidades del país y de la
población. Por tal razón para comprender las condiciones
de su funcionamiento y pensar la mejor manera de
producir un cambio o adecuar su estructura, es necesario
penetrar en la médula del sistema, a través de un hilo
conductor.
Las reformas producidas en otros países suelen ser
señaladas por muchos expertos, políticos o técnicos,
pero ellas no pueden ser importadas, precisamente por
las características políticas, sociales y culturales del
país. No obstante, hacen a la experiencia y aprendizaje.
Pueden agruparse como mejoras de un modelo existente de
características hegemónicas. Otras se realizaron de
manera disruptiva al modificarse la fuente de
financiación, que como conductor de la reforma reguló el
funcionamiento y la organización del sistema. En cambio,
en nuestro país no hubo una decisión y consenso sobre
cuál debería ser el sistema de salud, sino que éste fue
modelándose como consecuencia y especulaciones de otras
políticas.
La interpretación histórica de nuestros errores suele
ser reemplazada por los diagnósticos que se repiten con
lujo de detalles incluyendo a funcionarios que no
pudieron aprovechar su oportunidad para producir algún
cambio, quizás porque no encontraron la forma de
deshacerse de reglas e ideas viejas que aún permanecen
en un contexto distinto al que las originó. No obstante,
existen propuestas revisionistas que tienen un valor
retórico ya que no dicen cómo transitar el cambio. Ello
genera incertidumbre a los actores que, posicionados en
el sistema, les resulta difícil establecer consensos y
una estrategia.
La preocupación por resolver determinados problemas
lleva a la creación de comisiones, que, aunque pretendan
ser innovadoras en general no tienen éxito por dos
razones. Una porque obedecen a una posición política o
ideológica y otra porque los actores que las integran no
están dispuestos a recortar sus intereses en
organizaciones que gozan de cierta autonomía. Por el
contrario, pueden crearse nuevos problemas que pasan a
ocupar la atención olvidando el problema que se quiso
resolver.
LAS OBRAS SOCIALES Y LA SALUD
PÚBLICA
Interesa definir la naturaleza de los recursos
económicos que manejan las Obras Sociales, en particular
las sindicales que, al estar establecidos por ley, son
obligatorios y de cobro compulsivo. Por tal razón
deberían regirse por las normas del derecho público como
así lo expresa la resolución 283/76/INOS por tratarse de
contribuciones especiales y tributos que pertenecen a la
Seguridad Social (Naturaleza pública de las
contribuciones, Fonrouge).
Sin embargo, el artículo 16 del decreto 576/93 que
reglamentó la ley 23.660 le quita tal carácter para
reconocerlo como parte del salario. Con ello el modelo
es privatista y de mercado y explica la creación de la
Superintendencia de Servicios de Salud (1996). El solo
planteo al incorporar un elemento explícito de
negociación favorece la gestión en una suerte de
combinación entre intereses y cooperación con el
propósito de construir oportunidades y encontrar los
puntos críticos en los que las partes se interesen y por
lo tanto ganen.
Ese giro en la reglamentación contradice el espíritu
integrador del proyecto de ley que dio origen a las
Leyes 23.660 y 23.661 respecto a la universalidad del
sistema y al aporte financiero del Estado con destino a
la población sin cobertura formal que se había calculado
en el 50% de la cápita de la obra social jurisdiccional.
Puede suponerse que de haberse concretado este aporte se
encontraría un camino al que los demás componentes del
sistema de atención deberían adecuarse. La ley 23.660
buscó reordenar el régimen de Obras Sociales Sindicales
a través de la Dirección Nacional de Obras Sociales
(DINOS). La ley 23.661 creó la Administración Nacional
de Obras Sociales (ANSAL) con un directorio en el que el
COFESA contaba con un solo representante. La idea de
integración de los subsectores por convenios no tenía
posibilidades.
Más allá de las mejoras que pudieron incorporar, creo
que el error, ya en el proyecto inicial, fue la
centralización y dependencia de Buenos Aires,
antecedente para tener en cuenta cuando se hacen
propuestas con dicha característica. Igual destino tuvo
la propuesta de la Organización Solidaria de Atención
Médica (OSAM) antecedente de la desregulación, que
planteaba la Cuota Única para la Atención Médica (CUPAM)
que era bien vista por la CGT siempre que asegurara una
mayor recaudación de las Obras Sociales Sindicales.
Otro antecedente olvidado pero que abordó la integración
de los subsectores fue la ley 19.337/72 a través de la
descentralización hospitalaria que resultó abolida por
leyes siguientes incluido el art. 41 de la ley 23.660.
Con la creación de la SSSalud que sumó las competencias
de la DINOS y la ANSSAL, cabe preguntarse cuál fue la
finalidad de separar las leyes.
Los modelos de atención se sustentan en cinco
componentes interrelacionados: a) La rectoría y
gobernanza del sistema; b) La financiación; c) Los
recursos humanos y tecnológicos; d) La organización de
los servicios; e) El conjunto de prestaciones y
servicios a cubrir. Cualquiera de ellos nos lleva a los
demás componentes y pueden servir como abordaje para
encontrar una oportunidad innovativa.
Así, por ejemplo, una definición explícita de alcance y
profundidad a la cobertura requiere su presupuestación y
la asignación de los recursos y también adecuar la
organización de los proveedores de servicios, así como
el uso adecuado de la tecnología.
El documento BID 2004 clasificó al sistema argentino
dentro de aquéllos que segmentan el acceso por nivel
socio- económico y tipo de vínculo laboral, con mínima
articulación entre los subsectores, los que ofrecen
planes amplios y otros restringidos, pero ambos con
racionamiento implícito.
Podemos pensar que por la aposición de circunstancias
políticas se produjo una reforma en los términos que ha
descripto el BID. No es ocioso señalar que vino a ser
respaldada por el FMI que en 1992 requirió privatizar el
Sistema de Seguridad Social entre otras medidas. En este
escenario se formalizan dos modelos uno unitario y otro
federal. Los Hospitales intentan equilibrar la
accesibilidad a los servicios, las Obras Sociales
observan importantes variaciones en su capacidad de
cobertura, los Prepagos dejaron de ser un componente
lateral y los Programas Verticales se orientan a
satisfacer necesidades de asistencia médica.
EL PLAN DE BENEFICIOS COMO
PIEDRA ANGULAR DEL SISTEMA (PMO)
El plan de beneficios reconoce como antecedente a los
Catálogos de Prestaciones originados en 1948 por las
entidades médicas que postulaban la libre elección, el
libre acceso de a la oferta y los convenios colectivos
de trabajo. Esta “receta para el desastre”, que aún
tiene cierta vigencia, inicia el modelo de mercado
coincidiendo con la creación del NHS en Inglaterra, que
aun siendo la cuna del capitalismo consiguió eludir el
dogma de la libre elección, a la hora de diseñar la
respuesta social organizada a las necesidades de salud
de la población.
En 1972 con el INOS (Instituto Nacional de Obras
Sociales) se consolidan los nomencladores nacionales
como una forma de regulación de los precios relativos
del subsector de Obras Sociales Sindicales, como
herramienta de trabajo, pero no con el propósito de
fijar políticas de salud. En la Argentina los
nomencladores contribuyeron a definir de manera
imperfecta la cobertura médica a través de listados
explícitos que acompañaron a la modalidad de
contratación según unidades desagregadas en un sistema
de múltiples cajas, monopolio prestador y lucha de
mercados. De alguna manera aportó elementos de igualdad
colectiva y posibilitó la expansión y el desarrollo de
la oferta médica y tecnológica en las distintas
jurisdicciones del país. Estas ventajas iniciales se
eclipsaron y aun desaparecieron debido a la distinta
capacidad financiera de los financiadores y por los
defectos inherentes a los aludidos listados.
Las imperfecciones de los nomencladores agregaron
desventajas al pago por acto médico porque no cumplen
con ciertas condiciones. La escala relativa de unidades
debe ser equilibrada, dentro y entre las categorías o
capítulos que se establezcan. Puede ser una modalidad
elegible cuando las unidades no son monetarias y existe
equilibrio entre oferta y demanda. En estas condiciones
contribuye al cálculo presupuestario prospectivo y como
forma de distribución del ingreso profesional en los
contratos de riesgo.
En la actualidad la cobertura de los planes de atención
depende del nomenclador del proveedor que se contrata.
Por tal razón es un capítulo por desarrollar como
abordaje al sistema. Como referencia es interesante
seguir el modelo de cálculo de honorarios médicos que
hizo HSiao (Harvard) en base al valor de la hora médica
modificada por variables como el esfuerzo mental o
psíquico, el grado de estrés, el nivel de
adiestramiento, el tiempo de la práctica, la frecuencia,
entre otras, con el propósito de equilibrar la
retribución independientemente de la especialidad. Un
modelo simplificado, pero por hora producción apliqué en
un establecimiento de Obra Social y resultó ventajoso
frente al presupuesto escalafonario.
La desregulación (decreto 9/93) sin precios oficiales
planteó un escenario sensible a los acuerdos entre
financiadores y proveedores o intermediarios,
contribuyendo a la segmentación de la población
beneficiaria dando lugar a la formación de planes
diferenciales según capacidad económica. El Programa
Médico Obligatorio (PMO) se definió en la resolución
247MS/96 como el régimen de asistencia obligatoria para
todas las Obras Sociales reguladas por las leyes 23.660
y 23.661. La resolución 939/MS/2000 explica mejor los
planes y programas de salud como garantías explícitas de
cobertura, modalidades y programas de atención y da
prioridad a la atención primaria y a la medicina basada
en la evidencia.
PROPUESTAS PARA REFORMULAR EL
PLAN DE BENEFICIOS
Los países con modelos en competencia, bi o tripartitos
(Público, Seguro Social, Privado) han recurrido a un
Plan Básico de Salud teniendo en cuenta las prestaciones
esenciales, que no siempre es fácil definir. En cambio,
en la Argentina lejos de pararse en esa definición de un
plan básico, el PMO incorpora un amplio espectro de
cobertura que es definido en el artículo 1º de la
resolución 201 MS/2000 y sus modificaciones posteriores.
El problema está en el acceso a una atención de calidad,
oportuna y suficiente para todos los beneficiarios, sin
segmentación, sin restricciones implícitas y sin
correcciones judiciales.
Las coberturas esenciales del PMO conforman un listado
positivo de prácticas ordenado en base a los citados
nomencladores, pero sin valoración. Además, contiene
algunas exclusiones como las terapias alternativas,
techos en algunas prácticas, límites de edad y
recomendaciones sobre prestaciones sin evidencia en los
programas preventivos, no obstante, proporciona cierta
flexibilidad al acceso según fuere el dictamen por
competencia de la auditoría médica de la Obra Social.
Establecimientos
acreditados y especializados por nivel
|
Criterio |
1º Nivel |
2º Nivel |
3º Nivel |
|
Accesibilidad |
Directa |
Directa o Referencial |
Indirecta |
|
Tecnología |
Baja Complejidad
y riesgo |
Especializada media
complejidad y riesgo |
Alta Complejidad
y riesgo |
|
Prevención |
Primaria |
Secundaria |
Terciaria |
Organización
de la oferta |
Descentralizada,
propia o contratada |
Ídem |
Centralizada en
servicios |
Modalidad de
Contratación |
Presupuesto
prospectivo o por programas |
Presupuesto
s/producción,
módulos, DGR |
Ídem |
Retribución
Profesional |
Hora médica
Cápita + incentivos
Arancel y Salario |
Ídem |
Ídem |
La confección de listados negativos hace a la mejor
interpretación y alcance de la cobertura, por lo que es
recomendable su confección al igual de otros que son
pasibles de autorización particular.
El PMO contiene otros listados por especialidades. El de
medicamentos vino a solucionar un antiguo problema por
las diferentes coberturas entre las Obras Sociales
Nacionales. Su confección debe ser revisada ya que
permite especulaciones económicas que no benefician al
bolsillo del usuario. A tal efecto pueden destacarse
seis medidas que mejorarían en funcionamiento sectorial:
1) Establecer la metodología del cálculo de referencia
descartando el promedio; 2) Analizar la extensión de la
comercialización de los productos según jurisdicción; 3)
Indicar el Precio de Referencia en un valor monetario y
no en porcentajes; 4) Revisar las presentaciones según
necesidades terapéuticas; 5) Establecer el mecanismo de
actualización a los efectos de atender las variaciones
de precios; 6) Actualizar el listado en el caso de
nuevos productos para su homologación o establecer su PR
según corresponda.
Un Plan de Beneficios distingue distintas dimensiones
con relación a sus contenidos y modalidades de
aplicación, como herramienta regulatoria de política
sanitaria, como derecho de los ciudadanos, como medio de
gestión para mejorar la eficiencia y como orientador en
las negociaciones contractuales. En este sentido el PMO
agrega algunos elementos como los programas preventivos,
las modalidades de atención y algunas normas referidas a
la utilización de servicios. Asimismo, hay un importante
bagaje de recomendaciones y protocolos producidos por el
SUR que deben ser aprovechados y desarrollados.
Las propuestas prácticas, para hacer las cosas un poco
mejor, ante la necesidad de universalizar la cobertura
según criterios de equidad lleva a la definición de
programas prioritarios (Materno infantil, crónicos,
salud mental, entre otros) los que están compuestos por
diversas prácticas y prestaciones contenidas en los
listados, deben ser presupuestados y monitoreados. Por
lo tanto, cualquiera fuese la modalidad de atención
ambulatoria u hospitalizada se requiere el apoyo de los
listados de prácticas y servicios. No se trata de
definir las esenciales sino las necesarias para la
ejecución del programa. En consecuencia, hay que abordar
la cobertura según los niveles de atención.
El proceso administrativo y la variación médica de los
pacientes hospitalizados aconseja el uso de
nomencladores modulados que agrupan las prácticas
asistenciales como los Grupos de Diagnósticos
Relacionados, con el propósito de introducir eficiencia
clínica y operativa transfiriendo riesgo hacia la
gestión hospitalaria.
Un sistema de ajuste de riesgo basado en edad y sexo,
condiciones médicas con similar utilización de recursos
sanitarios, permiten establecer medidas de resultados,
comparar desempeños, definir la capacidad resolutiva de
los Centros de Atención y ser utilizados en la
distribución de recursos o como incentivo al proveedor.
Es importante señalar que se contratan programas, no
prácticas.
Desde hace años se han desarrollado y utilizado diversos
índices para determinar las necesidades en los programas
de administración de la salud como el índice “Q” de
Miller, el de Chan o la fórmula dinámica de Hanlon, los
que pueden ayudar a la toma de decisiones pese a sus
limitaciones.
Para avanzar en la equidad hay que pensar en la
cobertura de las enfermedades y los diagnósticos, lo que
reduce la importancia en la selección de actividades y
servicios llamados esenciales, los que incluso pueden
tener distinta relevancia regional.
La importancia de los listados radica en la definición
de la profundidad de la atención, en la calidad y en el
uso adecuado de la tecnología, en acuerdo a las
necesidades individuales y de la población, sin que
desplace alguna enfermedad.
Esta suerte de nomencladores por nivel de atención, a
diferencia de la organización por libre demanda, plantea
una alternativa que pretende lograr la eficiencia global
del sistema por medio de la adecuada asignación de
recursos, transparentar la relación entre financiadores
y proveedores, orientar la especialización y
organización de los servicios, diferenciar la
retribución contractual de la retribución profesional y
reducir el pluriempleo al contribuir a la concentración
contractual.
Estos listados requieren el respaldo de la evidencia
médica y ser perfeccionados con otros que los
complementan, algunos ya existentes pero dispersos en
una maraña de resoluciones.
1 – El listado de exclusiones se compone de las
prácticas no legitimadas por el conocimiento médico, las
coberturas sociales, y las comodidades que excedan el
suficiente confort del paciente, entre otras no
prioritarias. Este listado negativo no debe incluir
restricciones que hagan al control del gasto ni afectar
la atención centrada en el paciente.
2 – Las autorizaciones especiales tratan de prácticas
que no corresponden a un nivel pero que pueden ser
autorizadas a un proveedor con el propósito de dar mayor
resolutividad al área de referencia.
3 – El listado de prácticas opcionales son aquellas no
priorizadas, con un copago a cargo del usuario, siempre
que se la considere que aporta algún beneficio a la
salud.
4 – El catálogo de prótesis, órtesis, implantes y otros
elementos médicos, sin los cuales no se puede llevar
adelante un tratamiento deben tener descripción y un
precio orientador, permitiendo además realizar convenios
y/o compras conjuntas.
5 – Los servicios, prácticas, medicamentos u otros
elementos tecnológicos conforman el listado de
financiación especial o distinta a los presupuestos de
los financiadores o sostenidos por un régimen de
reaseguro.
En conclusión, es necesario entrar en las entrañas del
Sistema de Salud y para ello hay que hallar la puerta de
entrada para generar un proceso de gestión más amplio de
acciones e instrumentos vinculados que identifican algún
problema que preocupe en común como lo es el Plan de
Beneficios.
Es difícil predecir el comportamiento de los componentes
de cualquier sistema, lo que no invalida que se
produzcan procesos de adecuación progresivos para hacer
posible el funcionamiento del Primer Nivel de Atención,
transformar el Hospital en empresas públicas preservando
su naturaleza pública, integrar un mercado proveedor
organizado y hacer eficiente el sistema.
La política en lo que hace al sistema de salud debe
olvidar el unitarismo y el centralismo y traducirse en
un plan estratégico de largo plazo a realizar por cada
jurisdicción, que contemple: 1) El derecho a la salud de
los ciudadanos como un actor dentro del sistema, lo que
contribuirá a la satisfacción y delimitación de sus
expectativas; 2) La disponibilidad de una herramienta de
política sanitaria que haga posible universalizar la
cobertura; 3) El medio de gestión que mejore la
eficiencia y especialización de los servicios de
atención médica, reduzca la variabilidad médica y
concentre los servicios de alta complejidad, en
beneficio de su mayor entrenamiento; 4) Las relaciones
contractuales como una sinergia de intereses, de orden
colaborativo, orientadas a resultados, con dependencia
de un presupuesto e independencia de la forma de
retribución al profesional. Luego tendrá lugar la
coordinación, la homogeneización de las jurisdicciones a
favor de la gobernanza del sistema.
BIBLIOGRAFÍA:
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La Prensa Médica Mexicana. 3º edición.
- Medición de la Calidad de Atención de la salud. G. A.
Constanzo. CLAM Nº 48 OPS 1975.
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C. de la Plaza. Medicina y Sociedad Nº 5 - Vol. 8/85.
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- Prestaciones Básicas. C. Marracino. Medicina y
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Medicina y Sociedad -Vol. 18/95.
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- Plan de Beneficios Universales de Salud. A. M. Reale,
Lima Quintana. PAIS El Camino de los Consensos Básicos.
Fundación FeMeBA. 2017.
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(*) Especialista en Salud
Pública y Sistemas de Salud - Profesor Emérito de la
Universidad ISALUD - Miembro del Grupo PAÍS. |
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