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Repasando lo ocurrido en estos
largos meses en los cuales se ha
trastocado todo lo que teníamos
asumido como “la realidad”, podemos
ver que algunos conceptos o valores
que habitualmente sostenemos, no
sólo no se han diluido, sino que han
tomado mayor significación como
consecuencia del estado de pandemia
que estamos viviendo.
De ellas, quiero destacar aquí las
siguientes:
•
El
rol central que ocupa el
farmacéutico, y la farmacia como
servicio público.
•
La
necesidad de trabajar
asociativamente con los demás
actores del sector, procurando un
marco adecuado para el desarrollo de
nuestra actividad; la utilización
racional de recursos y una mejora en
el acceso al medicamento para toda
la población.
LA
FARMACIA: UN SERVICIO PÚBLICO
Es valor entendido que, la Farmacia
Comunitaria, generalmente es el
primer lugar al que acceden los
pacientes en procura de una solución
terapéutica a sus dificultades. Este
rol se vio reforzado en estos
tiempos, en los que nuestros
profesionales pudieron capitalizar
esa posición para sumar a su tarea
habitual una labor divulgativa,
ofreciendo y reforzando mensajes en
ámbitos como la higiene de manos, la
prevención, el distanciamiento
físico y demás recomendaciones en el
mismo sentido.
Sumado a lo anterior, han debido
establecer estrategias para evitar
aglomeraciones en las farmacias;
redoblar esfuerzos para mantener las
farmacias abastecidas, para
garantizar la prestación; diseñar
estrictos protocolos de seguridad,
en favor de pacientes y los propios
integrantes de la farmacia; sólo por
citar ejemplos de su accionar.
Pero todo eso fue sólo una parte de
los servicios brindados por nuestros
profesionales.
Las especiales circunstancias
pusieron de manifiesto una cuestión
que no siempre se visualiza con
claridad: el farmacéutico
comunitario, además de los
conocimientos técnicos –
científicos, necesita poner en juego
habilidades complementarias muy
valiosas.
De ellas, podríamos señalar:
Habilidades de comunicación, para
interactuar con sus colaboradores,
pacientes, médicos prescriptores y
con tantos actores más, con los que
se relaciona a diario.
Empatía, lo cual no es otra cosa que
ponerse en los zapatos del otro. Por
lo general, los farmacéuticos
desempeñan múltiples funciones y
lidian con actividades abrumadoras.
Dentro de su rutina no pocas veces
deben interactuar con pacientes
enojados o frustrados, a los que
deben comprender y ayudarlos a
encontrar la calma. En síntesis, les
resulta esencial tener mucha
paciencia y alta tolerancia al
estrés, para manejar estas
relaciones.
Por esto y por otras cosas más,
considero que la pandemia ha logrado
revalorizar la función social del
farmacéutico, haciendo evidente su
importante función. A partir de
ello, parece lógico procurar que la
sociedad en general y las
autoridades gubernamentales en
particular, tomen conciencia que la
farmacia es un servicio público
indispensable y que, como tal, se
debe regular su ejercicio en todo el
territorio nacional, aplicando
exclusivamente un criterio
sanitario.
Las razones que sostienen esta
afirmación son claras y concretas, a
saber:
A
través de ellas se permite al
paciente el acceso democrático al
medicamento, unánimemente
considerado un bien social, en cada
centro poblado del extenso
territorio nacional.
Prestan un servicio que beneficia
a la sociedad en general, y no a una
determinada clase o grupo, por
importante que éste sea.
La
farmacia es el único establecimiento
habilitado para la venta de
medicamentos, drogas y
especialidades farmacéuticas.
Son
un centro de atención primaria de la
salud, en el cual siempre se
encuentra un profesional idóneo en
la materia al servicio de la
población en su conjunto.
Resultan ser un pilar fundamental
para el uso racional del
medicamento.
Realizan tareas de fármaco
vigilancia.
Dan
sustento material al control de
trazabilidad del medicamento
dispuesto por las autoridades
sanitarias.
Por todo ello, considero que ya no
pueden dilatarse las acciones que
den por resultado la sanción
legislativa que reconozca el
carácter de servicio público
impropio a la actividad de la
farmacia comunitaria, lo cual no
será otra cosa que otorgarle
reconocimiento legal a una innegable
realidad.
EL
RUMBO INSTITUCIONAL
El nuevo escenario del mercado del
medicamento nos pone en la necesidad
de profundizar ciertas
transformaciones que venimos
llevando adelante y, a la vez, a
replantearnos estrategias políticas
y comerciales que garanticen nuestra
posición y un crecimiento, a partir
de una mayor presencia en los
escenarios donde se toman las
decisiones.
La idea central es diseñar y
trabajar en distintas acciones
políticas, operativas y comerciales
entendiendo que, quien actúe sin
agregar valor a la prestación
farmacéutica, no podrá garantizar la
subsistencia económica de la
institución y ni de sus
representados.
Consideramos que lo hecho hasta aquí
nos permite proyectarnos como una
institución con potencial
competitivo y estar a la vanguardia
en materia de tecnología aplicada a
la salud.
Es nuestro objetivo estratégico
principal, continuar trabajando de
manera asociativa, en procura de:
•
Mejorar el acceso al medicamento a
toda la población.
•
Colaborar con los financiadores para
una mejor utilización de recursos
cada vez más escasos.
•
Procurar por todos los medios el
debido reconocimiento a la tarea
desarrollada por las farmacias.
•
Aportar a la sustentabilidad de
nuestra red de farmacias, poniendo a
su disposición la mayor cantidad de
oportunidades de trabajo.
•
Acompañar al Estado en todas las
acciones que tiendan al logro de
estos objetivos.
•
En
síntesis, trabajar de manera
proactiva aportando a la
construcción diaria de la realidad
del sector.
En eso estamos y allí seguiremos,
porque aún hay mucho por hacer.
(*) Presidente de FEFARA (Federación
Farmacéutica de la República
Argentina).
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