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Existe un consenso general sobre las
dificultades que actualmente
transita el sector salud, lo que
indudablemente se ha agravado por la
situación de pandemia vivida durante
el año 2020.
No es objeto de este artículo volver
a recalcar los desequilibrios que
provocan el aumento de los costos
médicos, la judicialización de los
reclamos, los atrasos en los
trámites de recuperos del S.U.R, las
coberturas de nuevas patologías
altamente costosas, entre tantos
otros tantos factores, sino que por
lo contrario buscar senderos que nos
permitan transitarlos y superarlos.
Ahora bien, cuando tenemos que
analizar las políticas y estrategias
a adoptar para zanjear dicha crisis,
los consensos se disipan.
Siempre es más sencillo encontrar
los problemas que nos acosan que las
políticas para abordarlos.
Esta situación es absolutamente
razonable porque las soluciones
dependen del lugar donde se ubique
cada agente, toda vez que la mejor
respuesta para uno, puede no ser tan
certera para otro, a pesar de que
ambos busquen indudablemente “la
mejor solución” que favorezca al
mismo Sistema de Salud en el que se
encuentran inmersos.
En este contexto de propuestas y
estrategias resulta fundamental
trabajar en grupo y buscar políticas
desde lo colectivo, para fortalecer
las necesidades individuales de sus
integrantes.
Estos desafíos pueden plantearse
desde lo individual, tratando que
cada agente desde sus fortalezas
busque una respuesta particular que
pueda servir a su estructura, o
puede plantearse desde lo colectivo,
tratando de consensuar políticas que
generen la sinergia entre los
integrantes del mismo grupo, para
sumar las fortalezas que otorga cada
individualidad.
Podemos decir que hay sinergia
cuando en el trazo de las relaciones
asociativas la participación de los
individuos va más allá de la simple
coordinación de esfuerzos, porque se
arraiga en el interés y el
compromiso de alcanzar objetivos
comunes y beneficios compartidos.
A partir de esta premisa nace la
fortaleza de cada asociación o grupo
colectivo con interés común.
En estas entidades hay que estar
atentos a las complejidades que
pueden generar los distintos puntos
de vistas de sus actores, tratando
de encontrar y potenciar los puntos
comunes, siendo indispensable tener
siempre un horizonte compartido por
todos, toda vez que estos objetivos
son los que dan vida a la creación
del colectivo y lo mantienen vivo y
latente.
El campo de actuación tiene que ser
coherente con la identidad del
colectivo y de los individuos que lo
componen, además de estar bien
definido, sabiendo que puede
evolucionar y modificarse durante su
proceso.
El horizonte compartido es la llama
viva que fortifica y unifica a la
estructura colectiva.
Así es como han nacido, en busca de
caminos que superan los intereses
personales, las organizaciones que
representan a los sujetos en la
sociedad, con el objeto de aunar sus
fuerzas, pasando de modelos
competitivos a modelos colaborativos
y de confianza.
En nuestro imaginario prevalece la
idea de que las asociaciones son
campos de conflicto de intereses
individuales en los cuales es
imposible que existan consensos,
reglas, valores comunes o confianza,
por lo que debemos cambiar ese
paradigma, en miras a un trabajo
conjunto en búsqueda de un objeto
común superador de lo individual.
No suman en estos casos las
estructuras jerárquicas que parten
de la base de que unas personas
“valen” más que otras. Hay que
partir de la base de que todas las
personas son complejas, ricas en
recursos y cada una puede aportar,
con sus diferentes habilidades y
disciplinas, su participación activa
en busca del objetivo grupal.
La horizontalidad consiste en
valorar por igual la opinión de
todos los individuos por lo que en
las organizaciones tenemos que
mantener la atención en búsqueda de
la horizontalidad participativa,
siendo la rotación de poder una
herramienta necesaria para mitigar
la centralidad y promover la
participación de todos sus
integrantes.
Dentro de estas estructuras podemos
distinguir dos competencias de
compromiso: la relación
miembro-asociación y la relación
asociación-sociedad.
El primer ámbito comprende la
pertenencia o membresía de
individuos a las asociaciones que
los integran como usuarios del
conjunto de recursos con que
cuentan, mediante relaciones que
derivan en posibilidades de
accesibilidad y de apropiación de un
conjunto de bienes y derechos
compartidos.
El segundo ámbito se materializa a
través de la participación e
integración de las asociaciones en
la sociedad, mediante la vinculación
y constante flujo comunicacional con
las autoridades institucionales que
determinan las macro políticas
gubernamentales.
Conteste con lo expuesto el
significado de la palabra Federación
refiere a la acción de federar que
es unir por unión, pacto, alianza o
liga entre varios.
En el contexto actual, no cabe duda
de que todos somos parte de la
solución que pueda superar la actual
crisis del Sistema de Salud,
mediante una respuesta que provenga
de la dinámica de un grupo que
contemple las realidades de todos
los actores que lo componen, con
políticas que surjan
consensuadamente desde el seno de
sus organizaciones.
Toda crisis conlleva una
oportunidad.
Es nuestra responsabilidad trabajar
intensamente buscando el consenso
dentro de cada Asociación y/o
Federación, para alcanzar la mejor
alternativa que pueda atemperar la
difícil situación actual y buscar
las estrategias para fortalecer
nuestro Sistema de Salud teniendo
como horizonte políticas que
beneficien a todos los actores sin
desmedro de su tamaño o dimensión,
dado que somos eslabones de la misma
cadena, un Sistema de Salud que debe
ser eficiente y sustentable.
Una vez más la unión hace la fuerza.
(*) Federación Argentina de Obras
Sociales de Personal de Dirección.
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