:: REVISTA MEDICOS | Medicina Global | La Revista de Salud y Calidad de Vida
 
Sumario
Institucional
Números Anteriores
Congresos
Opinión
Suscríbase a la Revista
Contáctenos


 

 


 

 

 

 

 

 

 

 

Federación Farmacéutica

 

 

 

 

 
 

 

:: Infórmese con REVISTA MEDICOS - Suscríbase llamando a los teléfonos (5411) 4362-2024 /  (5411) 4300-6119 ::
  

Columna


El año que podría hacernos cambiar

“…aquel año parecía representar el principio del fin”
“La ciencia se mostraba incapaz de comprender
las causas de la epidemia”
Alessandro Baricco
(referido a 1861)

Por el Doctor Ignacio Katz


Al acercarse el fin de este fatídico 2020, uno no puede menos que lamentar que la puesta en evidencia del cúmulo de fallas estructurales del campo sanitario no se haya traducido en la evidencia de la necesidad imperiosa de su transformación y superación en una reestructuración profunda.
La actual pandemia ha corrido el velo sobre la inequidad, ineficiencia y falta de coordinación de los subsistemas de nuestra atención sanitaria, y lo que es más grave en estas circunstancias, de la falta de una auténtica gobernanza sanitaria. Efectivamente, al margen de avances y retrocesos puntuales, los datos estadísticos empezaron a desnudar una realidad que desde un comienzo hemos puesto de relieve: la falta de una estrategia global institucional que aborde la pandemia con criterios científicos-tecnológicos vigentes.
Si vemos más de cerca, la actual pero ya histórica fragmentación sanitaria oculta varias cosas:

  • Dilución de responsabilidad (política, profesional, institucional, etc.).

  • Mercadeo, esto es, intereses, cartelización de instituciones y medicalización (la industria farmacéutica ha subido medicamentos de manera inusitada).

  • Endeblez de las políticas sanitarias (que no distinguen planificación estratégica reglada del empleo de medidas y herramientas aisladas).

  • Esterilización de los “nidos de maestros” (claves para la formación y capacitación de profesionales de la salud).

  • Corrupción: lastre no sólo concerniente a la moral sino también con efectos en el incremento de los costos en el ámbito de la salud (tema a destacar en situaciones de desastre como es la pandemia).

Ante este escenario, el Gobierno nacional ha pretendido “privilegiar la salud” (en una falaz dicotomía de “salud versus economía”) cuando no ha hecho más que prolongar de manera difusa un confinamiento que estuvo bien sancionado de manera temprana, pero que fue desaprovechado sin el indispensable complemento de un gabinete operativo que de manera profesional se pusiera al frente de la gesta. En su lugar, un simple conjunto de “asesores externos” acercaba recomendaciones al Ejecutivo.
Acumulamos meses yendo detrás del virus, en lugar de acompañar su inevitable difusión mediante medidas pertinentes. Se corrió detrás de aspectos puntuales en lugar de prever focos previsiblemente acuciantes como los asentamientos precarios (las llamadas “villas”), ni se diferenciaron claramente políticas especiales para distintos grupos etarios, por caso. El ejemplo de la población mayor y de los geriátricos ya lo hemos apuntado en otro artículo.
Falta organización, formación y monitoreo. Falta un GABINETE ESTRATÉGICO DE GESTIÓN OPERACIONAL multidisciplinar y federal. Necesitamos de una política sanitaria de seguimiento de manera tal que el confinamiento sea focal y no extendido, es decir, limitado; y así obtener apoyo logístico y bases bioestadísticas que permitan elaborar valores índices veraces y supervisar conductas mediante protocolos procedimentales.
Si dejamos al margen condiciones estructurales que arrastran décadas, sin dudas la falla central pasó por la casi inexistencia de una política de testeo, rastreo, aislamiento y trazabilidad. Recordemos que, al dictarse el Aislamiento Social, Preventivo y Obligatorio, en marzo, los casos registrados de Covid-19 se contaban en decenas a nivel nacional, y que durante meses provincias enteras prácticamente no registraron infecciones. Con esto no queremos decir que los contagios podrían haber sido evitados. Al contrario, la propagación del virus es inevitable, tarde o temprano, pero justamente, en lugar de simplemente retrasarlo (que sirve para el aprendizaje clínico de su tratamiento y para evitar el colapso del sistema, además de sumar insumos), no se logró articular una estrategia de rastreo.
De cara al futuro, al menos, ahora que ha quedado sobradamente demostrado que de poco sirven respiradores y camas sin el personal profesional que pueda usarlos, se impone un plan nacional para apuntalar la formación y capacitación de especializaciones médicas, de enfermería y kinesiología para los próximos años.
Por otro lado, el horizonte de “la vacuna”, que se pretende casi como una “poción mágica” a la vuelta de la esquina, demanda tiempos y complejidades que no se perciben ni comunican. El proceso de desarrollo de una vacuna lleva mucho tiempo porque requiere una evaluación científica rigurosa y la integridad de decir la verdad, ya que el anuncio apresurado lleva a los dirigentes y al conjunto de la población a reducir las medidas preventivas. Además, la mutación del virus obliga a un serio debate científico, en el cual la producción de la vacuna no puede faltar.
Pero incluso más allá de su eventual nivel de efectividad, lo cierto es que su adoración esconde el deseo de “volver a la normalidad” cuanto antes, y hacer de cuenta que la pandemia nunca sucedió. Nada podría ser peor. Si de algo debiera servirnos esta situación es para abrir los ojos. La “normalidad” era el problema y la pandemia es apenas un efecto. Y no sólo habrá otros (virósicos o de otro tipo), sino que ya hay otros, hace rato, y que apenas estamos empezando a vislumbrar: el cambio climático, la creciente desigualdad social y su consiguiente inequidad en la salud, la devaluación de la verdad, la ciencia y la responsabilidad cívica y política, llámese posverdad o como se quiera.
Sufrimos un auténtico vaciamiento de la palabra, con anuncios precipitados sin sustento y el mal uso de términos válidos pero que flotan en el vacío. Para no hablar de los muertos que no contamos (desde falta de detección precoz hasta falta de atención y control), ni del múltiple sufrimiento y costo en términos médicos, psicológicos, sociales y económicos que produce la pandemia, como también su manejo errático y sus daños colaterales.
Todo esto no debiera dejarnos caer en la resignación, sino en la acción activa frente a la “indefensión sanitaria” que sufrimos. En este sentido, vale la conceptualización de sindemia, que advierte sobre la inseparabilidad de la amenaza viral con las condiciones sociales, ambientales, económicas, así como también el estado de las estructuras del sistema de salud y el contexto cultural en sus interacciones sinérgicas. Componentes multicausales que obligan a implantar una estrategia amplia y diversa, con un enfoque que ponga a la equidad como valor significativo.
La actual situación debe operar como oportunidad para comenzar a efectuar reformas de fondo a partir de acciones concretas. En lugar de ir detrás de acciones puntuales, se deben encarar los problemas reales con planteos concretos pero profundos. En lugar de atajos, debemos recorrer el “camino crítico” con dos pilares: comprensión y herramientas; comprensión del proceso epidémico, sus características y sus tiempos de propagación, y las herramientas a emplear oportunamente según criterios de prioridades concatenadas.
Recuperar la racionalidad, no sólo es posible, sino indispensable. Se logra con los pies en la tierra en el escenario real frente a problemas concretos. Invitando a pensar en lugar de juzgar, y a actuar de manera responsable y metódica, en lugar de improvisar.
La desigual cobertura de salud afecta la capacidad operativa de una organización sanitaria que requiere respuestas en conjunto. Hoy existe el margen de acción a un planteo ejecutivo para ampliar y fortalecer la Salud Pública actual (insuficiente y debilitada) mediante una planificación con pautas de interacción concretas con el sector privado. De esta manera, estaríamos en presencia del germen de cooperación público-privado para alcanzar un sistema en red que reencause el accionar y unifique la asistencia y la atención médica, dando pasos hacia una largamente necesaria Reforma Sanitaria.

(*) Doctor en Medicina por la Universidad Nacional de Buenos Aires (UBA). Director Académico de la Especialización en Gestión Estratégica de Organizaciones de Salud Universidad Nacional del Centro (UNICEN). Autor de: “La Pandemia y Salud Pública - Abordaje epidemiológico y Gobernanza Sanitaria”; “La salud que no tenemos” (2019); “Claves jurídicas y asistenciales para la conformación de un Sistema Federal Integrado de Salud” (EUDEBA, 2012); “En búsqueda de la salud perdida” Universidad Nacional de la Plata (UNLP, 2008); “La fórmula sanitaria” (EUDEBA, 2003)
 

SUMARIO
 

 

Copyright 2000-2022 - Todos los derechos reservados, Revista Médicos