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El año que dejamos atrás, como pocos, puso el foco en el
personal de salud. No es justo hacer un balance sin
considerar los aspectos positivos. En este sentido, más
allá de las acciones de los gobiernos y la movilización
de organizaciones de todo orden buscando estrategias
para sumar, la primera respuesta y el mayor esfuerzo
vino de los profesionales del sector sanitario. Tanto
los que están en la atención directa, como quienes
investigan en la búsqueda de soluciones, tuvieron una
respuesta muy por encima de lo esperable, teniendo en
cuenta la crisis crónica que arrastra el sector.
El compromiso demostrado fue directamente proporcional
al riesgo que asumieron.
Los trabajadores sanitarios y sus convivientes fueron un
grupo especialmente golpeado contribuyendo
significativamente al número de internados con Covid-19,
en especial los que les tocó estar en la “puerta de
entrada” cuyo riesgo se duplicaba respecto del resto del
personal. Reportes de otros países señalan que
constituyeron hasta un sexto de las internaciones. (1)
La pandemia desnudó los déficits que el capital humano
arrastraba de larga data, producto de múltiples
factores. Puso en evidencia los déficits de distribución
geográfica como así las áreas que resultaban críticas
por la falta de especialistas. La excesiva
fragmentación, la dificultad para sostener una
gobernanza nacional efectiva, los bajos salarios, y el
multiempleo, son todos aspectos que conspiran con la
búsqueda de soluciones efectivas. Los múltiples actores
en juego y la escasa visualización de un liderazgo capaz
de llevar a cabo cambios drásticos del sistema, hacen
que cualquier intento de solución debe ser progresivo.
Deben abordarse aspectos que hacen al sistema en
general, a la planificación, como así a la formación.
En términos sistémicos resulta imperioso tomar acciones
que promuevan un modelo de atención centrado en el
primer nivel que resulte aceptado por la población, por
lo que debe acompañarse de las medidas necesarias para
fortalecerlo. Parte de este paquete debe contemplar una
política de incentivos, para conseguir el número
necesario de profesionales formados para este tipo de
atención. El énfasis en el primer nivel de atención debe
llevarse a cabo no sólo en el subsector público, sino
también en el de la seguridad social.
En términos de formación, debe acompañarse de un avance
progresivo de la residencia como tránsito de posgrado
mandatorio para los graduados. La planificación de
vacantes debe basarse en las necesidades y no en la
oferta. Para ello hace falta sostener el examen único de
ingreso y una fuerte gobernanza en los órganos de enlace
entre las provincias con un rol activo del ministerio
nacional.
En la organización del trabajo, las cargas horarias
reducidas promueven el multiempleo por lo que debería
avanzarse progresivamente a modelos de cargas horarias
completas con remuneraciones acordes. Asimismo, deberían
revisarse todas las formas de remuneración generando
estímulos para todas aquellas áreas que son priorizadas
por déficit de personal.
Sin dudas todas estas propuestas requieren apertura para
analizar aspectos que van desde principios como la
autonomía universitaria, el rol de las provincias y la
visión gremial, pero es claro que los resultados a los
que hemos llegado no son beneficiosos ni para los
profesionales ni para la población.
REFERENCIAS
Shah ASV, Wood R, Gribben C, Caldwell D, Bishop J, Weir
A, Kennedy S, Reid M, Smith-Palmer A, Goldberg D,
McMenamin J, Fischbacher C, Robertson C, Hutchinson S,
McKeigue P, Colhoun H, McAllister DA. Risk of hospital
admission with coronavirus disease 2019 in healthcare
workers and their households: nationwide linkage cohort
study. BMJ. 2020 Oct 28;371:m3582. doi: 10.1136/bmj.m3582.
(*) Médico, Máster of Health Professions Education,
Profesor Asociado del Departamento de Ciencias de la
Salud de la Universidad Nacional del Sur, Ex – Director
de Capital Humano del Ministerio de Salud y Desarrollo
Social de la Nación. |