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El subsistema de OOSS, tanto las
incluidas en las leyes 23.660 y
23.661 como las OSP, las
universitarias, de FFAA y de
seguridad, etc., han vivido y viven
en permanente desafío. Las
condiciones del contexto las
impactan desde tres ángulos
principales: el financiamiento, la
demanda, y las imposiciones de
nuevas prestaciones. Esto no es
demasiado novedoso, pero en este año
2020 que finaliza, se ha sumado un
inesperado factor de distorsión que
ha sido la pandemia de Covid-19.
En cierto modo, la pandemia ha
tenido un efecto paradojal: por un
lado, la disminución de aportes y
contribuciones por caída de cartera
(léase disminución de puestos de
trabajo formales) vino a sumarse a
los crónicos problemas de
financiamiento, pero por otro, la
baja de la producción de servicios
(como consecuencia de la disminución
de la demanda) podría haber
contribuido a la diminución relativa
de los gastos. El subsistema
prestador privado al ver menguados
sus ingresos por la retracción de la
demanda, ha tratado de mejorarlos
por la vía de requerir mayores
precios para ellos.
Con el esperado dominio de la
enfermedad por la vacuna o al menos
la disminución de su impacto
sanitario, la tan esperada
reactivación vendría a sumar
recursos al subsistema para que no
solo pueda mejorar su financiamiento
si no su desempeño. Sin embargo,
muchos creen que la desocupación
será mayor en 2021 o que aumentará
la informalidad.
La tasa de desocupación actual casi
duplica la de los últimos 5 años
mientras la de ocupación se ubica en
el orden del 34%. La diferencia
estaría expresando buena parte del
trabajo informal. En este segmento
se ubicaría una cantidad importante
de la población de beneficiarios
monotributistas, cuya contribución
al financiamiento de la seguridad
social es hoy día menor a la de casi
totalidad del resto del universo de
aportantes, pero su nivel de demanda
es superior al de aquellos, como
muestra la evidencia. La solución a
este desfasaje -uno entre tantos-
parece obvia: equiparar el aporte de
los MT al de la media de los
restantes beneficiarios del sistema.
La pandemia desquició casi todos los
aspectos de la vida, no sólo en
nuestro país si no en el mundo
entero. A pesar de todos los
problemas históricos del sistema de
OOSS, más los que la pandemia le
sumó, el sistema sobrevive. La
conversión de la pandemia en ENDEMIA
ofrece una oportunidad que se debe
saber aprovechar. Creemos que en
esto está la clave. Podría ser una
oportunidad no solo para sincerar el
aporte de los monotributistas sino
para asumir otras medidas, tales
como revalorar la racionalidad de la
incorporación de prestaciones al PMO
sin un financiamiento razonablemente
asegurado, o, peor, evitar aquellas
incorporaciones que podrían obedecer
a grupos de presión u otras causales
semejantes. Una medida audaz pero
coherente, sería derivar el
financiamiento de las prestaciones
educativas para personas con CUD al
Ministerio de Educación.
El Superintendente de Servicios de
Salud anunció públicamente que se
espera establecer en el 2021 una
canasta de prestaciones, que en la
práctica reemplazaría al PMO. De ser
así, también debería evaluarse la
posibilidad de establecer precios de
referencia para los ítems de esa
canasta, si no a todos, al menos
aquellos que tengan mayor impacto en
la utilización y gasto. Sin
necesidad de reeditar el viejo
nomenclador nacional, sino con un
criterio basado en costos reales y
no en presiones corporativas. A la
manera, por ejemplo, del nomenclador
del Hospital Público de gestión
descentralizada y de otros
nomencladores oficiales, cuyo valor
es fijado por los diferentes
estados: nacional, provincial o
municipal.
Los medicamentos encabezan el
ranking de los rubros de mayores
costos en salud, disputando el lugar
con el valor o precio o costo de la
internación de pacientes. Alguna vez
existió una regulación de aquellos
precios y la industria farmacéutica
no se desmoronó. Serán importantes
las compras conjuntas, de las que ya
hay ejemplos.
La pandemia, a pesar de su baja tasa
de letalidad (en términos
relativos), puso al borde de una
crisis sin precedente a la modalidad
de internación en unidades de
cuidados intensivos, en especial por
la importante cantidad de días que
consume cada paciente internado, con
el consecuente bajo giro de
pacientes. En ciertas partes del
mundo se desbordaron muchos de estos
servicios y todos hemos sido
testigos de los dramas que
visibilizaron los medios de
comunicación audiovisual. No se
puede dejar que esto se repita.
Nuestro sistema de OOSS resistió,
como ya dijimos, pero sería tentar a
la suerte no aprovechar la
oportunidad que nos da la amenaza de
un rebrote.
A la autoridad política le
corresponde crear las condiciones
del contexto (reactivación económica
y por ende la actividad laboral), a
la autoridad sanitaria desarrollar
políticas en conjunto, tal como
impulsar la creación de una Agencia
de Evaluación de Tecnologías
Sanitarias con dictámenes
vinculantes para financiadores y de
referencia obligada para el Poder
Judicial, y adecuar aspectos
operativos (como el ya citado
cálculo indicativo de precios de una
canasta o del PMO) y determinadas
condiciones de financiamiento; y al
de OOSS nos corresponde gestionar
con eficacia y eficiencia aquellas
herramientas. Ninguna de estas tres
fracciones podrá por sí sola.
Es relativamente sencillo ser
eficaz, pero se torna muy complicado
ser al mismo tiempo eficaz y
eficiente. Y la característica de un
sistema sanitario es que sus
usuarios (pacientes y proveedores de
servicios) priorizan la eficacia por
sobre la eficiencia, mientras que
los financiadores estamos pensando a
la inversa. El desafío pospandemia
va a pasar por esto, pero será
imprescindible concretar pactos
sociales y políticos entre todos los
actores. Las OOSS podemos ser
eficaces y eficientes, pero ello no
depende sólo de su gestión interna
sino de la puesta en marcha de al
menos esos cambios que hemos
esbozado a lo largo de este
artículo.
(*) Obra Social del Personal de la
Construcción – OSPeCon.
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