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Opinión


Para ganarle al Covid-19 la Argentina necesita
un programa macroeconómico

Por el Lic. Ariel Goldman – Presidente de AES (*)


Un programa macroeconómico consta de política monetaria, fiscal y cambiaria, que debe apuntar a metas de corto, mediano y largo plazo. Si tomamos los datos de la economía en la Argentina, hace 12 años que no crece, tiene varias décadas de déficit fiscal, ha devaluado constantemente la moneda y sufre de inflación crónica.
Es decir, los ciclos económicos (períodos expansión seguidos de períodos de recesión), fenómeno común de todas las economías de mercado, en la Argentina son de alta frecuencia y profundidad generando una gran volatilidad económica resultando en constantes crisis. El impacto social, de cada una de estas crisis, se ve reflejado en el incremento constante de la pobreza estructural y el nivel de desempleo.
Coyunturalmente, se debe sumar el impacto negativo de las medidas de la lucha contra el Covid-19 y la deuda con los organismos internacionales de crédito. En el 2020, se sufrió una fuerte caída, con una reducción de 9,9% del PBI e incremento de la tasa de desempleo interanual del 2,7% afectando a más de 2 millones de personas. Paralelamente se debe tener en consideración que se mantienen las restricciones cambiarias y el tipo de cambio está estable sin expectativas de cambio en el corto plazo.

LA NEGOCIACIÓN DE LA DEUDA COMO PUNTO DE PARTIDA

Las negociaciones no son fáciles de llevar. Claro está que a ninguno le conviene el default, pero nadie quiere perder nada. Ambas partes saben que la deuda es impagable en este contexto. Es por eso que se debe negociar un plazo que le permita crecer al país para poder afrontar los futuros pagos. Pero esto no será posible sin un programa macroeconómico que permita modificar las condiciones estructurales. Este debe ser el punto de partida para lograr políticas estatales de largo plazo con una visión compartida entre los distintos signos políticos.
En este mismo sentido, a mediados de abril, entre las negociaciones para refinanciar la deuda con el FMI, el ministro Guzmán se reunió con sus pares de Alemania, Francia, Italia y España buscando apoyos. Incluso se reunió con el Papa Francisco quien brindó el apoyo a un acuerdo sano que no condene a situaciones de vulnerabilidad y pobreza a la población. Estos apoyos son importantes, pero de nada valen si no logramos acuerdos y apoyos internos. Debemos recordar que gran parte de la economía depende de las expectativas.
Otro punto fundamental será que el programa presentado sea realista, con disminución del déficit fiscal y metas de inflación graduales. Todos los actores saben que será imposible un programa que baje abruptamente el déficit fiscal a cero de un año a otro, así como tampoco será posible eliminar la inflación en el corto plazo. Sin embargo, las presiones para realizar ajustes hacia el cumplimiento de metas serán muy importantes y demandarán un esfuerzo extra para el país.
Si las negociaciones no son sensatas, en el corto o mediano plazo, el plan fracasará y nuevamente viviremos una crisis. De todos modos, dentro del programa no hay que olvidarse de la gente, que no puede esperar 5 o 10 años para que la economía florezca. Los niveles de pobreza e indigencia son insostenibles y el plan deberá contar con fuerte ayuda social en el corto plazo, de lo contrario también será destinado al fracaso.
En resumen, el programa macroeconómico que se acuerde deberá tener un equilibrio entre los ajustes fiscales y los gastos sociales dentro de un marco de políticas estatales y no sólo de políticas partidarias.

LA BATALLA CONTRA EL COVID-19

La negociación de la deuda se lleva a cabo en plena segunda ola contra el virus SARS-CoV-2. Al momento de la nota, se registran casi todos los días récords de contagiados y ocupación de camas, especialmente en AMBA. Se hace necesario la intervención del Estado para aplicar medidas sanitarias de índole restrictivas a la circulación de las personas.
La evidencia mundial muestra que para aplanar las olas del Covid-19 debemos disminuir la circulación lo máximo posible por un período corto. Esto no controlará el virus, eso se hace con vacunas, testeos y aislamientos, pero nos permitirá disminuir la cantidad de muertos e internados, evitando el colapso total del sistema sanitario.
Sin embargo, estas medidas se ven limitadas en su profundidad por cuestiones sociopolíticas y económicas. Las primeras están muy relacionadas con el humor social, la voluntad de respetar las medidas y el poder de control que ejerce el Estado. Más allá de las medidas concretas que se han adoptado, la politización de éstas va en contra de todos los ciudadanos, que casi nos vemos obligados a tomar posición sobre asuntos que no tenemos mucha información ni certezas.
Por otro lado, las cuestiones económicas que limitan la posibilidad de aplicar medidas están básicamente ligadas a las cuestiones macroeconómicas explicadas. Cada una de estas restricciones generan que los comercios pierdan dinero o directamente cierren, por ende, se genera mayor desempleo y la economía consecuentemente se contrae, llevando a una menor recaudación y mayor déficit. Es decir, se produce un círculo vicioso.
Durante el 2020, el Estado ha realizado un gran esfuerzo a través de ayuda a empresas y ayuda social, aunque como observamos no alcanzó. Para el 2021, el esfuerzo que puede hacer el Estado es aún menor, ya que debe mostrar credibilidad y alcanzar las metas propuestas en el presupuesto.
En conclusión, para aplicar medidas sanitarias efectivas se deben acompañar con medidas económicas. Cuanto mayor sea el poder económico del Estado, mayor profundidad y mejor impacto en la lucha contra el Covid-19. Es por eso que la Argentina necesita inmediatamente armar un programa macroeconómico serio que le permita llevar a buen puerto las negociaciones, que le permita crecer en forma sostenida y fundamentalmente que ayude a los argentinos. En definitiva, un rol fundamental del Estado es garantizar la calidad de vida de sus habitantes.

(*) Asociación de Economía de la Salud.
 

 

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