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Tras las nuevas restricciones impuestas por el Gobierno
Nacional al AMBA como respuesta al gran incremento de
casos, y pasados trece meses de los primeros
confinamientos del año pasado, el balance inevitable es
la falta de una genuina Gobernanza Sanitaria que, con
una sólida base científica y técnica en Salud
Pública y Epidemiología, imponga directrices y
rinda cuentas de gestión y, en definitiva, de gobierno.
Se trata de un delicado equilibrio entre gestión
sanitaria y gobierno político, que no debe
rendirse a polos burocráticos ni tecnicistas ni
demagógicos, al tiempo que debe equilibrar la
responsabilidad nacional con la diversidad federal. Tal
como lo señalan Roberto Nuño-Solinís y José Manuel
Freire Campo desde España, “Gobernanza implica, entre
otras cosas, anticipación y proactividad; decisiones
informadas por el mejor conocimiento y evidencia;
liderazgo distributivo; participación y
corresponsabilidad” (1), evitando la dispersión
jurisdiccional, como también el “mando único” cuasi
militar.
Entre los ingredientes fundamentales de la gobernanza
están la transparencia, la rendición de cuentas, la
participación, la integralidad y la capacidad. Poco de
ello hemos visto en este largo año. Primó más bien, en
el inicio, un “coro de asesores” con
desconocimiento e irresponsabilidad de las consecuencias
que por acción u omisión podían desencadenar. Recordemos
el “efecto mariposa”: un acontecimiento
pequeño puede desencadenar un efecto devastador. Vale a
este respecto la distinción de Max Weber entre
ética de la responsabilidad y ética de los principios.
Esto quiere decir que, en política, no se trata sólo de
la intención y de los fines nobles, sino de las
consecuencias y de los medios correctos.
Para la reconfiguración de la gobernanza sanitaria
precisamos un organismo que por su
fortaleza y control priorice las políticas públicas,
superando así estructuras ministeriales en las que
habitualmente prevalecen conductas administrativas sin
capacidad de gestión. Debe erigirse sobre pilares
científicos y rigor tecnológico, que obren con pericia
en la coordinación interjurisdiccional que posibilite
articular un real federalismo que
contenga la complejidad multifocal existente, con
suficiencia resolutiva. Para ello, hemos propuesto la
creación de un Gabinete Estratégico de Gestión
Operacional multidisciplinal y federal, que
actúe de manera permanente a través de un
tablero de comando que tenga a su cargo la
planificación estratégica.
TRANSPARENCIA,
COMUNICACIÓN Y FORMACIÓN PROFESIONAL
En esta oportunidad, me quiero detener en tres aspectos
clave de esta necesaria reingeniería. Por un lado, una
Nueva Gerencia Pública, con agenda
por etapas y gestión por resultados, que
permitiría el monitoreo transparente de las partidas
presupuestarias, lo cual evitaría manejos arbitrarios y
espurios. Toda compra de insumos y su distribución
correspondería a verdaderas empresas públicas de
servicio que deben responder a criterios de
eficiencia y equidad.
Por otro lado, el manejo de la información y la
comunicación debe centralizarse en una
Oficina de Comunicación Oficial, que más allá
de información pormenorizada para los especialistas,
debe presentar en forma clara y concisa para el conjunto
de la población las cuestiones elementales. De esta
manera se infunde seguridad y se genera confianza, y,
fundamentalmente, se evita el “caos
comunicacional” que se genera entre la
proliferación de expertos, políticos, periodistas y
demás “opinólogos” que, aunque sea sin
intención, terminan por generar más miedo, incertidumbre
y angustia que otra cosa.
En tercer lugar, la Formación Médica no
puede ser soslayada. La fortaleza del sistema médico
para contener un brote epidémico es la que condiciona la
estrategia a seguir. La solvencia de conocimientos
epidemiológicos es la que evita caer en la
confusión e improvisación por incapacidad de
reconocer la complejidad y actuar en consecuencia, tal
como lo enseñara René Thom cuando explicó que la
modelización de estos sistemas complejos no se hace a
través de sus variables de estado (imposibles de captar)
sino estudiando las variables de control, de manera tal
de monitorear su dinámica.
Los modelos válidos de reforma deberán ser administrados
por funcionarios capaces, y en ese caso la prioridad sin
excusas es la preparación en Salud Pública y
Epidemiología. Si algo debería dejar en claro
la pandemia es la necesidad de formar a los médicos que
sí tenemos en las especialidades que faltan (o que
urgen) y en su distribución geográfica adecuada. Por no
hablar del reducido número de personal de enfermería
(siguiendo cánones de especialidad) que
contamos en nuestro país. Para ello, resulta
indispensable la articulación entre los Ministerios de
Educación, de Salud y las Universidades. Se requiere de
formación profesional que conjugue saber (formación
académica) con saber hacer, es decir, la práctica
clínica (las residencias). El médico requiere precisión
y destreza en los procedimientos y no un listado de
protocolos normativos.
DE LA PANDEMIA A LA
SINDEMIA: SALUD Y EQUIDAD
La conceptualización de sindemia advierte sobre la
inseparabilidad de la amenaza viral con las condiciones
sociales, ambientales, económicas, como así también las
estructuras del sistema de salud y el contexto cultural.
Componentes multicausales que obligan a implantar una
estrategia amplia y diversa, con un enfoque que ponga a
la equidad como valor significativo. Máxime teniendo en
cuenta que la actual cobertura de salud, históricamente
fragmentada y crecientemente desigual, deja más
desamparados a los desamparados (y tampoco brinda lo que
supone a los sectores más pudientes).
No está de más señalar cuatro factores de la indefensión
sanitaria en América latina, que con apenas un 8% de la
población mundial, cuenta con un tercio de los
fallecidos por Covid-19 a nivel mundial.
El
hacinamiento (con escaso o nulo acceso a agua potable y
cloacas).
La
pobreza (estructural y creciente) que implica
desnutrición y la consecuente inmunodepresión.
El
trabajo informal (de aceptación habitual, como los
cartoneros), pero que además de usuales bajos ingresos,
implica una inseguridad social ante eventualidades como
la enfermedad.
La
regresión del sistema de salud, que reclama encarar su
reforma.
Siguiendo lo expresado por André-Marie-Ampère
“un problema convenientemente planteado es posible de
ser bien resuelto”.
Nuestro País hace rato que no puede jactarse de
mantenerse por encima de estos guarismos regionales: la
pobreza alcanza a más del 40% de la población y la
informalidad laboral está completamente naturalizada.
Efectivamente, hoy más que nunca queda demostrado que la
heterogeneidad del área sanitaria no es más que un
eufemismo por desigualdad. La realidad
de millones de argentinos que viven en situaciones de
gran precariedad como las llamadas “villas” (que hacen
imposible una cuarentena estricta) no es una cuestión
económica o social separada de la sanitaria: son
dos caras de la misma moneda.
1) Roberto Nuño-Solinís “La desigualdad en salud
y la transforma ción del Sistema Sanitario Vasco”.
Dialnet. José Manuel Freire
Campo “Sistema de Salud Vasco”.
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(*) Doctor en Medicina
por la Universidad Nacional de Buenos Aires
(UBA). Director Académico de la Especialización
en “Gestión Estratégica en organizaciones de
Salud”; Universidad Nacional del Centro -
UNICEN; Director Académico de la Maestría de
Salud Pública y Seguridad Social de la
Universidad del Aconcagua - Mendoza; Co Autor
junto al Dr. Vicente Mazzáfero de “Por una
reconfiguración sanitaria pos-pandémica:
epidemiología y gobernanza” (2020). Autor de “La
Salud que no tenemos” (2019); “Argentina
Hospital, el rostro oscuro de la salud” (2018);
“Claves jurídicas y Asistenciales para la
conformación de un Sistema Federal Integrado de
Salud” EUDEBA - 2012 “En búsqueda de la salud
perdida” (2009); “La Fórmula Sanitaria” (2003)
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