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Columna


El riesgo aceptable por el paciente

Por  Fernando G. Mariona - Abogado (*)

El riesgo no es tan solo un dato objetivo, es también una construcción social. Por consiguiente, la aceptabilidad del riesgo por el paciente cuando ingresa a una clínica o a un sanatorio para ser atendido por “los médicos”, no es uniforme y en mi entender presenta tres dimensiones diferentes y complementarias.

1.- La aceptabilidad del riesgo por la sociedad nos remite a la sociología del riesgo. Esta última explica la siguiente paradoja: la aceptabilidad guarda en realidad muy poca relación con la intensidad, la frecuencia o la severidad del riesgo.
Por ejemplo, los accidentes de tránsito, los domésticos o los del trabajo, producen muchas más víctimas que las catástrofes aéreas, industriales, químicas o nucleares. Sin embargo, los primeros son fácilmente aceptados.
La sociedad en general los tiene asumidos como hechos naturales. La sociología del riesgo permite analizar y explicar esa paradoja.
El Maestro Mosset Iturraspe seguramente no aceptaría este planteo. Seguiría viendo al paciente, al consumidor, como la parte débil de la relación, y al empresario, al profesional, como el poderoso.
En mi visión, y luego de haber realizado un extenso trabajo de campo sobre establecimientos médicos en general en los últimos cuarenta y tres años, y colaborado con mi pensamiento en miles de actuaciones judiciales de reclamo, pienso diferente.
Actualmente, la percepción del riesgo por los ciudadanos en el cuidado de la salud se caracteriza por una sensibilidad exacerbada y por una aparente irracionalidad frente a un resultado inesperado.
Es así como un riesgo es más aceptable cuando es elegido voluntariamente y no simplemente soportado, sobre todo cuando el individuo tiene el sentimiento de que pudo haber sido evitado, aplicando un mecanismo que tal vez se base en la afirmación voluntarista o inducida sin demasiado fundamento, en la existencia de una capacidad individual para controlar ese riesgo.
Cabe señalar entonces que, aunque la morbimortalidad relacionada con los riesgos ya experimentados nunca ha sido baja, la sociedad contemporánea es percibida como más peligrosa que las anteriores. Esa percepción se debe traducir en una demanda de esfuerzos suplementarios por parte de todos los involucrados en el cuidado de la salud, para reducir los riesgos.
El sentimiento de inseguridad parece superior a la realidad de las amenazas que el sistema parece producir.
El nivel de exigencia de seguridad en general de las poblaciones es asimismo cada vez más elevado. En materia de atención del cuidado de la salud, también.
Se trata por ejemplo de la exigencia de disponer de medios para la atención del paciente, esto es recurso humano suficientemente capacitado y un equipamiento que deben ser a la vez “de punta”, “de proximidad y contención”, y “altamente capacitado” y a “cualquier precio” (equipos, urgencias, tratamientos de última generación, lo que sea).
En la visión del público, la “obligación de medios” del médico, se transformó poco a poco en una “obligación de resultado”, o al menos en una “pérdida de chance”.
No se concibe - desde hace mucho tiempo - que el médico falle o no alcance el objetivo deseado por el paciente y su entorno. Esa evolución sociológica se encuentra asimismo reflejada en el avance de la jurisprudencia y de la doctrina jurídica nacional.
El daño ha desplazado a la culpa. Hay un viraje hacia la responsabilidad objetiva. La constitucionalización del Derecho Civil y la Ley de Defensa de los Derechos del Consumidor han cercado con una exigencia de eficiencia y eficacia tal a los prestadores médicos en general, no vista respecto de otras profesiones, artes y oficios.
A raíz de la evolución comentada, es necesario para toda la comunidad médica, aplicar metodologías que permitan evitar los daños evitables, es decir los injustificables.
Esa evolución significa que la prueba de la culpa por el paciente, en las obligaciones de medios sólo le será exigida en determinados casos, ya que ahora se ha advertido que hay casos en los que tendrá que hacerlo, y otros en los que la culpa se presume, y le tocará al médico la demostración de su no culpa.
En la mayoría de los casos la responsabilidad del médico será objetiva, y en el mínimo de los casos se apoyará en el análisis de la culpa.
Debemos puntualizar que aunque el nivel de riesgo que atraviesa el “Sistema de salud” sea visto como elevado, en lo que se refiere a innumerables prácticas médicas y hasta de “usos y costumbres”, aun así la aceptabilidad de la población es particularmente reducida y la presión del público y de los medios muy fuerte (sangre contaminada, infecciones hospitalarias, daños cerebrales irreversibles por déficit de atención en el momento del parto, errores de diagnóstico, errores de medicación, emergencias domiciliarias, internaciones domiciliarias, recién nacidos dejados por fallecidos, entre otros). Esa presión provoca consecuentemente una reacción de los actores políticos que inician acciones legales, técnicas y a nivel de la organización.

2.- La aceptabilidad del riesgo técnico por parte del médico y del resto de los miembros del equipo de salud, nos remite primeramente a la idea del conocimiento por parte del médico de la existencia de un riesgo calculado sobre bases científicas en función de una relación riesgo / beneficio para el paciente involucrado.
Esta idea se basa en la consideración de los datos actuales de la ciencia de la cual depende cada caso y de cada paciente. La aceptabilidad supone en definitiva la destreza, la capacitación del médico y su equipo para utilizar los medios adaptados a la realización de la tarea terapéutica elegida en buenas condiciones de seguridad. Dicha destreza, aceptabilidad y el límite, debe ser informado al paciente y su entorno, sin ninguna duda. Ya no se puede no hacerlo.

3.- La aceptabilidad del riesgo por el paciente involucrado. Es él paciente - todos distintos - quienes deberán experimentar las consecuencias positivas o negativas de la aceptabilidad del riesgo, sobre todo cuando le ha sido adecuadamente informada.
La evolución de los últimos años de la legislación en materia de salud y derechos de los pacientes, historia clínica, consentimiento informado, voluntades anticipadas, investigaciones clínicas, nos recuerda la necesidad de profundizar en la información que se brinda al paciente, indicándole en especial los beneficios y los riesgos de las diferentes alternativas.
Es así como el paciente puede participar activamente en las elecciones diagnósticas y terapéuticas que le conciernen y brindar su consentimiento sabiendo muy bien de qué se trata. La información objetiva y completa del paciente y su participación en la decisión de exponerse al riesgo formarán parte de la gestión de la aceptabilidad del riesgo por el paciente.

La aceptabilidad del riesgo en materia de salud implica tener en cuenta estos tres aspectos:

1.- El nivel de aceptabilidad por parte de la sociedad,

2.- La capacitación de los profesionales para llevar adelante los tratamientos informados previamente, y

3.- Cómo se involucra a los pacientes en el acto médico para que también asuman responsabilidades.

De ninguna manera es mi pretensión la de eximir de responsabilidad al médico o al empresario médico de su responsabilidad profesional. Interpreto que esta visión de la aceptabilidad del riesgo debería impulsar la necesidad del mejoramiento de la calidad y eficiencia de la prestación, y cumplir con el adecuado deber de información, como acto médico, y el consiguiente respeto de los derechos de los pacientes / consumidores

 

(*) Consultor Externo de TPC Compañía de Seguros S.A. CEO de RiskOut. Consultora Especializada en Responsabilidad Profesional Médica. Gestión de Riesgos y Seguridad del Paciente
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