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El riesgo no es tan solo un dato
objetivo, es también una construcción social. Por
consiguiente, la aceptabilidad del riesgo por el
paciente cuando ingresa a una clínica o a un sanatorio
para ser atendido por “los médicos”, no es uniforme y en
mi entender presenta tres dimensiones diferentes y
complementarias.
1.- La aceptabilidad del riesgo por la sociedad
nos remite a la sociología del riesgo. Esta
última explica la siguiente paradoja: la aceptabilidad
guarda en realidad muy poca relación con la intensidad,
la frecuencia o la severidad del riesgo.
Por ejemplo, los accidentes de tránsito, los domésticos
o los del trabajo, producen muchas más víctimas que las
catástrofes aéreas, industriales, químicas o nucleares.
Sin embargo, los primeros son fácilmente aceptados.
La sociedad en general los tiene asumidos como hechos
naturales. La sociología del riesgo permite analizar y
explicar esa paradoja.
El Maestro Mosset Iturraspe seguramente no aceptaría
este planteo. Seguiría viendo al paciente, al
consumidor, como la parte débil de la relación, y al
empresario, al profesional, como el poderoso.
En mi visión, y luego de haber realizado un extenso
trabajo de campo sobre establecimientos médicos en
general en los últimos cuarenta y tres años, y
colaborado con mi pensamiento en miles de actuaciones
judiciales de reclamo, pienso diferente.
Actualmente, la percepción del riesgo por los ciudadanos
en el cuidado de la salud se caracteriza por una
sensibilidad exacerbada y por una aparente
irracionalidad frente a un resultado inesperado.
Es así como un riesgo es más aceptable cuando es elegido
voluntariamente y no simplemente soportado, sobre todo
cuando el individuo tiene el sentimiento de que pudo
haber sido evitado, aplicando un mecanismo que tal vez
se base en la afirmación voluntarista o inducida sin
demasiado fundamento, en la existencia de una capacidad
individual para controlar ese riesgo.
Cabe señalar entonces que, aunque la morbimortalidad
relacionada con los riesgos ya experimentados nunca ha
sido baja, la sociedad contemporánea es percibida como
más peligrosa que las anteriores. Esa percepción se debe
traducir en una demanda de esfuerzos suplementarios por
parte de todos los involucrados en el cuidado de la
salud, para reducir los riesgos.
El sentimiento de inseguridad parece superior a la
realidad de las amenazas que el sistema parece producir.
El nivel de exigencia de seguridad en general de las
poblaciones es asimismo cada vez más elevado. En materia
de atención del cuidado de la salud, también.
Se trata por ejemplo de la exigencia de disponer de
medios para la atención del paciente, esto es recurso
humano suficientemente capacitado y un equipamiento que
deben ser a la vez “de punta”, “de proximidad y
contención”, y “altamente capacitado” y a “cualquier
precio” (equipos, urgencias, tratamientos de última
generación, lo que sea).
En la visión del público, la “obligación de medios” del
médico, se transformó poco a poco en una “obligación de
resultado”, o al menos en una “pérdida de chance”.
No se concibe - desde hace mucho tiempo - que el médico
falle o no alcance el objetivo deseado por el paciente y
su entorno. Esa evolución sociológica se encuentra
asimismo reflejada en el avance de la jurisprudencia y
de la doctrina jurídica nacional.
El daño ha desplazado a la culpa. Hay un viraje hacia la
responsabilidad objetiva. La constitucionalización del
Derecho Civil y la Ley de Defensa de los Derechos del
Consumidor han cercado con una exigencia de eficiencia y
eficacia tal a los prestadores médicos en general, no
vista respecto de otras profesiones, artes y oficios.
A raíz de la evolución comentada, es necesario para toda
la comunidad médica, aplicar metodologías que permitan
evitar los daños evitables, es decir los
injustificables.
Esa evolución significa que la prueba de la culpa por el
paciente, en las obligaciones de medios sólo le será
exigida en determinados casos, ya que ahora se ha
advertido que hay casos en los que tendrá que hacerlo, y
otros en los que la culpa se presume, y le tocará al
médico la demostración de su no culpa.
En la mayoría de los casos la responsabilidad del médico
será objetiva, y en el mínimo de los casos se apoyará en
el análisis de la culpa.
Debemos puntualizar que aunque el nivel de riesgo que
atraviesa el “Sistema de salud” sea visto como elevado,
en lo que se refiere a innumerables prácticas médicas y
hasta de “usos y costumbres”, aun así la aceptabilidad
de la población es particularmente reducida y la presión
del público y de los medios muy fuerte (sangre
contaminada, infecciones hospitalarias, daños cerebrales
irreversibles por déficit de atención en el momento del
parto, errores de diagnóstico, errores de medicación,
emergencias domiciliarias, internaciones domiciliarias,
recién nacidos dejados por fallecidos, entre otros). Esa
presión provoca consecuentemente una reacción de los
actores políticos que inician acciones legales, técnicas
y a nivel de la organización.
2.- La aceptabilidad del riesgo técnico por
parte del médico y del resto de los miembros del equipo
de salud, nos remite primeramente a la idea del
conocimiento por parte del médico de la existencia de un
riesgo calculado sobre bases científicas en función de
una relación riesgo / beneficio para el paciente
involucrado.
Esta idea se basa en la consideración de los datos
actuales de la ciencia de la cual depende cada caso y de
cada paciente. La aceptabilidad supone en definitiva la
destreza, la capacitación del médico y su equipo para
utilizar los medios adaptados a la realización de la
tarea terapéutica elegida en buenas condiciones de
seguridad. Dicha destreza, aceptabilidad y el límite,
debe ser informado al paciente y su entorno, sin ninguna
duda. Ya no se puede no hacerlo.
3.- La aceptabilidad del riesgo por el paciente
involucrado. Es él paciente - todos distintos -
quienes deberán experimentar las consecuencias positivas
o negativas de la aceptabilidad del riesgo, sobre todo
cuando le ha sido adecuadamente informada.
La evolución de los últimos años de la legislación en
materia de salud y derechos de los pacientes, historia
clínica, consentimiento informado, voluntades
anticipadas, investigaciones clínicas, nos recuerda la
necesidad de profundizar en la información que se brinda
al paciente, indicándole en especial los beneficios y
los riesgos de las diferentes alternativas.
Es así como el paciente puede participar activamente en
las elecciones diagnósticas y terapéuticas que le
conciernen y brindar su consentimiento sabiendo muy bien
de qué se trata. La información objetiva y
completa del paciente y su participación en la decisión
de exponerse al riesgo formarán parte de la gestión de
la aceptabilidad del riesgo por el paciente.
La aceptabilidad del riesgo en materia de salud implica
tener en cuenta estos tres aspectos:
1.- El nivel de aceptabilidad por parte de la sociedad,
2.- La capacitación de los profesionales para llevar
adelante los tratamientos informados previamente, y
3.- Cómo se involucra a los pacientes en el acto médico
para que también asuman responsabilidades.
De ninguna manera es mi pretensión la de eximir de
responsabilidad al médico o al empresario médico de su
responsabilidad profesional. Interpreto que esta visión
de la aceptabilidad del riesgo debería impulsar la
necesidad del mejoramiento de la calidad y eficiencia de
la prestación, y cumplir con el adecuado deber de
información, como acto médico, y el consiguiente respeto
de los derechos de los pacientes / consumidores
(*) Consultor Externo de TPC Compañía de Seguros S.A.
CEO de RiskOut. Consultora Especializada en
Responsabilidad Profesional Médica. Gestión de Riesgos y
Seguridad del Paciente.
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