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No es necesario debatir ni el sentido, ni la intención
de las palabras del Presidente. Son una anécdota más que
denota dos aspectos. Por un lado, que las autoridades
sólo entienden el sistema de salud superficial y
parcialmente. Por otro que no sienten que son parte de
las causas, y mucho menos de las posibles soluciones.
La mirada expuesta sobre el subsector privado pareciera
desconocer que en realidad se sostiene de los recursos
de asistir a la masa asalariada, que de una u otra forma
aporta a la seguridad social. Subsector que, con una
proporción muy variable a lo largo y lo ancho del país,
puede alcanzar la cobertura de la mitad de la población
en los centros urbanos más grandes.
Desconoce que, en la atención de Covid-19, en algunos
distritos, este subsector asistió a más del 40% de los
pacientes.
Desconoce que, la seguridad social, el PAMI y los
institutos provinciales han sido los grandes ausentes en
responsabilizarse de los costos de atención de sus
pacientes, en la forma que requiere su compleja
asistencia.
Desconoce el atraso que tienen los honorarios desde
larga data y a lo largo de varios gobiernos respecto de
la inflación, en particular en las especialidades más
golpeadas por la asistencia directa de pacientes Covid:
la medicina general y/o familiar, la clínica médica y
los intensivistas.
Estas especialidades, tradicionalmente relegadas en sus
ingresos en la Argentina como en muchos lugares del
mundo, no pueden menos que sentirse golpeadas, no por
las palabras en sí, sino por la falta de comprensión.
Las referencias asistenciales de los dichos
presidenciales, además, denotan un desconocimiento de
datos e información científica que ha señalado
sostenidamente la preocupación por como la pandemia, y
la cuarentena prolongada particularmente, han relegado
el control de problemas crónicos, ha agregado nuevas
situaciones de la salud mental, y ha retrasado la
resolución de problemas de salud previos a 2020.
¿Tiene el Presidente derecho a cuestionar la necesidad
de alguien con, por ejemplo, dolor articular que llevaba
más de un año de espera haya conseguido que le
practiquen una cirugía ortopédica que reduzca su
padecimiento?
En un sistema sin planificación, con atomización de
financiadores y con la pérdida de confianza en los que
toman decisiones no es justo criticar a quien elige
resolver lo que percibe como más doloroso.
Los profesionales del subsistema público no están mejor.
Varias semanas de protesta en Neuquén muestran al país
cómo las ofertas de incremento están lejos de una
inflación que parece ser una enfermedad económica que no
requiere tratamiento por el momento.
Lejos está la salud en manos del Estado de ser el faro
de atracción de profesionales. Su mayor atractivo sigue
siendo la estabilidad laboral.
La vacunación recién ahora está tomando algún ritmo, y
con el gran retraso en la segunda dosis la anhelada
inmunidad de rebaño parece lejana. En ese contexto
complejo, con equipos de salud agotados, enfrentaremos
una segunda ola más compleja. La urgencia nos pone a
solucionar la asistencia de estos pacientes, a resolver
sobre falta de camas.
Poco se puede hacer hoy para incrementar el capital
humano. Sería necesario que el Gobierno priorice cuidar
sus ingresos y mostrar empatía a través de promover
mejoras estructurales en el sistema. Para lograr
credibilidad esto debería ser producto de una
concertación amplia de sectores, y con la inclusión de
las múltiples voces dispuestas a acercar propuestas e
ideas.
En estos días, numerosos expertos han expresado sus
opiniones en diferentes medios. Todos seguramente
dispuestos a responder a una convocatoria sincera y sin
prejuicios por parte de las autoridades.
El peor error en una crisis es creer que uno es el dueño
de las únicas soluciones válidas.
(*) Médico. Master of Health Professions
Education. Profesor Asociado del Departamento de
Ciencias de la Salud de la Universidad Nacional del Sur
- Ex Director de Capital Humano del Ministerio de Salud
y Desarrollo Social de la Nación. |