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La Argentina no parece saber aprovechar la ventaja de
observar las experiencias de otros países que sufrieron
en primera instancia la pandemia y luego las diferentes
olas. Pasó en el comienzo de la enfermedad en donde
pasamos de una subestimación increíble a medidas
totalmente exageradas y extemporáneas. Está ocurriendo
nuevamente en esta segunda ola, en donde nos encontramos
sin una organización adecuada ni una claridad conceptual
sobre lo que hay que hacer y con el agravante de un
sistema de salud totalmente fatigado. No hemos aprendido
de experiencias propias ni ajenas.
Debemos ser claros. La gestión de esta segunda ola está
totalmente condicionada por lo que fue la gestión de la
primera. Los graves errores cometidos antes se pagan
ahora. La subestimación inicial de la pandemia, la
imposición de un ASPO total (Aislamiento Social
Preventivo Obligatorio) en tiempos muy tempranos, la
prolongación del mismo por siete meses lo cual provocó
una debacle económica monumental, la falta de
fortalecimiento del sector salud (sólo se incrementaron
camas de terapia y respiradores pero no se fortaleció ni
preparó recurso humano ni se privilegiaron otros
sectores como la atención primaria) la falta de una
estrategia de anticipación (testeos masivos con
aislamientos preventivos), la postergación en la
atención de otras patologías por tiempos extremadamente
prolongados lo cual provocó no sólo una acumulación de
patologías que hoy están impactando en la salud de la
población y en la utilización de camas, sino que también
impactó en el financiamiento del sector privado de
servicios dejándolos al borde del quebranto económico y
una gestión increíblemente deficiente y muy poco
transparente de la vacunación, son las causas entre
otras que hicieron que el Gobierno se haya quedado con
muy pocas herramientas para poder manejarse ante esta
segunda ola.
LOS ANUNCIOS DE MEDIDAS
RESTRICTIVAS
Ante el incremento sostenido de casos y una inminente
saturación de los servicios de salud el Presidente de la
Nación anunció el 14 de abril una serie de medidas
restrictivas para el Área Metropolitana de Buenos Aires
(AMBA), en principio por 15 días. Entre ellas el cierre
de toda actividad comercial a partir de las 19 hs. y
hasta las 9 hs. del día siguiente, la restricción de la
circulación desde las 20 hs. y hasta las 6 hs. del día
siguiente, el cierre de escuelas para el dictado de
clases presenciales, y la prohibición de actividades
recreativas, sociales, culturales, deportivas y
religiosas en lugares cerrados. Las medidas anunciadas
merecen algunas consideraciones.
En principio estas medidas aparecen como de dudosa
efectividad para mitigar la situación en un porcentaje
importante y aliviar los servicios de salud. Salvo la de
prohibir actividades en lugares cerrados el resto,
implementadas de esta manera, no parecen ser costo
efectivas.
Las medidas adoptadas para el cierre de actividades
comerciales en cuanto a las restricciones horarias
generan muchas dudas. ¿Por qué cerrar a determinada hora
específica y aglomerar gente en los medios de transporte
a las 20 hs. siendo que el resto del día la actividad
comercial y por ende la movilidad no se restringe?
Por otra parte, existe mucha controversia en el cierre
de escuelas como medida costo efectiva. En momentos de
gran circulación y en el marco de medidas de aislamiento
total puede justificarse un cierre temporal. Pero como
medida aislada sin una restricción total de la
circulación no parece ser la mejor decisión. Sobre todo,
si venimos de un año sin clases presenciales y estudios
recientes informan que uno de cada cuatro chicos de
barrios humildes dejó sus estudios por estos cierres.
El Gobierno enfrenta un dilema en el cual cayó por
cuenta propia. La situación sanitaria quizá requiera
avanzar hacia mayores restricciones con un ASPO total
por 15 días, lo cual generará un descontento y hartazgo
aún mayor de la población. Por otro lado, de no hacerlo
corre el riesgo que la situación de la ocupación de
camas se vuelva aún más crítica y comencemos a ver
situaciones más horrorosas que las actuales.
LA PÉRDIDA DE CREDIBILIDAD
COMO DETONANTE DEL DILEMA
A este dilema que se enfrenta el Gobierno se llega por
varias causas. En primer lugar, analizábamos en la
edición anterior una crisis de gobernanza, esto es falta
de transparencia, rendición de cuentas y buenas
prácticas de gobierno. Esta falta de gobernanza se
observó tanto en el manejo de la información (Our World
Data sacó a la Argentina de su base de datos por la
pésima calidad de su información), como en la gestión de
la política de testeos y especialmente en la
implementación del plan estratégico de vacunación.
Un segundo aspecto está relacionado con el manejo del
ASPO tan prolongado del año pasado. Se anunciaban
restricciones cada 15 días dejando entrever que al
finalizar ese período se saldría de ellas. Sin embargo,
se prolongaron por siete meses lo que detonó la
paciencia y salud mental de la población que ya no
quiere saber más nada con medidas totalmente
restrictivas. Malgastamos la bala de plata, o sea la
única medida realmente eficaz en momentos de colapso del
sistema.
Un tercer aspecto tiene que ver con el manejo
escandaloso del Plan Estratégico de Vacunación y la
salida eyectada del Ministro de Salud. La vacunación fue
anunciada como la solución y final de la pandemia. Se
generaron enormes expectativas en la población. Se
hicieron anuncios rimbombantes de fabricación local de
vacunas, de aplicación de millones de dosis en épocas
tempranas de este año y sin embargo nada de eso ocurrió.
Fallaron todas las apuestas. Nuevamente un manejo turbio
y poco transparente en cuanto a las adquisiciones de las
vacunas (ya había pasado con los test) hasta el salteo
de los grupos de riesgo para vacunar militantes
políticos jóvenes mostraron la peor cara de la
administración de esta pandemia.
Toda esta impericia y falta de transparencia del
Gobierno hizo que el liderazgo y la unidad de mando
mostrados el año pasado se perdieran totalmente. El
anuncio de las medidas de estas nuevas restricciones
encontró al Presidente en una soledad preocupante.
Muchos gobernadores (incluso afines) no acompañaron
estas medidas. El conflicto institucional con la Ciudad
de Buenos Aires desatado agrava aún más la situación.
Tampoco se escuchan ya las voces de los especialistas
más afines al Gobierno.
Retomar la confianza perdida es clave en los manejos de
crisis. Parece difícil si no se da un cambio brusco de
timón.
REDEFINIR LA ESTRATEGIA
GLOBAL
Llegados a estas instancias es necesario una
redefinición de la estrategia global. Se debe retomar
cierto nivel de confianza en la población para la
implementación de nuevas medidas. El Gobierno debe
abrirse a otras opiniones de forma sincera, convocar y
escuchar a diferentes grupos de especialistas y de la
política. Debe redefinirse la estrategia de comunicación
que ha fallado desde el inicio de la pandemia, con eje
en la transparencia y en la rendición de cuentas. Se
debe mejorar la gestión de la información, acelerando la
carga de datos y de causas de fallecimientos.
Más allá de las estrategias de mitigación que se
implementen, es obvio decir que lo único que nos sacará
de esta pandemia es la vacunación masiva. El Gobierno
debe dejar de lado prejuicios ideológicos y debe
realizar los máximos esfuerzos en pos de conseguir más
vacunas retomando negociaciones con todos los países y
todas las empresas proveedoras. No solo es importante
contar ya con más vacunas, sino que a esta altura
debemos ir posicionándonos para que una posible tercera
ola no nos tome nuevamente fuera del circuito comercial.
Por otra parte, resulta urgente que el Gobierno retome
lo establecido en el Plan Estratégico de Vacunación,
complete la vacunación de cada grupo de riesgo en forma
escalonada y establezca una distribución de vacunas por
criterios de población en riesgo y no por indicadores
poblacionales generales. Así mismo se debe cumplir con
los esquemas completos para cada vacuna según lo
establecido por los ensayos clínicos y lo publicado en
revistas científicas y tal cual fuera aprobado por los
organismos reguladores. Al mismo tiempo se debe
desarrollar una estrategia de búsqueda proactiva de
casos incrementado los testeos e implementando los
aislamientos en forma efectiva.
Del monitoreo de la ocupación de camas de cuidados
intensivos y otros indicadores deben surgir las
estrategias de restricciones mayores a la movilización
de la población por períodos de 15 días en las zonas
geográficas y grupos poblacionales que lo requieran. Por
otra parte se deben convocar a los comités de ética
hospitalarios para activar, de ser necesario, el
protocolo para la utilización de las camas de cuidado
intensivo.
Finalmente se debe generar un espacio de intercambio
amplio entre los responsables del ejecutivo nacional y
los representantes de las sociedades científicas,
organizaciones civiles, universidades, así como otros
representantes del quehacer nacional para enriquecer las
miradas y generar políticas públicas que gocen del
necesario consenso social para ser implementadas y
cumplidas
(*)
Médico. Especialista en Salud Pública.
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