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La eficiencia de las políticas de salud está fuertemente
articulada con la situación de la fuerza de trabajo, y
la operatoria del sistema de salud descansa críticamente
en las características de sus recursos humanos y en el
modo en que ellos se coordinan y complementan para
brindar cobertura a las necesidades de la población.
Más allá de la creciente incorporación de nuevas
tecnologías en el tratamiento de la salud, el “saber
médico” y la relación médico-paciente son pilares de
cualquier estrategia sanitaria exitosa. La definición de
las condiciones laborales de médicos, enfermeros y otros
trabajadores de la salud debieran ocupar un papel
central en la agenda política sectorial.
Hablar de condiciones laborales del recurso humano en
salud involucra un conjunto de aspectos, dentro del cual
es posible enumerar algunos de particular relevancia: la
definición de una carrera profesional, los criterios de
certificación, recertificación localización,
capacitación continua y promoción, como también el
conjunto de incentivos monetarios y no monetarios que
estimula e incentiva el diseño de trayectorias
laborales.
El tema va mucho más allá de los aplausos y la
pretendida esencialidad durante la pandemia. Cabría
preguntarse por qué en una sociedad que tiene una
trascendente consideración sobre la responsabilidad que
implica el trabajo del equipo de salud, esto no tiene un
correlato en el reconocimiento económico de quienes los
contratan en el sector que sea.
Parece que las prioridades de la dirigencia política, y
de la sociedad fueran otras: el personal de Aerolíneas
Argentinas durante más de 6 meses de la cuarentena no
trabajó, cobró el 100% de sus salarios, y obtuvo además
un 25% de aumento; cuando un médico asume la jefatura de
un servicio, o la dirección de un hospital, trabaja con
los recursos previos existentes, sin nombrar asesores, a
diferencia de los diputados y senadores, que designan
casi una pyme (el presupuesto del Senado de la Nación
para 2021 fue de $ 13.909 millones con una dotación de
empleados asignados a la Cámara Alta de 5.027 personas;
en promedio, cada senador tiene 70 empleados), además no
requieren de ningún concurso de antecedentes ni de
oposición, a lo sumo han terminado la secundaria; en
caso de equivocarse (aunque lo que voten sea una
barbaridad) no tienen que demostrar el no haber cometido
mala praxis.
Según lo confirman varios estudios, más del 80% de los
médicos que se desempeñan en el sector público, tienen
uno o más compromisos en el sector privado o de la
seguridad social. Es hora de que el sistema de salud
deje de sustentarse en el “heroísmo médico”; si el
protagonismo dramático que adquirió el equipo de salud
durante este episodio excepcional no genera un cambio de
prioridades, la sociedad en su conjunto cometerá un acto
de imperdonable injusticia.
La biblioteca del Congreso, con sus 1.396 empleados
tiene un presupuesto total de $ 3.470 millones de los
cuales 92% está destinado a gastos de personal. Tomando
el tipo de cambio oficial se llega a un número final por
el cual cada empleado de la biblioteca del Congreso le
cuesta al contribuyente U$S 1.900 mensuales. En promedio
un empleado de la biblioteca del Congreso gana unos $
200.000 mensuales.
El Decreto 226, del 31 de marzo de 2021, aprueba la
“estructura organizativa” de la Casa Patria Grande,
Presidente Néstor Kirchner, como organismo
descentralizado en la órbita de la Secretaría General de
la Presidencia de la Nación, disponiendo, que “el gasto
que demande el cumplimiento de la presente medida será
atendido con los créditos presupuestarios asignados a la
Jurisdicción 20-01-Secretaría General de la Presidencia
de la Nación”, y cuyo objetivo es un organismo que tiene
la misión de impulsar la promoción de la integración de
los pueblos latinoamericanos en términos culturales,
políticos, económicos y sociales construyendo un espacio
especial para la juventud.
La noción de comunidad está en crisis. ¿Podrá la
pandemia ser un impulso para mejorarla? La democracia
convive con signos contradictorios. La lucha contra la
corrupción sistémica puede servir para ganar elecciones,
pero mucho menos para constituirse en la base de las
transformaciones colectivas con un horizonte de sentido.
Lo que falta es resolver un largo itinerario de la
sociedad argentina, su declinación.
La decadencia pesa sobre la vida colectiva de los
argentinos, que esperan verdaderas políticas de cambio,
con instituciones justas.
Tanto el gobierno anterior como el actual, no pudieron
dar cuenta del rumbo histórico, de una comunidad de vida
y de los destinos de la misma, que exige pegarse a lo
concreto sin perder la perspectiva. Esa es la obligación
de los gobernantes y no una retórica de cambio, del
signo político que sea, que culmina en incumplidas
promesas que solo alientan el desencanto.
Muchos recordaran la película “El salario del miedo”,
protagonizada por Yves Montand, en que se convocaba a
trabajadores para una tarea peligrosa, a cambio de un
salario elevado. Los trabajadores de la salud en la
Argentina responden a ese llamado, aunque con algo peor
que aquel salario. Tal vez deban cambiar su elección por
la biblioteca del Congreso o la Casa Patria Grande. Otra
alternativa podría ser Aerolíneas Argentinas.
Las prioridades de la clase dirigente, en el país del
futuro mejor que nunca llega, exhiben la desconexión
entre gobernantes y gobernados.
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