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Llevamos más de 500 días desde el primer caso de
SARS-CoV-2 en la Argentina, dos olas o picos y las
noticias son recurrentes. Cada vez que aumentan los
casos se saturan los servicios de cuidados intensivos y
se habla del agotamiento y la falta de intensivistas.
Esto no es algo nuevo, la pandemia sólo lo arroja a los
titulares de los diarios.
Ya el estudio realizado antes del 2015 por el Ministerio
de Salud, con asesoramiento de la Escuela Andaluza de
Salud Pública, mostraba datos alarmantes. (1)
El número de especialistas registrados apenas superaba
los 2.000 profesionales sin datos de cuantos están
activos, con una proyección negativa hacia el 2025 y un
aumento de la brecha. Datos actuales sugieren que un
tercio de ese número no presta servicios de la
especialidad. Por otra parte, son contundentes los datos
que demuestran que cuando las unidades de terapia
intensiva están bajo el cuidado de terapistas mejoran
los resultados de salud de los pacientes asistidos. (2)
Los factores que determinan esta realidad son múltiples.
Se entrelazan aspectos relacionados a las retribuciones,
la organización del sistema de salud -en particular en
lo referente a las entidades presentadoras y la
planificación del capital humano-.
La especialidad tampoco escapa a la centralización que
sufre toda la profesión médica.
Los bajos salarios y la falta de incentivos afectan a
esta especialidad de forma particular dada su modalidad
de práctica vinculada a salarios en relación de
dependencia y escasas alternativas para incrementar el
ingreso. La fragmentación de los subsectores y la
atomización del sector prestacional profundiza esta
problemática y promueve el multiempleo, característica
invisibilizada de las profesiones de salud en la
Argentina.
En el subsector de la seguridad social, y en las
ciudades más pequeñas predominan instituciones medianas
que organizan sus equipos en base a guardias de 24
horas, un factor que facilita el pluriempleo como
solución para alcanzar un ingreso razonable.
Esto en el interior de la provincia de Buenos Aires
instaló el fenómeno golondrina de médicos que van de
localidad en localidad cubriendo guardias por valores
muy superiores a los de los grandes centros.
La pandemia agravó otro motivo de déficit de la
especialidad generado por el “burnout”. Reportes de
otros países señalan que hasta el 50% de los
profesionales médicos están alcanzados por este fenómeno
que tampoco es ajeno a sus colegas de enfermería.
Para buscar soluciones hay que analizar el capital
humano a través de las etapas de la carrera de un
profesional: a) la de inicio o ingreso, b) la de
desarrollo (la más extensa) y c) la de salida o retiro.
En cuanto al inicio de la formación las políticas se han
centrado en la generación de más cupos de residencia.
Esta política asume que a mayor oferta habrá más
ocupación, pero el análisis de la evidencia muestra que
esto ocurre hasta alcanzar una meseta y luego sólo
contribuye a engrosar la brecha de cobertura. Analizando
la historia reciente es claro que esto no alcanza. La
cobertura de la oferta de residencias está por debajo
del 40%.
Es necesario intervenir en otros factores para hacer una
especialidad más atractiva.
Es posible que no haya respuestas únicas. El uso de
incentivos económicos es una alternativa, así como
asegurar una salida laboral al egreso puede ser una
alternativa en una especialidad que aún no muestra una
marcada feminización.
La experiencia iniciada con neonatología bajo el formato
de residencias integradas que permiten una doble
titulación (estas permiten también certificar como
pediatras) pueden abrir el abanico laboral posterior y
aumentar el atractivo. Seguir ofreciendo alternativas
post-básicas para quienes finalicen residencias de
clínica médica puede ser también un camino.
El progreso de la carrera para los que llevan más de 20
años en la práctica también debe ser fuente de
preocupación. La organización piramidal indica que sólo
unos pocos alcanzarán puestos de conducción, y la
alternativa de guardias prolongadas se hace cada vez más
pesada. Más del 20% de los especialistas registrados son
mayores de 55 años.
La modificación del modelo de organización de servicios,
un ingreso que reduzca el multiempleo y la promoción de
caminos alternativos (incorporación de programas con
mentores, docencia, gestión en otras áreas) para
continuar la carrera profesional deben formar parte de
propuestas que permitan visualizar salidas para el final
de la carrera.
El retraso en la edad de retiro, un problema creciente
en todo el mundo incrementa el número de profesionales
en esta situación. (3,4)
Tal vez el futuro pueda aportar otras soluciones basadas
en el uso de “big data”, la telemedicina o una
participación creciente de otros profesionales a los que
se les puede dar mayores responsabilidades. Si queremos
asegurar una fuerza laboral suficiente en un plazo más
corto tenemos que revisar las acciones en cada etapa,
generar consensos y corregir nuestros modelos
organizacionales para conseguir el objetivo buscado.
1) Navarro P y col. Análisis de la
distribución geográfica de médicos especialistas en la
República Argentina. Buenos Aires Ministerio de Salud de
la Nación: 2015.
2) Levy MM, Rapoport J, Lemeshow S, Chalfin DB, Phillips
G, Danis M. Association between critical care physician
management and patient mortality in the intensive care
unit. Ann Intern Med. 2008 Jun 3;148(11):801-9. doi:
10.7326/0003-4819-148-11-200806030-00002.
3) Skowronski GA, Pisa C. The greying intensivist:
ageing and medical practice — everyone’s problem. Med J
Aust 2012; 196 (8): 505-507.|| doi: 10.5694/mja11.11579.
4) Jones A, Walker J, Thorpe C. Increasing the
Retirement Age in Intensive Care Medicine: Perception of
the Effect on Patient Safety and Personal Health.
Journal of the Intensive Care Society. 2014;15(1):57-60.
doi:10.1177/175114371401500112.
(*) Médico. Master of Health Professions
Education. Profesor Asociado del Departamento de
Ciencias de la Salud de la Universidad Nacional del Sur
- Ex Director de Capital Humano del Ministerio de Salud
y Desarrollo Social de la Nación. |