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EL CASO
Una paciente ingresó en un centro asistencial
polivalente el 16 de julio de 2019, durante la vigencia
del nuevo Código Civil y Comercial, para tener a su
bebé, y no tenía idea de que el sanatorio estaba inmerso
en un ataque de ransomware (1), como luego se supo.
Un ultrasonido una semana antes a su ingreso no había
mostrado signos preocupantes del embarazo, según se
conversó en el sanatorio y en la mediación prejudicial,
pero un aumento en su presión arterial preocupó al
médico tratante lo suficiente como para programar en lo
inmediato su ingreso sanatorial para ser inducida en la
unidad de trabajo de parto y parto de un establecimiento
asistencial de la provincia de Buenos Aires.
Durante casi tres días, previos al ingreso programado,
las computadoras habían estado desactivadas en todos los
pisos, sistemas y servicios. Un rastreador inalámbrico
en tiempo real que podía localizar al personal médico en
el sanatorio estaba caído. Años de historias clínicas de
pacientes que habían sido digitalizadas, poco después de
la sanción de la ley 26.529, (Derechos del Paciente,
Historia Clínica, Consentimiento Informado y Voluntades
Anticipadas) eran inaccesibles.
El responsable técnico de soporte informático no podía
resolver el inconveniente. Los servicios de diagnóstico
y tratamiento están automatizados y disponen de sistemas
de tratamiento de la información. Estos sistemas están
integrados al Sistema de Información del Sanatorio y a
la Historia Clínica electrónica.
Y en el office de las enfermeras de la sala de partos,
el personal del staff auxiliar había quedado
desconectado del equipo que debía monitorear los latidos
cardíacos fetales y del diagnóstico por imágenes.
Los accionistas del sanatorio habían decidido no acceder
al pedido de una suma de dinero para el “rescate” del
sistema secuestrado.
Los médicos de guardia activa de obstetricia durante
esos tres días y enfermeras de la unidad se enviaron
mensajes de texto con actualizaciones. “No tenemos
registros computarizados por no sé cuánto tiempo, se nos
ha caído el sistema”. Las “tiras de control no se podrán
imprimir”. No habría forma de imprimir los resultados de
los controles.
La hija de la paciente nació con el cordón umbilical
envuelto alrededor de su cuello. La afección desencadenó
señales de advertencia en el monitor cardíaco cuando el
cordón cortaba el suministro de sangre y oxígeno al
feto, pero no podía ser diagnosticado por ninguna de las
personas que estaban en la sala de partos.
Post nacimiento Carolina fue diagnosticada con daño
cerebral irreversible. Murió nueve meses después.
En medio del hackeo ignorado por los médicos, menos ojos
estaban en los monitores cardíacos, que normalmente se
registran en una pantalla grande en la estación de
enfermería, además del interior de la sala de partos, a
la espera de una solución informática.
La médica obstetra de guardia a cargo ese día, le envió
un mensaje de texto a la obstétrica encargada y al
obstetra tratante, a modo de justificación, de que
habría dado a luz a la bebé por cesárea si hubiera visto
la lectura del monitor. “Necesito que me ayudes a
entender por qué no me notificaron antes”, escribió la
médica tratante en su respuesta, mientras se acercaba al
sanatorio en su transporte.
Capturas de pantalla de textos de WhatsApp entre la
obstetra de guardia, la médica tratante y la obstétrica
y quien hacía las veces de jefe de Servicio de
Obstetricia del sanatorio y otro colega, fueron
presentadas como prueba, más adelante tanto en el juicio
penal cuanto en el civil, por la defensa judicial de los
médicos y sus aseguradoras.
La madre y el padre de Carolina denunciaron penalmente a
médicos, obstétrica, enfermeras y director del
sanatorio, alegando que la información sobre la
condición del bebé nunca llegó a la médica de guardia de
obstetricia, porque el sistema del sanatorio que hacía
funcionar el monitor de frecuencia cardíaca no había
recibido la información pertinente, y además, porque al
ingreso al sanatorio en trabajo de parto, la pareja no
había sido informada de la “caída” del sistema y el
correspondiente riesgo de la falta de controles en esas
instancias finales. Obviamente, mucho menos del
ransomware. Más adelante llegó la demanda civil.
En sede judicial civil, fue ofrecida como prueba, la
existencia de la caída del sistema por hackeo extorsivo.
De poder probarse y de ser aceptada la exclusión de
responsabilidad sanatorial, el caso marcaría la primera
muerte confirmada por un ataque de ransomware. Pero ¿de
quién sería la responsabilidad? ¿Cuál podría ser
considerada la extensión del daño? (2) ¿Cabría
considerarse la existencia de responsabilidad derivada
por la intervención de cosas? ¿La conducta de los
accionistas fue omisiva? ¿La utilización de un sistema
informático transforma a la actividad médica en más
riesgosa? ¿Cuál sería la relación de causalidad
adecuada?
LA ACTUALIDAD
Hace una década, el ransomware era una novedad en el
mundo del ciberdelito: (3) una molestia para los
consumidores y las pequeñas empresas que a menudo
costaba a las víctimas unos cientos de miles de pesos.
Hoy en día, las autoridades de algunos países centrales
están alarmadas por la creciente sofisticación de los
operadores de ransomware, que han recibido cientos de
millones de pesos y han provocado importantes
interrupciones en los sistemas de transporte, energía y
otras infraestructuras críticas como el cuidado de la
salud, tanto pública como privada. Una firma de
seguridad “Recorded Future” de los Estados Unidos de
Norteamérica estima que hubo alrededor de 65.000
incidentes de ransomware en todo el mundo el año pasado.
Los hospitales, clínicas y sanatorios se han convertido
cada vez más en objetivos, y los piratas informáticos
apuestan a que los propietarios o accionistas, pagarán
rápidamente para restaurar la tecnología que salva
vidas, lo que agrega aún más presión a los proveedores
de atención médica, que como es sabido, ya han sido
afectados económicamente por la pandemia.
En mayo, el FBI advirtió que los continuos ataques de
ransomware contra proveedores médicos estaban poniendo
al público en peligro y arriesgaban retrasos en la
atención médica.
Algunos se niegan a nombrar a los piratas informáticos,
pero Allan Liska, un analista senior de inteligencia de
Recorded Future, dijo que probablemente era la pandilla
Ryuk con sede en Rusia, la que estaba interviniendo en
hospitales en este momento.
El Journal of Medicine informó en junio que Ryuk había
atacado al menos 235 hospitales generales e
instalaciones psiquiátricas para pacientes
hospitalizados, además de docenas de otras instalaciones
de atención médica en los EE. UU.
Desde 2018, Ryuk ransomware recaudó al menos u$s 100
millones en pagos de rescate en bitcoins el año pasado.
La demanda de rescate promedio del grupo es de poco
menos de u$s 700.000, según la firma de negociación de
ransomware Coveware.
Los piratas informáticos firman sus notas de rescate con
la imagen de un dios de la muerte ficticio, Ryuk, de una
novela gráfica japonesa, dándoles su nombre. Las
consultas del Journal of Medicine a las direcciones de
correo electrónico utilizadas en algunos de los ataques
de Ryuk quedaron sin respuesta.
Los ataques están aumentando en número y escala a medida
que miles de personas, por cuestiones relacionadas con
la pandemia del Covid-19 en todo nuestro país, trabajan,
hacen visitas médicas (Telemedicina), hacen negocios,
compran, venden o asisten a la escuela de forma remota,
en algunos casos abriendo puertas traseras a redes sin
protecciones de seguridad corporativas o
institucionales, dicen los investigadores de seguridad.
Cada vez le damos más información personal a los
delincuentes informáticos. Toda esa información tiene un
“mercado negro” donde se compra y se vende. (4)
Los piratas informáticos se han vuelto expertos en
comunicarse sobre vulnerabilidades en la llamada Dark
Web, una red de computadoras que pueden compartir
información de forma anónima. Ya sabemos que esa
información hasta puede ser usada por los partidos
políticos para saber por quién vamos a votar, o al menos
nuestra preferencia.
La capacidad de exigir el pago en criptomonedas (moneda
preferida de los hackers) limita las capacidades de
seguimiento de las fuerzas del orden. (5)
Tendrán que pensar los establecimientos médicos y las
Aseguradoras del riesgo de RC Profesional Médica
Institucional en solicitar y otorgar o en no otorgar la
cobertura de ransomware de la actividad médica, o un
eventual crecimiento de emisión de las pólizas de
seguros que cubran los pagos de ransomware ayudarán a
sembrar una industria del hackeo y secuestro de la
información y manejo del Sistema del Cuidado de la
Salud, cada vez más profesionalizada. ¿Habrá que pensar
en una nueva Exclusión de Cobertura?
Hasta ahora, ninguna muerte se ha relacionado
definitivamente con un ataque a una clínica, sanatorio u
hospital. Sin embargo, un análisis estadístico realizado
por la Agencia de Seguridad de Infraestructura y
Ciberseguridad (USA) encontró evidencia de que el
ransomware puede tener consecuencias nefastas para los
establecimientos de salud.
Por
casa, ¿cómo andamos?
REFERENCIAS
1) Ransomware, o “secuestro de datos” en español, es un
tipo de programa dañino que restringe el acceso a
determinadas partes o archivos del sistema operativo
infectado y pide un rescate a cambio de quitar esta
restricción.
2) El art. 185 del Código de Ética Médica prescribe
“…evitar el accionar de violadores de información
reservada” y la Recomendación 5/97 del Consejo de
Ministros del Consejo de Europa sobre Protección de
datos médicos, se refiere a “…. A la permanente
evaluación de los riesgos potenciales”.
3) Fuente: The Wall Street Journal.
1/10/2021. Kevin Poulsen, Robert McMillan y Melanie
Evans.
4) Zurdo, Gabriel. Titular Cátedra de Auditoría y
Seguridad Informática de la Facultad de Ciencias de la
Administración USAL. Entrevista de Carlos Pagni,
programa “Odisea Argentina” del 11/10/2021. Canal LN+.
5) Zurdo, Gabriel. Titular Cátedra de Auditoría y
Seguridad Informática de la Facultad de Ciencias de la
Administración USAL. Entrevista de Carlos Pagni,
programa “Odisea Argentina” del 11/10/2021. Canal LN+.
(*) Consultor Externo de TPC Compañía de Seguros S.A.
CEO de RiskOut. Consultora Especializada en
Responsabilidad Profesional Médica. Gestión de Riesgos y
Seguridad del Paciente.
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