|
¿Estamos ante una crisis en el
sistema de atención de la salud?
Hace muchos años que la Argentina
vive en crisis de salud así que ya
constituye un estado natural. Lo que
sucede es que la gente no tiene
elementos para evaluar y el sistema
se dedica a esconder debajo de la
alfombra la ineficiencia y la
corrupción.
Este es un sistema particularmente
estresado. Millones de argentinos no
tienen un seguro formal de salud y
no pueden pagar su atención médica.
La prevención y promoción de la
salud es muy débil y la población
pobre asiste y/o accede al sistema
de atención cuando ya la enfermedad
invadió su cuerpo.
El Covid-19 desnudó problemas
estructurales del sistema sanitario
que ahora han quedado a la vista,
como la fábula del rey desnudo. Los
ciudadanos y los políticos se han
percatado que algo no funciona bien.
La pregunta es si van a hacer algo
al respecto.
¿Quién
está en mayor riesgo?
Los riesgos mayores son las personas
bajo la línea de la pobreza, los que
tienen bajos ingresos y los que
están trabajando en la economía no
formal y por supuesto sus familias.
Ninguno de ellos cuenta con un
seguro de salud. Eran
aproximadamente 15 millones de
personas que se ampliarán
enormemente por la pérdida de
trabajo y el empobrecimiento general
del país.
Asimismo, existirá una mayor presión
sobre el sistema público
considerando la población que se
desgranará de la seguridad social
(empleos formales e informales) y
que ahora deberá atenderse en el
sector público que está siendo
benévolos, 20 años atrasado en
materia de gestión sanitaria.
¿Cómo
los expertos de otros países suelen
ver nuestro sistema de atención de
la salud?
Cuando asistimos a los congresos y
conferencias regionales e
internacionales y uno intenta
explicar la diversa y compleja
cobertura sanitaria de los
argentinos, se suelen observar dos
cuestiones: por un lado, admiran lo
que se hace en clínica médica en la
Argentina, que tiene algunos nichos
de atención y áreas de investigación
(2 nobeles de medicina y prestadores
de excelencia (Italiano, Fleni,
Alemán o Austral) e incluso en el
sector público (Garraham y El
Cruce).
Pero, por otro lado, observan con
preocupación cuestiones de calidad,
seguridad del paciente y del
personal sanitario por un lado y se
muestran sorprendidos del malgasto
de recursos y altos costos de
transacción del sistema en general
por la falta de coordinación y
gobernanza en el funcionamiento del
sistema.
Un país que gasta casi 10% PBI y que
tiene 40% de la población sin seguro
de salud tratando de no enfermarse
porque dependerá de la caridad y de
la compasión que pueda encontrar en
el personal sanitario público que
trabaja con salarios bajos y en
pésimas condiciones organizativas,
para poderse recuperar.
Afortunadamente la mayoría de la
población es sana y sólo un mínimo %
requiere de prestaciones de alta
complejidad. Que no se pueden
asegurar porque cada grupo social
atiende su propio juego y no se
termina de organizar el pool de
riesgo adecuado para brindar las
prestaciones que requiere esa
minoría de la población.
¿Cuál
es su opinión acerca del sistema de
seguros?
En la Argentina el 60% de la
población tiene un seguro de salud
de diferente origen puede ser
Seguridad Social Nacional (obras
sociales sindicales y empresariales)
PAMI (jubilados), seguridad social
provincial (obras sociales e
institutos provinciales), seguridad
social universitaria (obras sociales
universidades) y seguros privados de
salud (medicina prepaga).
Los seguros han crecido promoviendo
la utilización y con escasa atención
al cuidado y mantenimiento de la
salud de la población asegurada. En
el caso de la Seguridad Social
Nacional el incentivo perverso que
las personas cuando se jubilan se
van al PAMI no ha colaborado para
fortalecer un enfoque preventivo. La
pandemia ha permitido comprender que
el modelo de pago por servicios
tiende a animar a los profesionales
a ocupar el mayor número de camas y
realizar la mayor cantidad posible
de procedimientos de alta
complejidad. Esto conlleva a
aumentar el costo de la asistencia,
pero no ayuda a mejorar los
resultados de los pacientes.
El resto de la población se atiende
en el sector público provincial que
es el responsable de los centros de
salud y hospitales públicos, hay una
pequeña participación del estado
nacional mediante programas
específicos donde podemos destacar
el Plan Sumar, el Plan Remediar
(medicamentos ambulatorios) y alguna
cobertura para medicamentos
especiales.
Rescato especialmente el Plan Sumar
como una iniciativa nacional que
intenta articular la demanda y
oferta de servicios públicos con
instrumentos de gestión moderna para
intentar mejorar la productividad y
la performance de los niveles
provinciales de atención de la
salud.
Además, existe una especie de seguro
para los más vulnerables que es el
programa Incluir Salud
(discapacidad, pensionados, etc.)
que tiene 1 millón de beneficiarios.
La participación de los municipios
es menor en casi todo el país salvo
en Córdoba, Rosario y algunos
partidos de la provincia de Buenos
Aires donde son la verdadera oferta
pública de servicios de salud.
¿Qué
pasa con el problema de la cobertura
para las personas y las condiciones
preexistentes?
Hay un verdadero problema en la
Argentina que deben enfrentar las
personas con bajos ingresos,
personas que trabajan en forma
irregular dado que establecer una
formalización del empleo es muy caro
para un pequeño y mediano empresario
y el Estado y los sindicatos no han
querido o no han podido entender que
una disminución de la presión de los
impuestos al trabajo podría traer
aumento de la oferta y la
posibilidad de incluir mayor
cantidad de personas dentro de la
cobertura.
Con todos los beneficios que trae
una economía en blanco. Estas
personas que se declaran como
monotributistas para poder trabajar
e insertarse constituyen una deuda
pendiente en la modernización de las
relaciones laborales. Por otra
parte, los sindicatos se quejan del
bajo aporte de los monotributistas y
otras categorías, pero la verdad se
hace muy poco para regularizar el
funcionamiento de la actividad
laboral y lograr incorporar esta
población a un régimen formal.
Los mecanismos de doble
indemnización aportan hipocresías
porque en la realidad los
trabajadores cuando tienen que
desvincularse y sabiendo lo que
demoran los juicios en la Argentina
terminan arreglando con los
empresarios para poder desvincularse
y cobrar algún dinero. La vía es
promover la creación de empleo para
ampliar la cobertura de las personas
y la base de sustentabilidad de la
seguridad social. Y por otro lado un
cambio organizativo de las
provincias creando aseguradoras
públicas que puedan nominalizar y
brindar cobertura sanitaria esencial
a las personas con bajos ingresos o
desempleados.
¿Le
parece que cada vez más personas
perderán la cobertura?
Creo que el sistema basado en el
empleo en la Argentina tenía una
gran virtud que era ser automático
en la recaudación. Cuando la persona
ingresaba a trabajar de manera
inmediata tenía la cobertura de
salud propia y de su familia y todos
formaban parte de un grupo y se
compensaban los riesgos. La
Argentina llegó a tener pleno empleo
en los años setenta y toda esta
gente aportaba a las obras sociales
siendo joven.
Desde los noventa cambió el panorama
con gente desempleada, y mayor
rigidez en las relaciones laborales
que condenaron a mucha gente a
perder el trabajo y quedar en ese
status. Sin embargo, el sistema de
estar atado al empleo tiene
desventajas y son que uno pierde la
cobertura si pierde el empleo y así
en el peor momento de la vida,
cuando uno más necesita la cobertura
de salud se pierde después de 6
meses.
Hace años que la generación de
empleos formales que sustentan la
seguridad social ha estado cayendo y
se han colgado de ese subsistema
diferentes colectivos que aportan
muy poco (monotributistas, amas de
casas, etc.) y los legisladores de
manera irresponsable siguen
aumentando la cobertura sin
considerar el financiamiento
necesario para solventar esas
prestaciones. Es un cóctel explosivo
que termina en el ajuste por
restricción en el acceso y calidad
de los servicios.
El esquema de financiamiento
procíclico tiene esta debilidad y en
los países donde el financiamiento
no está atado al empleo sino a la
ciudadanía las personas nunca quedan
sin seguro de salud. En Canadá,
Francia, Inglaterra, Italia o en
Alemania, las personas nunca se
quedan sin seguro.
¿Qué
es el tema del racionamiento?
El racionamiento es cuando un
gobierno retiene y contiene
determinados bienes y servicios que
son beneficiosos para las personas.
Se puede hacer de dos maneras,
utilizando el sistema de precios. Se
podría resumir de la siguiente
manera: “Si no tienes dinero, no
podrás acceder”. O como sucede en
Europa o Canadá los gobiernos
definen un listado de prioridades
para evitar el riesgo moral del uso
excesivo de los recursos o bien se
plantean ciertas definiciones
explícitas: por ejemplo, una persona
es demasiado vieja para recibir un
trasplante o una prótesis.
En la Argentina para un conjunto de
ciudadanos pareciera no existir
límites. El cielo es el límite. Y
ahora convivimos con la
judicialización que le da el visto
bueno a todo tipo de requerimientos
sin evidencias y se ponen a la
cabeza del gasto dejando de lado
prestaciones costo efectivas en
materia de prevención de la salud
para toda la población.
Los jueces niegan pocos o casi
ningún procedimiento. Pero los no
asegurados 15-18 millones de
personas conviven con un
racionamiento brutal por parte de
los precios y sus ingresos. Para
este grupo el mercado no puede
evitar el racionamiento a través del
sistema de precios, pero también
existen políticos que intentan
construir protecciones sanitarias
ilimitadas sin tener un mínimo de
responsabilidad fiscal, prometiendo
el paraíso a todos y en todo lugar y
momento.
Lo que sucede en la realidad es que
la gente que consume es la que llega
primero y el resto pasa para
después. Nadie pondrá el límite ni
saldrá a hablar en nombre de la
racionalidad. De esta manera se
acumulan los reclamos y los consumos
hasta que aparece la mano invisible
del default que no genera costo
político específico dado que lo hizo
el mercado y nadie en particular.
Esta es una metodología muy
utilizada para todas aquellas
decisiones desagradables.
Nadie quiere tomar el toro por las
astas y tampoco creamos
instituciones para sostener las
decisiones de manera científica
(Agencia de Evaluación de
Tecnologías). Desgraciadamente la
irresponsabilidad fiscal y el
populismo en este país está muy
difundida entre los partidos
políticos mayoritarios y esto nos ha
conducido a una situación terrible
en materia de administración estatal
de los servicios sociales. La
política pareciera concentrarse en
los mecanismos de distribución
ignorando la producción y la
exportación que debe sostener los
ingresos.
En su opinión: ¿tenemos una
confusión acerca de nuestro enfoque
de la atención de la salud?
Bueno, los argentinos se han
centrado en el individuo como la
unidad de ética y la educación que
se imparte a todos los médicos se
podría resumir de la siguiente
manera: usted debe hacer lo mejor
para ese paciente,
independientemente de lo que los
efectos indirectos pueden afectar a
otros pacientes. El problema es que
si utiliza todos los recursos en un
paciente no tendrá para atender y
cuidar a otros pacientes con el
mismo derecho (costo de
oportunidad).
Esto se convierte en una carrera
quien llega primero tiene servicios
y si lo hace último se quedó sin
poder acceder. Esta tensión es
realmente una contradicción porque,
por un lado, pretende ser una
comunidad, pero, por otro lado, todo
se estructura en torno a la persona.
La base de cualquier sistema de
salud es la ética social (reglas)
que debe obedecer. Y esto tiene que
ser explícito.
Si usted va al continente europeo,
se encontrará con el denominado
principio de solidaridad. Ese es el
principio ético, y por eso, no van a
hacer ciertas cosas que pueden tener
sentido económico. Ellos dicen: “Oh,
esto violaría el principio ético de
la solidaridad”. En los países sin
reglas claras nunca hemos discutido
abierta y seriamente la cuestión
ética. Es algo que siempre ha sido
barrido debajo de la alfombra y
nadie quiere participar en un debate
abierto sobre cuál debe ser la ética
social que impulsa nuestro sistema
de salud.
¿Cree
Ud. que los argentinos piensan que
el cuidado de la salud es una
obligación social o una mercancía?
En primer lugar, cuando se dice los
argentinos no hay tal variedad
cuando se hace una encuesta. Si los
encuestados son argentinos con
trabajo formal o informal la mayoría
dirá que los cuidados de la salud
deberían ser un derecho. La salud
debe ser igualitaria. Si a
continuación, consultamos a los
tomadores de decisiones, los
ejecutivos de empresas, las personas
que dominan en el Congreso, no se
puede decir abiertamente: “No
estamos de acuerdo con esto”.
Pero, de hecho, si usted sabe lo que
han hecho en los últimos 30 años,
creen que la salud es
responsabilidad del Estado y de las
obras sociales y legislan sin
responsabilidad ampliando derechos y
protecciones sin límites. Esa es la
ética social oficial de las clases
dirigentes. Me gustaría que alguien
tuviera el coraje de decir la
verdad, pero no lo van a hacer
porque está fuera de la sintonía con
que la gente juzga la salud.
¿Cómo
podemos hacer frente a los no
asegurados?
Para las personas que no están
aseguradas, suele suceder que si son
enfermos leves se los deja valerse
por sí mismos. Si ellos pueden darse
el lujo de ir al médico, muy bien.
Si no pueden es un problema. Cuando
se ponen en estado crítico en que
corre peligro la vida, tienen
derecho por ley de asistir a
cualquier hospital que está obligado
a atenderlos, estabilizarlos y
cuidar de ellos. Podríamos decir
irónicamente que tenemos una
política universal de seguro
catastrófico en vigor en la
Argentina y es la sala de emergencia
de los hospitales públicos.
Eso es sin duda una manera
ineficiente para brindar atención
médica, ya que por lo general
esperan hasta que la gente esté muy
enferma y entonces el sistema tiene
que hacer una serie de
intervenciones muy caras. Además,
sabemos que las personas sin seguro
médico mueren antes y a una tasa más
alta de las mismas enfermedades,
simplemente porque ingresan al
sistema demasiado tarde. ¿Por qué
dejamos que se vaya a esta fase
crítica? Por qué no podemos dar a
estas personas la nominalización, la
definición de una cobertura
preventiva, de diagnóstico y esto
podría ser más económico.
¿Dónde
ve Ud. que estamos yendo?
Si miro hacia los próximos diez años
por delante, lo primero que podemos
darnos cuenta es que se aumentará la
población que se atenderá en el
sector público por la pérdida de
empleo y la consecuente pérdida de
la cobertura de la seguridad social.
Hace muchos años que venimos
ajustando por calidad y la inflación
general suele superar el aumento de
precios del sector salud.
La pandemia ha desnudado ante el
ciudadano lo que sabíamos los
expertos y especialistas que este
sistema de salud no estaba preparado
para enfrentar desafíos en extensión
(cantidad de gente) cuando si lo
está para la profundidad (islas de
conocimientos, y nichos de
excelencia). La Argentina tiene
problemas en materia de bienes y
servicios públicos para resolver la
masividad. Y lograr conciliarla con
la calidad que requiere.
Para los que estamos convencidos en
la necesidad de avanzar hacia un
país más federal hay dos
limitaciones muy importantes, las
diferencias de nivel de ingreso
entre una provincia y la otra, pero
también la falta de rectoría y
gobernanza nacional en la materia.
La ausencia de una ley de
coparticipación moderna y adecuada a
los nuevos tiempos impide pensar en
un estado trabajando de manera
conjunta nación, provincias y
municipios. La mayoría de las veces
uno los encuentra superpuestos o
compitiendo para ver quien desempeña
tal o cual actividad mientras que
hay una serie de funciones que no
cumple nadie.
No soy optimista respecto del futuro
creo que sin consensos amplios que
transciendan los partidos políticos,
toda reforma será muy difícil de
concretar. La Argentina tiene un
sistema complejo de comprender, de
analizar y de cambiar y existen
retrasos importantes desde el punto
de vista político y técnico para
conducir este cambio.
Ya a comienzos del siglo XVI Nicolás
Maquiavelo advertía a Lorenzo de
Medici: “Debe notarse bien que no
hay otra cosa más difícil de
manejar, ni cuyo acierto sea más
dudoso, ni se haga con más peligro,
que el obrar para introducir nuevos
estatutos. Tiene el introductor por
enemigos a cuantos sacaron provecho
de los antiguos estatutos, mientras
que quienes podrían sacar el suyo de
los nuevos no los defiendan más que
con tibieza. Semejante tibieza
proviene en parte de que ellos temen
a sus adversarios, que se
aprovecharon de las antiguas leyes,
y en parte de la poca confianza que
los hombres tienen en la bondad de
las cosas nuevas, hasta que se haya
hecho una sólida experiencia de
ellas”.
(*) Profesor
titular Salud Pública (Universidad
Nacional del Litoral). Asesor
Parlamentario en temas de economía
pública y presupuesto. Director e
investigador IdEB (Instituto de
Economía del Bienestar) -
vassalloc@gmail.com
|