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Los prestadores médicos privados
tienen históricamente dos precios
rectores en su actividad. Uno es el
salario de convenio que debe pagar
como mínimo a sus trabajadores y el
otro es el arancel que cobra por los
servicios médicos que otorga.
El salario es un precio central
porque la actividad de producir
atención médica es altamente
demandante del factor humano que,
además, es muy calificado. En la
estructura de costos de los centros
sin internación el 55% corresponde a
las remuneraciones de los recursos y
en las clínicas y sanatorios este
porcentaje asciende al 74%. (1)
Asimismo, la calidad del servicio
médico depende fuertemente de la
motivación que tengan los médicos,
las enfermeras y el personal de
apoyo. Es muy difícil dar calidad
médica con el personal desmotivado y
en este sentido la remuneración es
un factor, no el único, pero sí
decisivo.
El otro precio central es el valor
que se cobra por los servicios
médicos brindados. A diferencia de
otros mercados, en la atención
médica en general al precio no lo
paga el consumidor (paciente) sino
que hay un tercer pagador, que puede
ser una obra social o una prepaga.
Esto hace que los pacientes
desconozcan totalmente las
condiciones en las que los
prestadores médicos tienen que
lidiar con sus pagadores.
La otra particularidad de la
medicina privada es que, tanto el
salario como el arancel, se
determinan en mercados que operan en
regímenes muy limitados de
competencia, mientras que los
prestadores médicos sí operan en
ámbitos de mucha competencia. Esto
hace que los prestadores médicos
tengan muy poco poder de negociación
en la determinación de los salarios
y los aranceles. De esta
interrelación surge que los
prestadores médicos son tomadores de
precios en sus precios rectores: los
salarios y los aranceles.
En este marco, cuando sobreviene una
crisis, los prestadores médicos son
los que sufren la presión al alza de
los salarios que pagan y a la baja
de los aranceles que reciben. Esto
es lo que está colocando en un
creciente estrés financiero a las
instituciones médicas privadas de la
salud.

Observando el gráfico
1 se concluye que todos los actores
del sector privado de la salud están
perdiendo contra la inflación. (2)
El salario de convenio, por su
parte, es el ingreso que menos cae
en términos reales. Muestra un
comportamiento de serrucho producto
de que en un momento del año (marzo)
se actualiza con las cláusulas de
revisión, aunque de manera
insuficiente, por eso su tendencia
es a la caída. Esta tendencia es
producto de la aceleración
inflacionaria y del hecho de que los
otros ingresos (cuotas de prepagas y
aranceles médicos) caen todavía
mucho más que lo que cae el salario
de convenio.
Lo otro que se observa es que el
ingreso más castigado es el arancel
médico. Esto responde, en parte, a
la aceleración inflacionaria y, por
otra parte, a la puja distributiva
con los financiadores en donde el
prestador siempre lleva las de
perder. Como se comentó
anteriormente, los financiadores y
el sindicato tienen posiciones
monopólicas (un sindicato, un PAMI,
seis grandes prepagas) y los
prestadores son una gran cantidad
con competencia entre ellos. Por
esta imperfección de los mercados,
se necesita una intervención del
Estado para proteger a la parte más
débil que son los que están en
competencia a los fines de evitar su
depredación.
En 2019, debido al atraso de
aranceles, el anterior gobierno
decidió en agosto de ese año
establecer para la medicina privada
un mínimo no imponible para las
contribuciones patronales de $
17.500. Asimismo, cuando comenzó el
confinamiento por la pandemia se dio
un segundo auxilio financiero: el
decreto 300, que implica una
exención a las contribuciones
patronales con destino al sistema
previsional. El tercer auxilio se
corresponde con la no
remuneratividad de los aumentos de
convenio desde la paritaria de junio
2019.

Por último, se
encuentran los subsidios al salario
que nacieron con el confinamiento
2020, bajo el nombre de ATP y se
extendieron durante el 2021 con el
nombre de REPRO. Este auxilio
consiste en el subsidio de una parte
del salario, pero no a todos los
prestadores sino a un conjunto
reducido de aquellos que no aumentan
su facturación por encima de la
inflación (48% de los asociados de
ADECRA+CEDIM).
Los impactos que estos auxilios
tienen en el costo laboral de los
prestadores con internación se
presentan en los cuadros 1 y 2.
En el 2020, los ATP llegaron a
representar una reducción del costo
laboral del 45%. Sumado al 15% de
los tres auxilios sectoriales, los
que recibieron ATP en el 2020
tuvieron un alivio del 60% del costo
laboral.
En el 2021, con el REPRO este
porcentaje de ayuda disminuye (3),
con lo cual el nuevo impacto es una
reducción del 21% del costo laboral.
Sumado al 13% de los auxilios
sectoriales, los que están
recibiendo REPRO tienen un alivio
del 34% del costo laboral.
A pesar de todas estas restricciones
presupuestarias, el esfuerzo por
parte de los prestadores médicos en
brindar atención médica de calidad
fue en aumento. Según las Encuestas
de Satisfacción del Paciente de
Adecra+Cedim llevadas adelante desde
2015 y dirigidas a pacientes
internados (excluye obstetricia y
cirugías ambulatorias) la valoración
de los pacientes por los servicios
recibidos durante la internación es,
en general, elevada.
REFERENCIAS
1) La pandemia modificó los precios
relativos y las cantidades
consumidas de muchos de los demás
componentes de la canasta que
compone al costo operativo total.
Este tema es abordado en profundidad
en el Informe 18 de Adecra+Cedim.
2) El análisis exhaustivo de este
gráfico puede encontrarse en el
Informe 18 de Adecra+Cedim.
3) Es necesario recordar que el
programa Repro baja su peso en el
total del costo laboral, ya que,
además de tratarse de una suma fija,
el tope de salario bruto a partir
del cual no corresponde el beneficio
no se actualiza desde octubre de
2020 (tomándose el monto nominal del
antiguo ATP).
(*) Asociación de Clínicas,
Sanatorios y Hospitales Privados de
la República Argentina.
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