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Columna


Sin optimismo, pero con esperanza

Por el Lic. Patricio Pasman - Consultor de Entidades de Medicina Prepaga


La ciencia médica ha avanzado tanto, que ya casi no queda nadie completamente sano”, decía el escritor y filósofo británico Aldous Huxley (1894-1963).
Si el brillante escritor de “Un mundo feliz” viviera en el siglo XXI, creo que sería más categórico aún con esta idea.
Y no quiero imaginar que diría si viviera en nuestro país y conociera el funcionamiento del sistema de Entidades de Medicina Prepaga argentino con redes de prestadores excesivamente amplias, libre acceso a todas las especialidades, prestaciones mayormente sin cargo por parte del usuario y coberturas prácticamente ilimitadas, ya sea porque así están definidas por el PMO (Programa Medico Obligatorio) o porque deben otorgarse mediante instancias judiciales, a través de la vulgarmente llamada “medicina basada en la sentencia”.
El año 2021 finaliza con una crisis de tal magnitud como no recuerdo en mis casi 30 años trabajando en el sector. El gasto médico ha subido de manera exponencial, producto del rebote por la merma causada por la pandemia del año 2020 y por un consumo que crece año a año. Definitivamente como decía Huxley, no queda gente sana…
Los precios de los planes no han acompañado este crecimiento del gasto. Por consiguiente, los precios que se pagan a las instituciones que prestan los servicios tampoco subieron lo requerido. A excepción por supuesto de los medicamentos, que como es habitual, se incrementan por encima de los ingresos de prepagas y obras sociales.
Financiadores y prestadores cierran sus ejercicios con resultados negativos. En algunos casos con pérdidas muy significativas. Hemos atravesado años donde a unos les fue bien y a los otros mal, pero no recuerdo esta situación de “déficits gemelos”, como lo denomina el presidente de una de las cámaras del sector.
Esta falta de recursos en “ambos lados del mostrador”, genera una puja distributiva que tensa día a días las relaciones entre los diferentes actores. Las distintas cámaras intentan llegar a acuerdos, pero es muy complejo cuando la brecha entre lo disponible y lo necesario es tan grande. El “sálvese quien pueda” podría ser lamentablemente lo que atravesemos en la industria si esto no tiene una inyección de recursos de magnitud o un cambio estructural en algunas de sus variables.
Si comparamos con los deportes de equipo, es habitual que cuando se gana los protagonistas suelen hablar de la “gran unión que tiene el plantel”. Parece que es sencillo estar unidos cuando se gana. Lo difícil es estar unidos cuando se pierde. Aquí es cuando los títulos de los medios deportivos suelen hablar de las peleas entre jugadores, técnicos y dirigentes, que los vestuarios se parecen a un cabaret y de jugadores que “echan a los técnicos”. En el sector están todos perdiendo.
Es cierto que a veces a las empresas “no las une el amor sino el espanto”, pero cuando es tan grande la necesidad de recursos es esperable, aunque no deseable, que cada uno intente salvar a la institución que representa como pueda. Esperemos que el sector se mantenga lo más unido posible para solucionar los problemas de fondo que afectan a todos.
Veamos algunos números que reflejan la magnitud del problema. En el Gráfico 1 podemos ver desde el 2011 (cuando se reguló la actividad y comenzó el control de precios) la relación entre la suba de sueldos de la paritaria de ADECRA, que refleja una parte importante del aumento de costos de los prestadores, versus el aumento autorizado de las cuotas de las EMP (Entidades de Medicina Prepaga).

En los últimos 3 períodos el incremento acumulado de la paritaria fue del 241%, mientras que a las prepagas se les autorizó aumentar sólo un 152%.
Nunca hubo una brecha de semejante magnitud. Insostenible. Demás está aclarar que nadie pone en cuestionamiento, por ejemplo, lo que gana una enfermera, que hoy cobra aproximadamente $ 80 mil por mes y debiera ganar aún mucho más. El retraso está en el valor de las cuotas, que no ha acompañado este crecimiento y, por ende, no han podido otorgar a los prestadores los aumentos necesarios para pagar esos incrementos.
En el Gráfico 2 podemos visualizar la diferencia entre los puntos porcentuales de aumento de prepagas y el de la paritaria. El rojo de los últimos tres períodos es muy llamativo. No creo en las conspiraciones y suelo pensar que es más común la torpeza que los planes secretos de destrucción, sin embargo, estos datos alimentan las sospechas.

En el Gráfico 3, podemos apreciar los incrementos otorgados a las EMP con la inflación y el valor de dólar “blue”. El dólar paralelo y la inflación prácticamente duplicaron los aumentos autorizados entre enero 2020 y noviembre 2021. Esta situación no tuvo consecuencias en el año 2020. La estricta cuarentena y el temor de los asociados en concurrir a los centros asistenciales hicieron caer de manera significativa la utilización de los servicios médicos. Era evidente el posterior “rebote” y que los aumentos reprimidos iban a complicar seriamente a la actividad.

Podríamos compararlo, considerando las diferencias, con los aumentos de tarifas de luz, gas y agua. Estos “aumentos reprimidos” tarde o temprano ya sabemos que traen consecuencias. Si quien paga la diferencia de tarifa es el Estado, tenemos mayor déficit fiscal que se paga con endeudamiento, inflación y/o mayores impuestos a la actividad privada (que redunda en menos inversión, menor generación de empleo y mayor recesión). Si el Estado no paga la diferencia necesaria, al cabo del tiempo indefectiblemente afectará la calidad de los servicios. Las empresas proveedoras dejan de invertir, tenemos caída de oferta, cortes de luz, restricciones de gas a las empresas, etc.
En salud pasa lo mismo. Sin embargo, a veces no percibimos esa disminución en la calidad. Como el viejo cuento de la rana en la olla de agua que va calentándose de poco. No nos damos cuenta. El mejor ejemplo es el tiempo que dura una consulta médica. Hace años solían ser de 20 o 30 minutos y hoy probablemente entre 5 y 10 minutos.
La situación es muy compleja y seguramente crezcan los conflictos y las tensiones entre los prestadores con las prepagas y obras sociales. Esto mismo sucedió entre los años 2011 y 2015, pero como podemos apreciar en los gráficos, la situación actual es mucho más delicada. Pese a esto, el sector sigue creciendo en cantidad de asociados. Evidentemente es un servicio aspiracional para aquellos que pueden acceder al sistema, ya sea pagando la cuota de manera directa, a través de planes superadores de obras sociales o vía derivación de aportes.
Se puede apreciar que la tasa de crecimiento era mayor entre los años 2003 y 2011 cuando crecía el empleo privado en la Argentina. Sin embargo, el sector sigue creciendo pese a que el empleo privado está estancado hace 10 años.

El crecimiento del sector últimamente no proviene de un incremento en las ventas. Están disminuyendo la cantidad de bajas. Los usuarios de EMP cada vez realizan mayores esfuerzos económicos para mantenerse dentro del sistema.
Debido a la crisis, hay más usuarios que eligen pasar a planes más económicos ya sea dentro de su prepaga o cambiando a otra. Esto genera que las EMP que comercializan planes de precios altos y medio altos, mantengan sus carteras y crecen aquellas con planes de precio medio. Esta grave crisis del sector es una oportunidad para resolver temas estructurales y cambios de fondo.
Recordemos por ejemplo que en la crisis del año 2002 se subió el coseguro en farmacia un 10%, adecuando la cobertura al 40% de descuento como dice el PMO.
Hay un relativo consenso en la mayoría de los actores y especialistas del sector sobre los siguientes cambios que en este escenario se podrían realizar:

  • Extender los planes con copagos y coseguros que harían más racional el uso de los servicios médicos.

  • Creación de un fondo nacional de cobertura para prestaciones de alto precio y baja incidencia, especialmente en medicamentos.

  • Eliminar la obligatoriedad a prepagas y obras sociales a cubrir discapacidad social, como por ejemplo transporte y educación.

  • Fomentar el acceso al sistema a través de médicos de atención primaria.

  • Creación por ley de una Agencia de Evaluación de Tecnologías, que apruebe sólo aquellos nuevos medicamentos y prestaciones que puedan adaptarse a los recursos disponibles y la mejora de los procesos.

¿Podemos ser optimistas en el corto plazo? Creo que no.
Vienen meses muy difíciles. Las tensiones y las dificultades serán muy desafiantes. Cerrando este artículo a mediados de diciembre de 2021, ya pueden verse claramente nubarrones que serán difíciles de atravesar.
Tiempo atrás leí un artículo de Sergio Sinay sobre un ensayo titulado “Esperanza sin optimismo” escrito por un crítico cultural británico llamado Terry Eagleton.
El ensayo hacía una interesante diferencia entre el optimista “por naturaleza” y quien tiene esperanza. El optimista “por naturaleza” cree que todo irá bien, tiene una fe innata, es un creyente que no necesita fundamentarse más que en su creencia. Cuestión de fe.
El esperanzado, en cambio, reconoce el dolor, el sufrimiento, el malestar de una circunstancia presente, quiere salir de ella, tiene una visión de la situación a la que aspira (puede llamársela utopía si se desea), pero sabe que ésta no advendrá porque sí, mágicamente. Quien tiene esperanza, dice, anhela que lo próximo sea mejor, pero no lo aguarda de manera pasiva. Está dispuesto a trabajar o a luchar por ese anhelo sin pedir garantías de realización ni contar con alguna seguridad de éxito.
Mientras el optimista “por naturaleza” espera que la realidad encaje en su expectativa, el esperanzado trabaja para que su esperanza, convertida en acciones, pueda encajar en la realidad para transformarla. Está dispuesto a hacer lo que sea necesario hacer, aun cuando nada le asegure el resultado. Porque su acento no está puesto en el resultado sino en la acción.
La esperanza no es cuestión de fe, sino de compromiso, es “hacer lo que hay que hacer”
.
No perdamos las esperanzas.

(*) Consultor de Entidades de Medicina Prepaga.

 

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