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En esta misma columna, en 2021, se
comentaban aspectos nucleares del
devenir de las OOSS en general y de
las Sindicales en particular.
Financiamiento, demanda y nuevas
prestaciones, conformaban un eje
temático tradicional pero esta vez
con el matiz agregado de la pandemia
de Covid-19.
Otros aspectos enumerados y
comentados entonces han variado muy
poco y otros en demasía. Veamos:
. A lo largo de 2021,
especialmente en el segundo
semestre, hay una reactivación lenta
pero sostenida de la actividad
productiva y de servicios, con
moderado incremento de la tasa de
ocupación formal (de 34% a esta
fecha de 2020 a 41% a octubre 2021)
y por ende de la población
beneficiaria de las OOSS. Esto
supone más aportantes y también
mayor demanda, pero ¿cómo establecer
un punto de equilibrio
recaudación-servicios, debido las
innúmeras obligaciones de nuestro
subsistema más su imposibilidad
fáctica de priorizar daciones?
. El valor estimado del PMO
per cápita a octubre es de $ 4.382
pero fluctúa según el contexto de
los modelos de financiamiento. Como
tienden a predominar las
contrataciones de riesgo (cápita,
cartera fija, etc.) se presume
razonablemente que el valor citado
es una estimación de máxima. Además,
hay que ponderar coseguros, copagos
y aportes del FSR.
. Aún con esta construcción
teórica, entre ENE-OCT 2021 el valor
del PMO creció casi 43%, acompañando
a una inflación de la que se acusa a
cualquiera menos a los responsables.
. El abatimiento de la
demanda de servicios generales de
salud observada al comienzo de la
pandemia, en la actualidad se ha
revertido en buena medida, tendiendo
a superar las tasas de uso
habituales o, en casos, a
superarlas.
La pandemia ha sido razonablemente
controlada, siendo esta una de las
causas coadyuvantes de las
reactivaciones mencionadas al
principio. Pero por diversas razones
–no todas de orden epidemiológico-
pareciera que no estamos cercanos a
verla reducida a una endemia y mucho
menos a que desaparezca.
En el resto del escenario de las
OOSS se observa la continuidad de
ciertas características crónicas,
más algunas circunstancias nuevas o
modificadas de las anteriores.
Veamos.
. El aporte de los
Monotributistas se ubica en el orden
de los $ 1.409 (aproximadamente un
32% del valor estimado del PMO) y es
un fijo independiente del ingreso
real del aportante cuando debería
ser proporcional a este, tal como lo
es el salario. O bien equipararlo a
la media del aporte de los
trabajadores en relación de
dependencia.
. La Educación Especial de
personas que tienen Certificado
Único de Discapacidad (CUD) sigue
estando a cargo de las OOSS en todo
el país, cuando debería (casi por
razones de simple sentido común) ser
gestionada y cubierta por el
Ministerio de Educación de la Nación
o los Ministerios de Educación de
las respectivas provincias y de la
CABA.
. Lo mismo sucede con el
sistema de transporte para personas
con Discapacidad, que debe ser
gestionado y financiado por las OOSS
cuando (lo mismo, con relación al
mero sentido común) debería serlo
por los organismos oficiales
responsables de esa actividad.
Estas dos sencillas medidas
aliviarían sobremanera las finanzas
de las OOSS permitiéndoles cumplir
con las abrumadoras obligaciones
prestacionales que tienen y que en
un extremo de simplificación se
pueden reducir a dos enormes grupos:
satisfacer la totalidad de la
demanda prestacional de sus
afiliados y al mismo tiempo, y sin
posibilidad de priorizar
prestaciones, desarrollar programas
de prevención o diagnóstico precoz
de enfermedades crónicas
prevalentes. Capítulo aparte merecen
las leyes de beneficios especiales
incorporadas en los últimos años,
que, como expresiones de derechos
humanos, no son cuestionables, pero
que en ningún caso contemplaron
sumar fuentes de financiamiento que
no provinieran exclusivamente del
salario, ya sea por pago directo de
la OS o por intermedio del FSR.
. La posible articulación de
los subsistemas de salud: en los
últimos 50 años se intentaron
desarrollar varios Sistemas de Salud
Integrados (desde el SNIS de 1973
hasta el Seguro Púbico de Salud
entre 1999-2001). No se sabe de
nadie que se hubiera opuesto
formalmente a ello, ni siquiera
durante la dictadura; pero a la hora
del desarrollo todos fracasaron.
. Existen unas 400 OOSS
(entre Sindicales, Provinciales,
Universitarias, etc.) y más del
doble de Empresas de Medicina
Prepaga. Añádase el subsistema
público y se compondrá un sistema de
salud mastodóntico, que pudo ser
eficaz pero que nadie podría decir
que es eficiente, un sistema con una
hiperestructura singular y una
burocrática imponente. Un sistema en
el cual la gente aún debe hacer
colas desde la cuatro de la
madrugada para conseguir un turno
médico a las 11 o donde la
interconsulta con un especialista
puede tardar meses, -a veces incluso
en los propios sistemas de prepago.
A todas luces algo está fallando en
este sistema y no solo es su
financiamiento. La articulación de
los tres subsistemas de salud
argentinos (cuatro si se considera
al PAMI como subsistema) suena como
un buen remedio y seguramente lo
sea, pero también suena a panacea y
no parece posible en el mediano
plazo y resulta difícil de
avizorarlo en el tiempo. Quizás
nunca sea posible, pero nadie puede
decir que plantearlo es irrazonable.
A pesar de todo, en las OOSS
Sindicales, podemos permitirnos una
modesta dosis de optimismo para 2022
a condición que la externalidad
negativa (la pandemia) no desborde,
que a los responsables de provocar
la inflación pueda imponérseles algo
de mesura, que las actividades
prosigan su crecimiento aunque sea
lento, que se modifiquen esos pocos
aspectos de la gestión (aportes de
los monotributistas, gestión de la
educación y transporte de personas
con discapacidad por parte de los
ministerios específicos y no de
Salud) y que los medicamentos de
última generación para Enfermedades
Poco Frecuentes se financien desde
un Fondo Unificado al que tengan
acceso igualitario todas las
personas con independencia de sus
coberturas. No parecen condiciones
extravagantes ni inalcanzables.
(*) Obra Social del Personal de la
Construcción – OSPeCon.
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