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 Opinion

    
Pandemia y después: ¿que nos queda para el recurso humano en salud?
 Por el Dr. Marcelo García Dieguez (*)


Para muchos la pandemia ya terminó. Es cierto que este nuevo pico alcanzó su techo hacia fines de enero y hoy los casos van en descenso, pero aún tenemos más muertes por millón que Alemania y el Reino Unido. Esta nueva ola trajo una nueva alerta sobre los problemas del recurso humano en salud: el requerimiento de testeos que no podía ser cubierta en los centros específicos terminaba en las guardias hospitalarias, saturadas por esta nueva demanda. Esto se superpuso a períodos vacacionales y dificultad para conseguir relevos y reemplazos temporarios. Así en diversos lugares del país volvió a ser tema de tapa de diarios el déficit de recursos humanos en salud, los bajos salarios, y se volvió a hablar de aquellas especialidades llamadas críticas.
Seria simplista creer que con ofrecer más cargos de formación en estas especialidades se soluciona el problema. No hay incentivo de ningún tipo para tomar estos lugares.
En primer lugar, las condiciones de trabajo no son adecuadas, alta carga laboral, guardias y horarios extendidos. No hay pago diferencial por la elección como forma de atracción y fomento. Asimismo, el futuro para estos especialistas carece de atractivo ya que el modelo asistencial sigue atado a un sistema de guardia, sin progreso a otras tareas al avanzar en la carrera profesional. En suma, más cargos solo significaría más vacantes sin cubrir, son suficientes los cargos actuales para aquellos con vocación para estas especialidades.
La organización del sistema de salud, en particular de las seguridad social y privada, tampoco contribuye a la solución. En la Argentina hay una atomización de pequeñas y medianas instituciones hospitalarias, lo que lleva a números apenas suficientes de camas, sobre todo en ciudades medianas y grandes, pero con un número alto de instituciones diferentes que obliga a la multiplicación de servicios. Las regulaciones las obligan a tener guardias y servicios lo que hace ineficiente el sistema y aumenta la demanda de profesionales.
A todo eso hay sumar los problemas estructurales históricos que siguen allí. Cargas horarias semanales bajas que promueven el multiempleo y disfrazan salarios míseros. La falta de una carrera profesional que contenga a los profesionales en la medida que pasan los años. Todo esto sumado a un sistema previsional sin respuesta, que obliga a los profesionales a mantenerse activos para sostener los ingresos que la múltiple contratación les permite y jamás se reflejara en sus jubilaciones.
La pandemia además nos abofeteo con algo más. La afectación de la salud mental que produce la tarea en salud. La sensación de desamparo, de desazón por no encontrar soluciones y salida. Los profesionales en pandemia debieron dejar trabajos por lo que, además de tener una enorme carga de responsabilidad, redujeron sus ingresos. Ningún incentivo ni iniciativa, por bien intencionada que haya sido, logro reducir los efectos deletéreos en el plano emocional que se han reflejado en numerosas publicaciones científicas en todas las profesiones de salud, en particular las que estuvieron en la primera línea.
Por dónde empezar a buscar soluciones. Sin intentar escribir recetas hay algunas acciones que deberían empezar sin mayor demora:

1.- Buscar progresivamente la forma de que el entrenamiento de postgrado especializado sea obligatorio y permita planificar esta formación en función de las necesidades.
2.- Promover signos de integración entre subsistemas e instituciones de modo que el número de empleos se reduzca por concentración de tareas.
3.- Promover aumento de carga horaria y carreras como forma de combatir la inseguridad percibida y la permanencia en los empleos.
4.- Asegurar progresivamente ingresos que reflejen la responsabilidad, que incluyan estímulo para las tareas y especialidades que se desea promover, y sobre todo con mecanismos de actualización que eviten la necesidad de protegerse con múltiples empleadores.
5.- Finalmente, promover el bienestar actual y reducir la incertidumbre futura, generar espacios de trabajo agradables y contenedores que promuevan el trabajo en equipo y mejoren la percepción de ser cuidado por los gestores, y ser considerados una parte importante del sistema.

Es un camino difícil, no exento de amenazas, y que sobre todo requiere inversión del estado y el resto de los financiadores, pero si no miramos por fuera del paradigma actual seguiremos leyendo notas y artículos que relataran una tragedia que ya conocemos.

 

(*)  Médico (MP 18877). Profesor Asociado Universidad Nacional del Sur. Ex director nacional de Capital Humano Ministerio de Salud

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