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Para muchos la pandemia ya terminó. Es cierto que este nuevo
pico alcanzó su techo hacia fines de enero y hoy los casos van
en descenso, pero aún tenemos más muertes por millón que
Alemania y el Reino Unido. Esta nueva ola trajo una nueva alerta
sobre los problemas del recurso humano en salud: el
requerimiento de testeos que no podía ser cubierta en los
centros específicos terminaba en las guardias hospitalarias,
saturadas por esta nueva demanda. Esto se superpuso a períodos
vacacionales y dificultad para conseguir relevos y reemplazos
temporarios. Así en diversos lugares del país volvió a ser tema
de tapa de diarios el déficit de recursos humanos en salud, los
bajos salarios, y se volvió a hablar de aquellas especialidades
llamadas críticas.
Seria simplista creer que con ofrecer más cargos de formación en
estas especialidades se soluciona el problema. No hay incentivo
de ningún tipo para tomar estos lugares.
En primer lugar, las condiciones de trabajo no son adecuadas,
alta carga laboral, guardias y horarios extendidos. No hay pago
diferencial por la elección como forma de atracción y fomento.
Asimismo, el futuro para estos especialistas carece de atractivo
ya que el modelo asistencial sigue atado a un sistema de
guardia, sin progreso a otras tareas al avanzar en la carrera
profesional. En suma, más cargos solo significaría más vacantes
sin cubrir, son suficientes los cargos actuales para aquellos
con vocación para estas especialidades.
La organización del sistema de salud, en particular de las
seguridad social y privada, tampoco contribuye a la solución. En
la Argentina hay una atomización de pequeñas y medianas
instituciones hospitalarias, lo que lleva a números apenas
suficientes de camas, sobre todo en ciudades medianas y grandes,
pero con un número alto de instituciones diferentes que obliga a
la multiplicación de servicios. Las regulaciones las obligan a
tener guardias y servicios lo que hace ineficiente el sistema y
aumenta la demanda de profesionales.
A todo eso hay sumar los problemas estructurales históricos que
siguen allí. Cargas horarias semanales bajas que promueven el
multiempleo y disfrazan salarios míseros. La falta de una
carrera profesional que contenga a los profesionales en la
medida que pasan los años. Todo esto sumado a un sistema
previsional sin respuesta, que obliga a los profesionales a
mantenerse activos para sostener los ingresos que la múltiple
contratación les permite y jamás se reflejara en sus
jubilaciones.
La pandemia además nos abofeteo con algo más. La afectación de
la salud mental que produce la tarea en salud. La sensación de
desamparo, de desazón por no encontrar soluciones y salida. Los
profesionales en pandemia debieron dejar trabajos por lo que,
además de tener una enorme carga de responsabilidad, redujeron
sus ingresos. Ningún incentivo ni iniciativa, por bien
intencionada que haya sido, logro reducir los efectos deletéreos
en el plano emocional que se han reflejado en numerosas
publicaciones científicas en todas las profesiones de salud, en
particular las que estuvieron en la primera línea.
Por dónde empezar a buscar soluciones. Sin intentar escribir
recetas hay algunas acciones que deberían empezar sin mayor
demora:
1.- Buscar progresivamente la forma de que el entrenamiento de
postgrado especializado sea obligatorio y permita planificar
esta formación en función de las necesidades.
2.- Promover signos de integración entre subsistemas e
instituciones de modo que el número de empleos se reduzca por
concentración de tareas.
3.- Promover aumento de carga horaria y carreras como forma de
combatir la inseguridad percibida y la permanencia en los
empleos.
4.- Asegurar progresivamente ingresos que reflejen la
responsabilidad, que incluyan estímulo para las tareas y
especialidades que se desea promover, y sobre todo con
mecanismos de actualización que eviten la necesidad de
protegerse con múltiples empleadores.
5.- Finalmente, promover el bienestar actual y reducir la
incertidumbre futura, generar espacios de trabajo agradables y
contenedores que promuevan el trabajo en equipo y mejoren la
percepción de ser cuidado por los gestores, y ser considerados
una parte importante del sistema.
Es un camino difícil, no exento de amenazas, y que sobre todo
requiere inversión del estado y el resto de los financiadores,
pero si no miramos por fuera del paradigma actual seguiremos
leyendo notas y artículos que relataran una tragedia que ya
conocemos.
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