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La discusión sobre las ventajas de los modelos sanitarios se ha
desplazado hacia los cambios que procuren calidad, eficiencia y
equidad en la cobertura de los servicios de salud. Responder a
las necesidades y expectativas de la población es el gran
desafío de la gestión sanitaria y de los actores políticos
dentro del condicionante marco económico en que se desempeña.
Existen algunos antecedentes prometedores pero que nunca
resolvieron los problemas existentes. Así por ejemplo el Decreto
1269/92 aprobó las Políticas Sustantivas e Instrumentales de la
Secretaría de Salud Nacional, en razón de la urgente necesidad
de reorganizar los sistemas y recursos de salud teniendo como
eje un adecuado desarrollo de los niveles locales en base al
principio de la descentralización con el objetivo de mejorar la
eficiencia y calidad de la atención médica.
Cabe concluir que los decretos o las leyes no producen los
cambios necesarios por sí mismos si no existe la decisión
política y el consenso sobre las estrategias y el camino a
seguir, despejado de trincheras ideológicas y teóricas, así como
las expectativas que se originen en un ámbito socioeconómico
complicado. Cuando alguna de estas circunstancias ocurre y se
modifica el curso a seguir se producen nuevos problemas que
concentran la atención y olvida el objetivo al que se pretendía
llegar.
Dentro de los antecedentes deben considerarse dos aspectos. El
financiero que en el caso del SNIS no parece sostenible.
Distinto el previsto en la ley 23.660 que mediante el aporte del
Tesoro hubiera permitido la atención de la población con lo que
seguramente el giro de los acontecimientos hubiera sido
distinto. El otro aspecto por destacar, tanto en el SNIS como en
la ley 23.661 la implementación de contratos como integración de
los sectores, pero también de centralización en las autoridades
nacionales.
Lo que nunca ocurrió o se propuso o se pensó es la utilización
de esa modalidad para descentralizar los recursos y crear una
nueva relación Nación/Provincia, fortaleciendo la gobernanza y
la rectoría del sistema algo más integrado o al menos más
articulado.
En la actualidad sólo existen coincidencias en el diagnóstico y
en los problemas a resolver, pero no en cómo producir los
cambios necesarios. Los cambios pueden ser buenos o malos. Los
buenos son aquellos que producen mejoras en el desempeño, cómo
sería la reducción de las desigualdades. Los malos son los que
contemplan o facilitan las expectativas o los intereses de
personas o instituciones.
Los cambios también pueden ser disruptivos modificando la fuente
de financiación como ha sucedido en Italia y en España. La
necesaria adecuación da origen a modelos híbridos al plantear
características distintas en su estructura, organización, formas
de contratación y responsabilidades compartidas.
Quizás no hemos advertido que con la aparición de las Obras
Sociales también cambió la fuente de financiamiento, dando lugar
a un modelo de mercado en el que esas contribuciones no se
tradujeron en más responsabilidad social, en un escenario
continuista centrado en el pago por prestación con un PMO que no
es más que Nomencladores que disponen una cobertura imperfecta
(receta para el desastre, Num).
Esta financiación, directa o indirectamente sale del bolsillo de
la gente, lo que sugiere una retirada del Estado, que afectó
fundamentalmente a los hospitales e identifica la tendencia
contributiva como forma de financiación del sistema de atención.
Esta circunstancia debe tenerse en cuenta ante la creación de
nuevos fondos para financiar nuevas necesidades colectivas y
económicas en atención al avance tecnológico. Estos fondos
debieran ser gestionados por organizaciones específicas de orden
público y no por las OSN que son de carácter privado, modelo de
múltiples cajas que han dado lugar a una gran segmentación de la
población beneficiaria.
Distinta es la situación de las demás Obras Sociales, cajas en
las que el Estado, directa o indirectamente, es uno de los
contribuyentes. El mosaico se completa con el PAMI que dicta sus
propias reglas de funcionamiento y se financia con aportes del
trabajador activo y del pasivo, del empleador y del Estado, con
la particularidad que dichos aportes son cautivos de la
Institución.
El cuadro de situación se completa con los Programas Verticales
que con fondos externos financia el Ministerio de Salud. El
mismo funciona como una suerte de otro subsector toda vez que
tiene población definida, listado de cobertura y una modalidad
de contratación para la provisión de servicios.
Los aludidos aportes y contribuciones están establecidos por
ley, son obligatorios y se penaliza su incumplimiento, lo que
les da características de impuesto destinado a la Seguridad
Social para financiar un sistema de atención médica solidaria.
Esta condición sustentaría competencias del Estado, sin que ello
signifique cambiar la finalidad de los fondos, en asegurar
eficiencia en el manejo de un impuesto por entidades de orden
privado.
Hay situaciones que deben ser contempladas en las estrategias a
seguir, por formar parte del acervo cultural tanto de la
población beneficiaria como la de los profesionales.
Entre ellos señalamos dos. El éxito de las Obras Sociales se
basó fundamentalmente en el acceso a la atención privada, en
particular la ambulatoria, en tanto que la oferta incorporó una
clientela que no tenía, punto de partida del gran desarrollo del
sector privado. Este interés aún se mantiene, si bien trasladado
a los Planes y Prepagos.
Las formas de pago al profesional deben contemplar un componente
olvidado, la remuneración asalariada para los puestos de
Atención no Programada, así como la edad útil para tal
desempeño. La preferencia de los médicos por el honorario es
viable siempre que el pago por acto médico sea un instrumento de
distribución de un presupuesto dentro de una adecuada gestión
clínica.
Las asombrosas herramientas han hecho que una medicina razonable
sea un privilegio en función del financiador, del proveedor y de
los precios de los medicamentos que se desenvuelven en un
mercado totalmente monopólico y desregulado, lo que implica una
importante participación en la composición del gasto.
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