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Qué la Argentina tiene un problema económico estructural y
coyuntural, no es novedad. Un muy alto nivel de pobreza, gran
desempleo e informalidad, déficit fiscal, endeudamiento, emisión
monetaria e inflación constante. Tampoco es primicia el momento
crítico que atraviesa el sistema de salud. Falta de
financiamiento, salarios magros, costos altos e ingresos bajos,
envejecimiento poblacional, etc.
Todos conocemos y coincidimos con los diagnósticos. El problema
es que, con este escenario tan complejo, se continúa actuando de
la misma manera esperando resultados diferentes. Es por eso, que
es menester rescatar algunas herramientas que brinda la economía
de la salud, como así también, diversas propuestas de grupos
académicos y gestores del sector salud que se han puesto a
discusión en los últimos tiempos en búsqueda de la eficiencia de
los sistemas en su totalidad y/o las instituciones que los
componen.
La evaluación económica de tecnologías sanitarias y el
desarrollo de estudio de costo/efectividad, son tal vez, las
herramientas más discutidas/trabajadas en los últimos años. Son
utilizados tanto a nivel de macrogestión, para definir
coberturas de los seguros de salud o estrategias de prevención,
como a nivel de mesogestión, para definir guías de práctica
clínica (protocolizar) o definir estrategias de manejo y
seguimiento de problemas de salud en un centro prestacional.
Por supuesto que contar con la tan ansiada Agencia de Evaluación
de Tecnologías a nivel nacional potenciaría la herramienta y sus
beneficios como mejorar la normativa de cobertura y disminuir la
litigiosidad. De todos modos, la ausencia de esta no desvaloriza
los esfuerzos institucionales o de algunos gobiernos locales en
su implementación. El hospital Garrahan es un caso exitoso donde
se han mejorado y eficientizado el uso de sus recursos con
evaluaciones económicas de tecnologías sanitarias.
Otros recursos que se exploran son los modelos de contratación
innovadores. Se han propuesto y analizado modelos para mejorar
la contratación de profesionales como el pago mixto por
prestación y por resultado, incentivando la producción y la
calidad. Debe entenderse que el resultado esperado es una
acción, como utilizar protocolos o vademécum y no un resultado
en términos de salud (que no se puede asegurar).
De esta manera, al profesional se lo incentiva a aumentar la
atención garantizando la calidad y eficiencia en el uso de los
recursos del sistema. Existen otros modelos éxitos, en general
de carácter mixto, que buscan asegurar las prestaciones con
eficiencia, ejemplo: relación de dependencia con incentivos a la
derivación adecuada. En este caso, se plantean cuáles son los
casos que deben ser derivados y cuáles no, generando premios al
cumplimiento de estándares previamente establecidos.
En cuanto al aseguramiento de la población se realizan diversas
propuestas como los seguros de alto costo – baja incidencia y
los seguros parciales. Estos últimos fueron previstos en el
Artículo 7º, incisos “a”, “b” o “c”, de la Ley Nº 26.682, y en
la Disposición Nº 900/2019 – SSSALUD, sin embargo, su
comercialización es de escaza significancia.
Muchos países utilizan los seguros privados como
complementarios, ofreciendo solo cobertura parcial para aquellas
patologías no cubiertas en las canastas prestacionales de la
seguridad social o dando alternativas de confort. De esta
manera, los seguros privados parciales, brindados a través de
empresas de medicina prepaga, serían menos onerosos y más
accesibles para la población, las empresas podrían manejar el
margen de ganancia sin mayores prejuicios y quedaría el dinero
de la seguridad social en las obras sociales.
Paralelamente, los seguros de alto costo – baja incidencia
extendidos en todo el sistema (extendiendo el financiamiento del
Fondo Solidario de Redistribución o generando otro mecanismo
similar), distribuyen mejor el riesgo y permiten programas
específicos para mejorar el gasto. En resumen, ambas propuestas
son factibles de implementar sin grandes cambios y han
demostrado éxito en diversos países.
Otra propuesta necesaria de analizar es la cuestión fiscal. Son
tres cuestiones que afectan directamente sobre la salud. La
primera, y tal vez la más urgente, es una reforma del régimen
tributario para los prestadores y financiadores de la salud. La
carga impositiva que se sufre en el sector no permite la
reinversión a corto plazo y no garantiza la sustentabilidad del
sistema a mediano plazo.
Una segunda reforma necesaria es el aumento de los impuestos
específicos sobre bienes dañinos para la salud, especialmente el
tabaco, ya que la evidencia demuestra que este impuesto en la
Argentina es relativamente bajo en comparación con otros países
de la región y se encuentra por debajo de los niveles sugeridos
para desalentar su consumo.
Finalmente, la última reforma propuesta es integral, más difícil
de lograr y de largo plazo, pero es tan necesaria como las
mencionadas propuestas. Nuestro sistema tributario obtiene la
mayor recaudación de impuestos indirectos, como la mayoría de
los países de la región, que tienden a ser regresivos, ya que
gravan el consumo.
A nivel nacional el Impuesto al Valor Agregado es el de mayor
recaudación y a nivel provincial es Ingresos Brutos. Por el
contrario, los impuestos progresivos, que gravan la renta y el
patrimonio, mejoran la solidaridad de los sistemas al igual que
la equidad general. Además existe evidencia que demuestra que
los impuestos directos están asociados con mejoras en la
situación de salud de los países.
En conclusión, los diagnósticos acerca del sistema de salud como
los escenarios económicos a los que nos enfrentamos son
conocidos. Las herramientas y propuestas han sido discutidas
ampliamente, encontrándose evidencias de mejoras de macrogestión
como de mesogestión, aplicables en el corto y mediano plazo.
Entonces, será cuestión que pasemos a la acción innovadora para
lograr mejoras en los resultados.
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