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 Columna

    

Punto de inflexión: calentamiento global, pandemia, posverdad y salud

“Para pensar nuevas ideas o decir cosas nuevas
tenemos que desarmar nuestras ideas hechas y
mezclar las piezas, es decir discernir”
Gregory Bateson

Por el Doctor Ignacio Katz


INSONORIZACIÓN MORAL: ALARMAS DESOÍDAS
El mundo actual parece proclamar a gritos la profunda debacle en que nos vemos sumergidos, pero la inmensa mayoría no parece percibir más que un continuo murmullo, o una feria donde todos mienten. O peor aún, en donde la diferencia entre la verdad y la mentira ha dejado de ser un criterio de validación. “La verdad es aburrida”, parece ser el lema que se impone.
Lo cierto es que la pandemia no ha conmovido los cimientos del campo sanitario, ni tampoco a la opinión pública. Las ansias del tan mentado “retorno a la normalidad” barren bajo la alfombra los miles de muertos. Desde el ámbito profesional y de gestión sanitaria, el ambiguo pero innegable consenso de la necesidad de alguna reforma quedó una vez más encallado por las disputas políticas y los intereses corporativos.
El calentamiento global, por su parte, sigue sumando informes de creciente urgencia, pero los mismos acuerdos endebles. Ya van 26 encuentros internacionales desde el primero en 1995, pero luminarias como el encuentro de Kioto en 1997, el de París en 2015, se apagaron más tarde o más temprano. El más reciente, Glasgow, ocurrió en 2021. Lo que insinúa que “cuanto más alta es la alarma menos dispuestos parecemos a oírla”.

EL CALENTAMIENTO GLOBAL Y LA SALUD
Lamentablemente, varios señalamientos que hiciéramos en una columna del 2019, siguen siendo válidos. Recordemos que, entre sus múltiples efectos, el calentamiento global influye en los determinantes económico-sociales y medioambientales de la salud, tales como aire limpio, agua potable, alimentos suficientes y una vivienda segura. A lo que se suma la deforestación (o desmonte), la contaminación acuática y terrestre (especialmente vinculada a los residuos cloacales como los residuos sólidos urbanos y los que provienen de las industrias), y fenómenos climáticos puntuales, como terremotos, olas de calor, inundaciones, entre otros.
Se calcula que entre 2030 y 2050 el cambio climático causará unas 250.000 defunciones por año, debido a la malnutrición, el paludismo, la diarrea y el estrés calórico. Y el coste de los daños directos para la salud se situará entre los 2.000 y 4.000 millones de dólares. Se estima también que aumenten las sequías, generando hambrunas y falta de agua potable. Al mismo tiempo, aumentan las precipitaciones extremas, generando inundaciones y alterando las fuentes de agua dulce que generan criaderos de insectos portadores de enfermedades, como los mosquitos.
Mientras la emisión de gases efecto invernadero, sobre todo el dióxido de carbono (CO2) asociado a la combustión de derivados del petróleo, aumenta en vez de disminuir año tras año, la deforestación empeora el problema al disminuir la cantidad de “succionadores” naturales de dicho gas (los árboles). El propio CO2, además, junto a otros gases y partículas, generan contaminación que afecta a las personas vía la respiración.
La deforestación de bosques tropicales, además, genera condiciones óptimas para la difusión de las plagas transmitidas por mosquitos, como la malaria y el dengue, mientras que los primates y otros animales transmiten enfermedades a las personas desde los bosques diezmados. Un estudio de Geoffrey Donovan (1) mostró comparativamente que existe una correlación entre la menor cantidad de árboles y la mayor mortalidad humana. Por su parte, el aumento de los viajes y traslados de personas esparcen estas enfermedades geolocalizadas por todo el mundo, incrementado por el fenómeno migrante.

LA CHISPA QUE FALTA
Leyendo la última parte del párrafo precedente, escrito originalmente antes de la expansión mundial del virus SARS-CoV-2, uno bien podría pensar que la pandemia del Covid-19 debería haber sido el factor detonante del cambio necesario. Sigue faltando el sacudón que despierte a la humanidad para afrontar los cambios estructurales que generan el creciente calentamiento global y los comportamientos productivos, distributivos y de consumo que están saturando al planeta de contaminación, a la vez que hacen aumentar la desigualdad socioeconómica global.
Sin embargo, la pandemia se ha parecido más a una suerte de paréntesis que de signo de admiración. Todavía falta el punto de inflexión que lleve a cambiar las cosas. Un nuevo equilibrio entre decisiones gubernamentales, acuerdos de poder y convicción ciudadana. No exactamente un consenso, pero sí un piso mínimo de acuerdo sobre ciertos valores, cierto horizonte, cierto reconocimiento de la realidad.
En el 2000 se publicó el libro The tipping point, traducido por La clave del éxito, donde su autor, Malcolm Gladwell, un periodista canadiense residente en Nueva York, advierte con diversos ejemplos que existe un punto de inflexión a partir del cual los efectos de un proyecto o idea se potencian al máximo creando un cambio significativo. Para ilustrar el fenómeno, curiosamente, realiza una analogía con la propagación de las epidemias, señalando cómo los usos, costumbres, tradiciones y pensamientos se difunden como una epidemia en una sociedad. “Ese momento mágico en que una idea, tendencia o conducta social cruza un umbral, se vuelca y se esparce como un incendio forestal”, escribe Gladwell. De esta manera, siguiendo al autor, mientras una epidemia viral depende del agente, el huésped susceptible y el ambiente; la epidemia social depende de las personas (ley de los pocos), la fuerza del movimiento (la adherencia) y el contexto en el que se desarrolla.
La “ley de los pocos” es el principio por el cual en cualquier situación cerca del 80% de la acción será llevada a cabo por un 20% de los participantes. En mayor detalle, distingue entre los conectores, los conocedores y los vendedores. Los primeros son aquellos individuos que por alguna razón conocen a un gran número de personas. Los conocedores, de mayor importancia, son en quienes confiamos al momento de exponernos a nueva información; acumulan nuevos conocimientos y saben cómo compartirlos. Son estos quienes empiezan “las epidemias de boca-a-boca” debido a su conocimiento, a sus habilidades sociales y a su capacidad de comunicarse. Finalmente, los vendedores, o los “persuasores”, son personas carismáticas que resultan clave para acceder a un gran alcance.
La adherencia, por su parte, depende de cuán bueno es el mensaje o producto que se quiere esparcir. Para Gladwell, tener una buena idea no basta, sino que es esencial que tenga una “caja dorada” (de deseos), o toque especial que logre conectar con las personas. El ambiente o contexto, finalmente, determina si el momento es adecuado a la propensión del “virus” en cuestión, ya que el comportamiento humano es sensible, perceptible y fuertemente influenciado por su entorno. A este respecto, se merece destacar lo expresado por Max Plank, el fundador de la teoría cuántica, cuando afirmaba que “una nueva verdad científica no suele imponerse convenciendo a sus oponentes, sino más bien porque sus oponentes desaparecen paulatinamente y son sustituidos por una nueva generación familiarizada desde el principio con lo nuevo”.
Pareciera faltar ese punto de inflexión en que algo, que en principio puede parecer intrascendente, tuerza una tendencia o altere un equilibrio y genere un cambio, no necesariamente radical ni violento, pero sí disruptivo y sostenido. Ese momento de quiebre es por definición impredecible, pero las circunstancias que lo hacen más probable están maduras. Para bien o para mal, el bosque está seco. Porque el malestar está presente, aunque sumergido en capas de resignación, apatía, y escapismo hedonista.
Debemos salir de la “caverna digital” en que vivimos actualmente en palabras del filósofo surcoreano Byung-Chul Han y volcarnos a la experiencia de conocer y reconocer al mundo y a los otros. Quizás así se genere el punto de inflexión necesario para empezar a cambiar las cosas y enfrentar sin excusas un problema real y complejo en el que estamos subsumidos.


1) Geoffrey H. Donovan, The Relationship Between Trees and Human Health, American Journal of Preventive Medicine, February 2013..

(*) Doctor en Medicina por la Universidad Nacional de Buenos Aires (UBA). Director Académico de la Especialización en “Gestión Estratégica en organizaciones de Salud”; Universidad Nacional del Centro - UNICEN; Director Académico de la Maestría de Salud Pública y Seguridad Social de la Universidad del Aconcagua - Mendoza; Co Autor junto al Dr. Vicente Mazzáfero de “Por una reconfiguración sanitaria pos-pandémica: epidemiología y gobernanza” (2020). Autor de “La Salud que no tenemos” (2019); “Argentina Hospital, el rostro oscuro de la salud” (2018); “Claves jurídicas y Asistenciales para la conformación de un Sistema Federal Integrado de Salud” (2012); “La Fórmula Sanitaria” (2003).

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