|
La mortalidad infantil y materna son dos indicadores claves de
la salud en un país. La tasa de mortalidad materna a nivel
nacional aumentó de 3 a 4,1 por cada 10 mil nacidos vivos. El
gobierno explica esto por la pandemia.
Tal vez se requiera un análisis más profundo para confirmar esa
afirmación o analizar otros determinantes. Si es claro que es
inaceptablemente alta, y una de las deudas de la salud por
resolver.
Las causas reconocidas se vinculan a complicaciones que se
producen durante el embarazo y el parto o después de ellos. La
mayoría de estas son prevenibles o tratables. Las soluciones
también son conocidas.
Fundamentalmente se requiere accesibilidad a la atención durante
la gestación y el parto, así como apoyo y atención en las
primeras semanas posteriores.
La accesibilidad es uno de los mayores déficits de nuestro
sistema, que se precia de universal en cobertura sin garantizar
una atención efectiva en el lugar en el que es necesaria.
El rol profesional de la obstetricia es clave en esos procesos y
el estado de situación de esta profesión no siempre reconocida.
Algunos estudios estiman que la necesidad con funciones de
guardia para la asistencia de los partos es de 2.150 y unas
6.000 para cumplir funciones en atención primaria. Estamos lejos
de poder alcanzar esas cantidades.
En la Argentina la Carrera de Licenciatura en Obstetricia se
dicta en 15 universidades, mayoritariamente en el centro del
país. Sólo una titula en el nivel técnico y queda alguna
provincia que forma técnicos en su sistema educativo no
universitario.
Si comparamos con las más de 50 carreras de medicina es clara
que la salud materna ha sido medicalizada. Esto no resulta
sorprendente si analizamos la larga historia de esta profesión
en los dos últimos siglos.
Para sus inicios hay remontarse a 1821 con la creación del
departamento de medicina de la Universidad de Buenos Aires, ya
entonces se hablaba de la Escuela de Parteras. Hasta la década
de 1960, se realizaba ejercicio liberal de la profesión, pero
con el aumento del número de partos institucionalizados y el
fuerte desarrollo corporativo médico, esto se limita.
Es en este contexto que se sanciona en 1967 la ley 17132 que
restringe el ejercicio liberal de la obstetricia y configura el
ejercicio de su profesión como actividad de colaboración de la
medicina y continua vigente aún hoy.
Numerosos proyectos se han presentado sin mayor éxito, en busca
de recuperar la autonomía profesional y modernizar la práctica
dándoles un rol más activo. La más reciente en 2019 logro la
media sanción en diputados, pero quedó varada en senadores.
Cierta reticencia en algunos temas y la pandemia demoraron su
tratamiento.
De acuerdo con el marco regulatorio vigente, el actual ejercicio
profesional es potestad de la autoridad sanitaria de cada
jurisdicción. En algunos casos delegadas en Colegios
profesionales. Algunas provincias como la de Buenos Aires (2015)
han modernizado la práctica autorizando, por ejemplo: la
colocación de DIU.
En síntesis, hoy nos encontramos en un punto de inflexión- luego
del estancamiento e incluso reducción en la formación desde
los´70 en el que comienzan a aparecer nuevos proyectos
formativos como el de la Universidad Nacional del Litoral con un
modelo descentralizado, y un proyecto de Ley buscando ver la
luz.
Debemos además torcer la tendencia de baja graduación de la
carrera, que con unos 200 a 300 egresos anuales no lograr
superar el 30% de las inscripciones. Debemos asimismo repensar
el número de residencias que no llega al centenar, incentivando
la formación de postgrado.
Resulta clave la presencia de la obstetricia en todos los
niveles del sistema de salud, está probado que esto reduce el
número de cesáreas y la mortalidad materna. La aprobación de la
Ley permitiría un acceso más equitativo a la salud reproductiva
y la prevención.
Dejemos de invisibilizar el problema.
|